“Estoy recorriendo Reforma, vengo hacia el centro. Pasé por el Tláloc, el Museo de Antropología. Entonces llegué a Reforma. El Ángel está arriba, no creo que haya pasado nada grave, además veo el Seguro Social cuya enorme fachada es ahora de vidrio, no falta ningún vidrio. Un señor está corriendo, haciendo jogging. Me voy a seguir.”
El anterior es un extracto de una de las crónicas más importantes para México, una grabación transmitida por radio un 19 de septiembre de 1985: un documento periodístico -histórico- “que no aspira a más que eso”, como lo calificó el autor en su momento: Jacobo Zabludovsky, fallecido a sus 87 años, en el mes de julio del 2015, y quien fue calificado por Elena Poniatowska como “gran institución del periodismo mexicano”.
Algunos lo repudian, otros lo aclaman. Al final, la cita con la eternidad es única, personal e irrepetible. Quien esto escribe coincide con la distinguida periodista y escritora, ganadora del Premio Cervantes en 2013, en un parecer: “Es justo y necesario afirmar que nadie como él cubrió el terremoto de 1985, y ningún periodista le enseñó al mundo con tanta emoción e inteligencia la gran tragedia de México”.
Tal tragedia, se escribió en 1985. Esta semana, casi 32 años después, se decretaron tres días de duelo nacional, tras la pérdida de decenas de vidas y los significativos daños ocasionados por el sismo de 8.2 grados en la escala de Richter, registrado pocos minutos antes de la medianoche, el pasado jueves. 65 personas fallecieron, según la cifra oficial dada a conocer este sábado por la autoridad federal, y continúan las evaluaciones de las afectaciones, especialmente en los estados ubicados en la costa del Pacífico.
En 1985, la información sobre lo ocurrido tras el sismo fluía a cuentagotas. En el 2017, bastó ingresar a la red social de Twitter y tener acceso a diversas escenas grabadas desde las zonas afectadas. Fue precisamente a través de redes sociales donde se difundió una imagen que se ha convertido en un símbolo del espíritu patrio y solidario en un momento de tragedia, contenida en un video desde el sitio donde había ocurrido un derrumbe y en el que se observa a un hombre cuando rescata la bandera de México de los escombros del Palacio Municipal de Juchitán, Oaxaca, y después la coloca, “izándola” de manera improvisada, sobre los restos de la construcción.
En entrevista concedida posteriormente a Excélsior, Ángel Sánchez Santiago, indígena zapoteco de 57 años de edad, comentó que la acción de recuperar la bandera que estaba entre la tierra y las piedras “fue un impulso”; según agrega, se sumó a las tareas de rescate y apoyo para retirar las piedras y bloques de tierra, en un intento por encontrar a personas que hubieran quedado atrapadas entre los escombros de la presidencia. Se mencionaba el nombre de un policía municipal: Juan Jiménez Regalado.
“Siempre hay hombres buenos en los peores momentos. Yo suelo referirme a la poca fe que tengo en el ser humano. Pero esta novela es muy optimista. Quería que el lector terminase sonriendo: que pensara que a pesar de todo son posibles el diálogo, la lealtad, la solidaridad entre gentes que no comparten la misma ideología, como ocurre con los dos protagonistas principales. Nuestro problema, e incluyo por supuesto a América latina, es que queremos al enemigo vencido, exterminado. ¡Al paredón! Ese afán por silenciar, por exterminar, por callar, por desterrar, porque desaparezca el diálogo con el contrario, es muy hispano”.
El párrafo que antecede es parte de una entrevista realizada por Martín Rodríguez Yebra al escritor Arturo Pérez-Reverte para el Diario La Nación, en el año 2015 y en referencia a su novela “Hombres buenos”. No se equivoca Pérez-Reverte al apuntar que la solidaridad se ve superada por ese afán de querer silenciar (la) en un tiempo, nuestra actualidad, en que el egoísmo y el miedo superan “a los hombres buenos”.
Por su parte, el maestro José Portillo, en el ensayo filosófico “El camino a la libertad”, señala que la palabra solidaridad proviene del latín del sustantivo “soliditas” y puede ser entendida como “la voluntad de actuar considerando el interés de los demás, sin necesidad de que existan motivos ulteriores o recompensas”; la solidaridad también “deviene hoy heredero cabal del imperativo de la fraternidad, a la postre la referencia más difusa de la tríada de ideales -libertad, igualdad, fraternidad- que inspiraron buena parte de las tradiciones políticas de la ilustración continental”.
El pasado viernes, el presidente Enrique Peña Nieto recorrió distintas zonas dañadas por el sismo en el estado de Oaxaca, en donde se reportó la muerte de 46 personas, tras el rescate -luego de dos días de búsqueda, y en el que participaron equipos de la Policía Federal, Semar, Sedena y Grupo Topos-del cuerpo de Juan Jiménez Regalado, el cual quedó enterrado en los escombros del Palacio Municipal de Juchitán, uno de los municipios más afectados por el sismo.
El titular del Ejecutivo federal manifestó en dicha visita que “la fuerza de la naturaleza puede ser devastadora, pero la fuerza de la unidad y la solidaridad de los mexicanos es mucho mayor”. Y es que “como mexicanos siempre somos nobles. Tal vez ahora somos reacios, no somos cordiales, pero en situaciones de riesgo siempre nos echamos la mano”, comentaba en una entrevista -concedida a CNN, años atrás- Carlos Pérez, un miembro de los Topos de Tlateloco, voluntario del temblor que cimbró a México en 1985 y quien decidió seguir ayudando en emergencias, no sólo de México sino de otros países. Agregaba que "la solidaridad es lo que nos hace falta a todo el mundo, la empatía”.
“Quien sólo vive para sí, está muerto para los demás”, sentenciaba el poeta romano Publio Siro. Coincidimos.