El Día Mundial del Agua se celebra anualmente el 22 de marzo, desde el año 1993, en el que la Asamblea General de las Naciones Unidas respondió a una recomendación realizada durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, llevada a cabo en Río de Janeiro en el año 1992.
Este día se convierte entonces en un medio de llamar la atención sobre la importancia del agua dulce y la defensa de la gestión sostenible de los recursos de agua dulce; aunque son temas que debiéramos recordar a cada momento, en acciones que realizamos a diario y en las que la mayor parte de la población no concede el valor necesario a cada gota que se derrama, de manera inútil en ocasiones.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) sustenta que al menos 50 litros deben suministrarse por habitante al día, para satisfacer sus necesidades básicas, sin dejar de considerar las complementarias de igual manera.
En el mensaje de la directora general de la UNESCO, Audrey Azoulay, con motivo del Día Mundial del Agua en este año y que tiene como tema “La respuesta está en la naturaleza”, señaló que la cuestión de los recursos de agua potable es uno de los principales desafíos de nuestro siglo, además de que sus repercusiones son múltiples; por ellos, una de las respuestas posibles radica en generar soluciones basadas en el ciclo natural del agua y que promuevan la protección y la restauración de las biosferas.
Y es que de acuerdo con el último informe de la ONU sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos en el Mundo, tres mil 600 millones de personas del planeta -es decir, cerca de la mitad de la población mundial- viven en zonas que pueden padecer escasez de agua al menos un mes al año.
Cabe destacar que dicha cifra podría elevarse a más de cinco mil millones en 2050, mientras que en ese mismo periodo, la demanda mundial de agua (estimada actualmente en unos cuatro mil 600 kilómetros cúbicos anuales) podría llegar a ser de cinco mil 500 o seis mil kilómetros cúbicos al año.
En Panóptico Rojo hemos comentado ya respecto al tema del vital líquido, en el espacio titulado "Mad Max: agua; celebración y revolución".
Recordamos que en un mundo apocalíptico planteado en la saga “Mad Max”, estrenada en el año 1979 y en cuyo escenario escasean el agua, los alimentos y la gasolina, Max Rockatansky se convirtió en una de las pocas figuras que protegían “la ley y el orden” en un lugar sometido por pandillas motorizadas. La tragedia toca a su puerta y decide convertirse en un “justiciero por cuenta propia”, mientras busca sobrevivir buscando, sobre todo, el vital líquido.
El tema del agua se ha vuelto tan actual que hay una nueva cinta llamada “Mad Max: Fury Road”, la cual, más que ser una secuela podría describirse como una versión libre del argumento original de sus predecesoras, o incluso un episodio que relata hechos entre la juventud y la madurez de Max.
El título de la saga elabora un juego de palabras con el diminutivo del protagonista de la misma, Max, pudiendo entenderla de dos maneras: “Loco Max” o “Máxima Locura”. El señalamiento a “Mad Max” bien puede considerarse como un referente cuando en diversos espacios se toca el tema del encarecimiento o la falta de agua a niveles alarmantes, en un futuro que por desgracia parece una realidad, de no tomarse medidas drásticas.
Es interesante comentar el caso de un municipio brasileño en San Pablo: Itu, cuyo nombre indígena significa “gran cascada”. Sus habitantes sufrieron en 2014 la peor sequía que ha azotado al sudeste de Brasil en ocho décadas. Encontrar agua para beber, bañarse y cocinar, bajo temperaturas que alcanzaban los 32 grados, los hacía hacer fila en un quiosco de distribución, donde esperaban con botellas y jarras para poder ser autorizados a llenarlas. La policía de Itu escoltaba los camiones de agua para evitar que fueran asaltados por hombres armados.
Por su parte, la empresa de servicios públicos que abastecía de agua a más de 16 millones de personas en el área metropolitana de San Pablo, no reconoció durante meses la escasez que se avecinaba, evitando siempre utilizar el término “racionamiento”. En el tiempo que duró la seguía, quienes la sufrieron reconocieron que hubiera sido mejor racionarla que no contar ni siquiera con un poco del vital líquido en sus casas. Y en Itu, específicamente, los habitantes redujeron su consumo de agua diario de 62 millones a solamente ocho millones.
Aunque al menos todavía fueron capaces de conseguirla: no llegaron a los grados de “Máxima Locura”.
Otro ejemplo más actual ocurre en Ciudad del Cabo (Sudáfrica), que se estima pasará pronto a ser la primera gran ciudad del mundo en quedarse prácticamente
sin agua potable, e incluso se ha puesto fecha a un “Día cero” (el próximo 12 de abril), cuando las reservas de agua de este lugar estarán únicamente al 13 por ciento de su nivel habitual.
Y es que la utilización actual de agua en el mundo se aproxima al umbral máximo de sostenibilidad, siendo diversos los motivos de la escasez mundial, ya que los recursos de agua dulce están sometidos continuamente a las presiones combinadas del crecimiento demográfico mundial, el cambio climático, el aumento exponencial del consumo y la generalización de modos de vida que dilapidan los recursos.
Según refiere la ONU, en la actualidad más de 663 millones de personas viven sin suministro de agua potable cerca de su hogar, "lo que les obliga a pasar horas haciendo cola o trasladándose a fuentes lejanas, así como a hacer frente a problemas de salud debido al consumo de agua contaminada".
También de acuerdo con datos de la ONU, mundialmente más del 80 por ciento de las aguas residuales generadas vuelve a los ecosistemas, sin ser tratada ni reciclada, y mil 800 millones de personas usan una fuente de agua contaminada por material fecal, lo que las pone en riesgo de contraer enfermedades como cólera, disentería, tifus o polio; es así como el agua no potable y las deficientes infraestructuras sanitarias, así como la falta de higiene, causan alrededor de 842 mil muertes al año.
Estas situaciones provocan que los ecosistemas se degraden y se acentúan aún más los desequilibrios ecológicos y la escasez de agua, aunque investigadores han referido que las oportunidades de explotar las aguas residuales como recurso son recomendables, ya que el agua tratada de una forma segura es una fuente sostenible de agua; en cambio, cuando se descuidan los ecosistemas se dificulta el acceso a los recursos hídricos.
Es por ello que los representantes de la ONU han destacado también la necesidad de "dar prioridad a plantar bosques, reconectar los ríos con las llanuras aluviales y restaurar los humedales devolverá el equilibrio al ciclo del agua, además de mejorar la salud pública y los medios de vida".
El investigador Pedro Arrojo Agudo, en su artículo “La nueva cultura del agua del siglo XXI”, señala que ante la crisis que se relacionan con el agua, emergen tres grandes fallas de crisis por focos de conflicto ligados a la gestión del agua, siendo la primera de ellas una crisis de sostenibilidad, “que suscita movimientos en defensa del territorio y de los ecosistemas acuáticos, frente a la construcción de grandes obras hidráulicas, la deforestación y la contaminación de ríos, lagos y acuíferos”.
También una crisis de gobernanza, “que genera movimientos en defensa de los derechos humanos y de ciudadanía, frente a la privatización de los servicios básicos de agua y saneamiento”; y por último, una crisis de convivencia, “en la medida en que se usa el agua como argumento de enfrentamiento".
De manera reciente y en ocasión del Día Mundial del Agua, Arrojo Agudo se pronunció porque el agua deba gestionarse "como un bien común, al tiempo que el acceso a servicios de agua y saneamiento debe ser garantizado como un derecho humano", para perfilar "una coherencia ética, ambiental, social y política". Coincidimos.