En relación al tema de redes sociales, una de las consecuencias cuando se cometen actos terroristas, en cualquier país del mundo, son los numerosos videos e imágenes de cadáveres y heridos que personas en el lugar de los hechos colocan en sus páginas web o envían en aplicaciones como Twitter; de igual modo, la rapidez con la que los usuarios de redes replican dicha información, no importando cuán gráfica ésta sea.
Herbert Marshall McLuhan fue el primer autor en hablar del mundo como una “aldea global”, luego de sus análisis sobre medios de comunicación, en los años sesenta del siglo pasado; McLuhan no conoció Internet, pero sus investigaciones vislumbraban el futuro: los medios de comunicación de masas han convertido al planeta en una aldea, en donde las redes de información se transforman en una especie de “sistema nervioso” de la humanidad (“la neocorteza cerebral”, según le ha llamado el mexicano Javier Esteinou, doctor en Sociología).
Esteinou ha señalado que la teoría de McLuhan se queda únicamente en lo cultural, sin explicar “los intereses históricos de la dinámica del poder” en los que se enmarca: las transformaciones tecnológico-sociales de los sistemas de información no son ni neutras ni gratuitas. En ello coincido plenamente.
Por su parte, el investigador e historiador español Roman Gubern -quien también ha sentenciado que McLuhan estaba equivocado- utiliza una de las frases del semiólogo italiano Umberto Eco: ‘La red es como una gran librería desordenada, es útil, pero su utilidad es limitada’, enmarcándola en lo que llamó "la pantallización" de la sociedad.
"Un empleado promedio puede llegar a pasar más de doce horas diarias frente a una pantalla (…) La sobreoferta de información, a su vez, supone un empobrecimiento de la comunicación y de la posibilidad real de estar en contacto con lo que ocurre a nuestro alrededor. En otras palabras: más oferta es igual a mayor desinformación e incomunicación", apunta Gubern.
Como ya se ha compartido en este espacio, “diversos académicos han señalado que, en la actualidad, el terrorismo puede entenderse más fácilmente si lo estudiamos desde una primera óptica relacionada con la comunicación, en lugar de referirlo a una óptica de violencia: el éxito relativo del terrorista se medirá entonces no por el número de bajas o el daño material que logre, sino por la atención mediática que reciba. (…) Cabría en este momento hacernos la pregunta: ¿Qué papel estamos jugando, entonces, como observadores de estas acciones violentas?” (en ‘Panóptico Rojo’, domingo 5 de octubre de 2014).
Precisamente en la semana que termina, una de las noticias relevantes y más indignantes fue la del atentado supremacista contra dos mezquitas de la ciudad de Christchurch: el peor ataque terrorista en la historia de Nueva Zelanda, en el que al menos cuarenta y nueve personas murieron y más de 40 resultaron heridas, según confirmó la primera ministra de dicho país, Jacinda Ardern.
El atacante, de 28 años de edad, entró armado en la mezquita Al Noor de Christchurch y disparó contra las personas reunidas en la oración del viernes, además de retransmitir la grabación por las redes sociales mediante una cámara adherida a su cuerpo; poco después del primer acto terrorista, otras siete personas fueron asesinadas a tiros en la mezquita de Linwood, ubicada a cinco kilómetros de Al Noor.
Numerosos usuarios de redes sociales compartieron el video de la masacre en mezquitas de Nueva Zelanda, transmisión en vivo que duró unos 17 minutos, según algunos informes, y el cual a pesar de la solicitud de la policía de Nueva Zelanda de que no fueran replicadas las imágenes "extremadamente angustiosas" de las matanzas de Christchurch y que en cambio se retiraran de las principales plataformas de internet -como YouTube, Facebook y Twitter, entre otras- continuó circulando y viralizando el violento contenido.
Hemos comentado sobre el tema del terrorismo en diversos momentos. Desde la ocasión en la que #JeSuisCharlie se convirtió en uno de los ‘hashtags’ más difundidos en la historia de Twitter, al ser replicado por personas en diversos países con acceso a la red social, en solidaridad con los periodistas de la revista satírica francesa Charlie Hebdo, cuando doce personas fueron asesinadas durante un ataque terrorista a la redacción de la revista, en Francia, pasando por el caso de los periodistas estadounidenses Jim Foley y Steven Sotloff, además de los colaboradores humanitarios de origen británico, David Haines y Alan Henning, cuyas ‘decapitaciones’ y muertes, llevadas a cabo por una ‘agrupación fundamentalista’ en un lapso poco mayor a un mes, fueron grabadas y colocadas en sitios de internet.
Tristemente, estos son únicamente dos ejemplos de una larga lista de atentados terroristas que han ocurrido en los últimos años; sin embargo, tal como lo ha destacado el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, en su mensaje 2018 al respecto del tema, "el terrorismo es una de las cuestiones más complejas de nuestro tiempo y una grave amenaza para la paz y la seguridad internacionales. De Tayikistán al Reino Unido, de Bagdad a Barcelona, ataques despiadados nos han conmocionado a todos. Ningún país puede creerse inmune; casi todas las nacionalidades del mundo han sido víctimas de atentados terroristas".
Guterres también aseveró que, después de los atentados terroristas, rara vez se toca el tema de nuevo de los muertos o de los heridos: personas que se dedicaban a sus quehaceres cotidianos cuando sus vidas cambiaron para siempre, además de los familiares y amigos que les sobreviven y que deben aprender a vivir con la carga del terrorismo durante el resto de sus vidas.
Salustiano Del Campo, en “Terrorismo y sociedad democrática” afirma que “el terrorismo va dirigido contra la gente que mira, no contra las víctimas; su función es claramente comunicativa”. No hay que perder de vista que el terrorismo es, en esencia, un arma psicológica y un generador de efectos, entre los que podemos mencionar la destrucción de los valores comunitarios o el simple hecho de inhibir la responsabilidad ciudadana, como resultado secundario al temor generado.
Tras el ataque terrorista del viernes en Nueva Zelanda, tres personas fueron detenidas y el homicida que grabó su ataque compareció este sábado ante un tribunal: fue acusado de asesinato y el primer ministro australiano, Scott Morrison, lo describió como “terrorista extremista, de derechas y violento”; por su parte, la primera ministra neozolendesa aseguró que aparentemente las armas habían sido modificadas y anunció cambios en la ley respectiva: “Ha llegado la hora de cambiar nuestra legislación sobre la posesión de armas de fuego”, aseveró.
Ardern también afirmó que entre las víctimas podría haber refugiados y migrantes: “Se trata de uno de los días más oscuros de la historia neozelandesa. Está claro que esto sólo se puede describir como un ataque terrorista”, declaró.
En Panóptico Rojo anotamos que en una aldea global en la que gran parte de la población mundial es observadora de acciones violentas, actos terroristas y espirales de conducta racista y xenófoba, debemos tener en claro, entonces, que el odio es opcional. El escritor italiano Umberto Eco señalaba que “el fin del terrorismo no es solamente matar ciegamente, sino lanzar un mensaje para desestabilizar al enemigo”. Coincidimos.