En una rueda de prensa de hace algunos años, Jolie expresó sus motivos para formar parte de ACNUR, con las siguientes palabras: “No podemos cerrar a nosotros mismos la información de la crisis y pasar por alto el hecho de que millones de personas están sufriendo por ahí. Honestamente quiero ayudar. No me siento diferente a las demás personas. Creo que todos queremos justicia e igualdad, la oportunidad de una vida con sentido. A todos nos gustaría tener una ayuda si estuviéramos en una mala situación”.
Y en esta semana que concluye, la actriz criticó al Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), durante su participación en un debate sobre la situación humanitaria en Siria, señalando que “se tienen potestades para hacer frente a las amenazas para la paz y la seguridad internacional, pero no han sido utilizadas (…) El problema es que no hay voluntad política”. Y como ya es una constante, quienes siempre resultan afectados, por supuesto, es la población civil y, de manera especial, los refugiados, que en el caso de Siria y según datos proporcionados, llegan a los cuatro millones.
A esta noticia que fue comentada en diversos medios de comunicación nacionales e internacionales, podríamos ligar la información de que este 29 de abril próximo se conmemora el “Día de todas las Víctimas de la Guerra Química”, y que en este 2015 se cumple el centenario de la utilización a gran escala y por vez primera de armas químicas en combate, mismo que tuvo lugar en Ypres, Bélgica, en donde el cloro gaseoso fue una letal arma de guerra.
En conferencia de prensa, el pasado 21 de abril, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, recordó que el mundo no está libre de la amenaza de las armas químicas. "En este solemne aniversario, recordamos las atrocidades con la convicción de asegurarnos que a diferencia del gas, las amenazas no desaparecen", dijo. Hace apenas dos años, los informes sobre el uso de armas químicas en Siria sirvieron como una alarmante llamada de advertencia para la comunidad internacional acerca de la amenaza que sigue representando el uso de estos tóxicos.
El titular de la ONU apuntó también que el rechazo mundial a la utilización de armas químicas en esa batalla llevó a la firma, en 1925, del Protocolo de Ginebra que prohíbe este tipo de artefactos de muerte. Setenta años más tarde, la Convención de Armas Químicas hizo obligatoria la destrucción de éstas por todos los Estados. Dicha “Convención sobre la Prohibición del Desarrollo, la Producción, el Almacenamiento y el Empleo de Armas Químicas y sobre su Destrucción” forma parte de la categoría de instrumentos internacionales de derecho internacional que prohíben el uso de armas cuyos efectos son particularmente condenables, tales como el empleo de medios de guerra químicos y bacteriológicos.
Las armas químicas modernas fueron introducidas durante la Primera Guerra Mundial, como respuesta a la denominada “guerra de trincheras”. La ventaja táctica de utilizarlas ha ido disminuyendo con el tiempo, pero ello no les resta una larga historia de horrores, cuando son utilizadas en contra de la población y de los combatientes. Los agresivos químicos fueron uno de los principales elementos utilizados en combate, en la década de los cincuenta.
Algunos investigadores han señalado entre las armas químicas más destacadas y peligrosas al agente nervioso A-232 Novichok-5, del cual es imposible protegerse con una máscara de gas; también, el gas VX, uno de los más tóxicos en los arsenales de EE.UU y que afecta la transmisión de impulsos nerviosos, lo que se manifiesta en convulsiones, para luego llegar a la parálisis general.
Un químico utilizado recientemente es el sarín, también conocido como GB, un agente nervioso volátil y tóxico, del que una sola gota, del tamaño de la cabeza de un alfiler, es suficiente para matar a un humano adulto rápidamente. Sobre el sarín, la ONU confirmó en el año 2013 un ataque con armas químicas, mediante cohetes de diseño especial cargados con sarín, en la guerra civil siria.
Liberado en el aire, el sarín se extiende en el ambiente de manera rápida, siendo una amenaza inmediata pero de corta duración. El sarín fue desarrollado en 1938, en Alemania, y fue utilizado por el grupo sectario Aum Shinrikyo para atacar en el año de 1995 el metro de Tokio, matando a trece personas.
Otra de las armas químicas más conocidas es el gas mostaza, denominado así por su característico olor a mostaza podrida, cebolla y ajo. Afecta especialmente a los ojos, las vías respiratorias y la piel, siendo un irritante y posteriormente causando mayor daño a las células del cuerpo. Su acción es retardada.
Sin embargo, el arma química que más muertes ha causado es el fosgeno, un agente asfixiante considerado como uno de los más peligrosos que existen en la actualidad. Durante la Primera Guerra Mundial, el fosgeno representó el 80 por ciento de todas las muertes por ataques químicos, y aunque no es tan tóxico como el sarín o el VX, es más fácil de fabricar y por ello más accesible.
Los nombres en la lista de personas inocentes que han visto sus vidas destruidas por ataques químicos, sigue aumentando y no existe el modo de garantizar que la humanidad pueda librarse de la amenaza que representa el uso de armas químicas, pero aprendamos en la medida de lo posible del pasado. “Quien olvida su historia, está condenado a repetirla”, señaló en su momento el poeta y filósofo español Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana y Borrás. Frase que está escrita en la entrada del bloque número 4 del campo de Auschwitz I, en polaco y en inglés:
"Kto nie pamięta historii, skazany jest na jej ponowne przeżycie".
"The one who does not remember history is bound to live through it again".