Algunos investigadores comentan que la ‘Nueva Canción Latinoamericana’ nace en la década de 1960, dando voz musical a la renovación de conciencia de los pueblos, los nuevos planteamientos sobre la tradición y la revalorización de la identidad propia transmitidos de manera popular; algunos la califican incluso como un ‘instrumento político y estético’
El concepto incluye a “aquella música que renueva el canto folclórico latinoamericano con una importante característica de denuncia social. Se presenta, en general, como alternativa local frente a la música extranjera, de origen anglosajón o europeo, y pretende establecer un puente entre el pasado, tradicional, y el presente de su tiempo”.
Tales serían los cimientos de la ‘ola de canciones comprometidas’ surgida en Latinoamérica y en España, que posteriormente y con el filtro de la protesta social tuvieron una gran expresión en Cuba: se puede mencionar que el estilo musical llamado trova nació en Santiago, en la voz de músicos bohemios que recorrían la ciudad con su guitarra para interpretar sus canciones en cualquier bar o plaza.
Algunos nombres que se pueden mencionar son "Pepe" Sánchez, padre de la canción trovadoresca cubana, primer maestro de grandes trovadores, y posteriormente los de creadores del ‘Movimiento de la Nueva Trova Cubana’, tales como Pablo Milanés, Silvio Rodríguez y Noel Nicola, cuyas composiciones incluyen desde anécdotas personales hasta críticas sociales para promover el despertar de la conciencia y la reflexión, ambos con tinte social.
En México, las primeras expresiones musicales ‘de protesta’ tuvieron su origen en los corridos de la Revolución Mexicana, a inicios del siglo XX, mismos que también fueron popularizados por el cine mexicano; después se agregaron las canciones de la Guerra Civil española y las de la posguerra, que llegaron siendo un símbolo de lucha y en boca de los inmigrantes a América Latina.
Es interesante en este momento contrapuntear lo que hemos señalado en los párrafos anteriores, con uno de los textos más representativos de la narrativa de la revolución mexicana: “El águila y la serpiente”, del periodista-escritor realista Martín Luis Guzmán, publicado en Madrid en 1929; se ha señalado que dicho texto es testimonial y sin embargo existen en él ‘lagunas narrativas’. Tal vez “la revolución causa en Guzmán y en los intelectuales un vacío en sus discursos explicativos sobre el mundo. La autoridad revolucionaria, que parece imponerse desde la nada, desde la imprevisión más absoluta, anula la autoridad del autor”, tal como destaca el investigador Horacio Legrás.
Retomemos entonces el hilo de estas líneas ‘musicales’ señalando que los trovadores contemporáneos son un completo antónimo a que se ‘anule la autoridad del autor’. Tal es el caso de dos excelentes músicos que ya forman parte del repertorio artístico representativo de Cuernavaca: María Jimena, poseedora de una hermosa voz, y Alfonso Maya, compositor de temas tan conocidos -sobre todo entre los morelenses- como “La niña de las flores” y “Tu fantasma”.
Ambos ofrecieron la noche de este sábado pasado un emotivo concierto, en el que la figura central fue el cantante conocido afectuosamente como Poncho Maya; entre los asistentes se encontraba un personaje comprometido ampliamente con las labores de seguridad pública en el sexenio pasado, y fue como surgió entonces la idea, amable lector, de ceder algunas líneas de esta columna para transcribir parte de las reflexiones que nos compartió ‘Poncho’ en gentil entrevista, acerca de ciertas cuestiones con tinte social.
Sobre la violencia.
“Sí hay violencia y es innegable, pero también hay una promoción de la violencia en la televisión, en los medios: están tratando de ponernos en alarma todo el tiempo (…) detrás de todo lo que es real, hay algo que no lo es: la promoción del miedo, del terror”.
Sobre la agresividad.
“Cuando hago un concierto lo que comparto son canciones con más contenido, que tratan de llevar un mensaje. Creo que no debemos ser alarmistas, e intentar ver las cosas tal como son; sí hay agresividad en todo momento, en todos lados, pero hay que aterrizar un poco y ver las cosas con mayor amplitud”.
Sobre su infancia en Cuernavaca… y el presente.
“Crecí en un lugar que ahora parece ser muy peligroso, Civac. Salíamos a jugar y estábamos todo el tiempo con el futbol, las canicas, los cochecitos… era un mundo donde los niños podían estar todo el tiempo en la calle, jugando, y ahora parece que se ha vuelto más agresivo todo; creo que es por ese mismo miedo que se tiene. En el fondo sí hay gente malvada, pero es más la gente bondadosa: tampoco pensemos que todos van a ser malos y no nos precipitemos, porque es crecer con una paranoia que no te sirve, que sólo te estorba. Hay que seguir confiando en el corazón de la gente”.
El cantautor, antes y después.
“Comencé escuchando a Joan Manuel Serrat, y me encantaba que él tenía temas para todo, que hablaba de cada cosa que vivía; esa versatilidad a mí me interesa mucho desde que empezaba a componer. Por eso hice una canción para “la niña de las flores”: trato de salirme de lo común, para poder hablar de muchas temáticas. El amor es algo que va a estar vigente todo el tiempo, pero si yo me quedara sólo en eso sería muy aburrido para mí. Un cantautor siempre tiene que hablar de sus vivencias, y de todo lo que ve alrededor de él”.
Consejo para los jóvenes.
“No se dejen amedrentar; procuren los buenos momentos, los buenos amigos y aléjense de las malas influencias, de las cosas que no tienen fondo. De entrada hay que quitarnos el miedo impuesto, que no es real; en segundo lugar, hay que tener cuidado: sí hay gente que es agresiva, pero no hay que acercarnos a lugares donde no es el momento de estar. Hay que andar por la luz, en la buena sintonía. Vale la pena creer en la bondad de la gente porque en realidad todos la tenemos, y somos de la misma hechura”.
“Yo sé que os habéis posado / sobre el juguete encantado, / sobre el librote cerrado, / sobre la carta de amor, / sobre los párpados yertos / de los muertos". - ‘Las moscas’, poema de Antonio Machado hecho canción por J. M. Serrat.