(Primera de dos partes)
Ha transcurrido una semana durante la que -incontables- espacios de la prensa escrita, tiempo aire de televisoras, horas de espacios radiofónicos y plataformas de medios digitales, nacionales e internacionales, se han alimentado una y otra vez con unánimes condenas respecto al homicidio del reportero gráfico y corresponsal de la agencia Cuartoscuro y de la revista Proceso, Rubén Espinosa Becerril, así como de la activista Nadia Vera Pérez y de otras tres mujeres que se encontraban junto a ellos, delitos ocurridos el 31 de julio en el Distrito Federal.
Incluso la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la Organización de los Estados Americanos (OEA), desde su sede en Washington, D.C. y mediante el comunicado de prensa R84/15, ha condenado el asesinato del fotoperiodista y de las otras cuatro víctimas, e instado a las autoridades mexicanas “a actuar de manera pronta y oportuna para investigar el crimen e identificar y sancionar a los responsables”.
Entre algunos de los -innumerables- datos que se han dado a conocer, fue el hecho que en una entrevista reciente, Espinosa expresó su temor y relató que, mientras cubría una manifestación de estudiantes, "una persona de la ayudantía del Gobierno del Estado" de Veracruz se acercó y le indicó: "deja de tomar fotos si no quieres terminar como Regina". Regina Martínez fue una periodista veracruzana, asesinada en el 2012.
La organización Article 19,que defiende la libertad de expresión y la libertad de información como derechos humanos fundamentales cruciales para la libertad y la democracia, en uno de sus primeros señalamientos respecto al caso de Rubén apuntó en un “press release”: “El homicidio de Rubén Espinosa marca un nuevo hito en la violencia contra la prensa en México. Es la primera vez que un periodista desplazado es asesinado en el Distrito Federal”; y agregaba su preocupación respecto a que “la Ciudad de México deje de ser el refugio seguro que albergaba a decenas de periodistas desplazados de otras entidades”.
Hasta el momento, la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) investiga el caso, y tanto la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) como la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal han reprobado los asesinatos; de igual modo, se ha demandado una investigación que señale objetivamente si el homicidio de Espinosa está vinculado con su profesión.
Por su parte, la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión (FEADLE) de la Procuraduría General de la República (PGR) "ha mantenido estrecha comunicación" con la PGJDF "debido a las circunstancias del caso", y "ha ofrecido su total apoyo"; la dependencia federal inició -únicamente- el acta circunstanciada 139/FEADLE/2015.
Quien esto escribe organizó el “Curso Manual de Prevención de Delitos cometidos en contra de la Libertad de Expresión” en Cuernavaca, Morelos, para periodistas y comunicadores, mismo que fue impartido por personal de la Subprocuraduría de Derechos Humanos, Prevención del Delito y Servicios a la Comunidad, de la FEADLE-PGR, en febrero del año pasado. De esa experiencia, me quedó muy clara una cuestión respecto a los periodistas, al menos en el estado de Morelos: No hay unidad (“espíritu de cuerpo”, podrían llamarle en algunos ámbitos).
En la sociedad actual existe un individualismo exacerbado que conduce a la fragmentación social, de la cual no está exenta el gremio de la prensa. “Divide y vencerás”, se ha señalado a lo largo del tiempo. El espíritu de cuerpo, en cambio, consiste en fusionar intereses e ideales para buscar un bien superior; cuando el sentido de pertenencia se destruye, también se destruye la lealtad, intercambiándola como medio para logros personales y ventajas propias.
Lo anterior tal vez sea una cuestión aún más misteriosa para quienes han abrazado recientemente el oficio, de la mano de las nuevas tecnologías, por ejemplo. El periodista y escritor colombiano Gabriel García Márquez, quien señalaba que el periodismo era “el mejor oficio del mundo”, pronunció las siguiente palabras ante la 52a. asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa, SIP, en Los Angeles, Estados Unidos, en octubre de 1996:
“Hace unos cincuenta años no estaban de moda las escuelas de periodismo. Se aprendía en las salas de redacción, en los talleres de imprenta, en el cafetín de enfrente, en las parrandas de los viernes. Todo el periódico era una fábrica que formaba e informaba sin equívocos, y generaba opinión dentro de un ambiente de participación que mantenía la moral en su puesto. Pues los periodistas andábamos siempre juntos, hacíamos vida común, y éramos tan fanáticos del oficio que no hablábamos de nada distinto que del oficio mismo. El trabajo llevaba consigo una amistad de grupo que inclusive dejaba poco margen para la vida privada. No existían las juntas de redacción institucionales, pero a las cinco de la tarde, sin convocatoria oficial, todo el personal de planta hacía una pausa de respiro en las tensiones del día y confluía a tomar el café en cualquier lugar de la redacción. Era una tertulia abierta donde se discutían en caliente los temas de cada sección y se le daban los toques finales a la edición de mañana. Los que no aprendían en aquellas cátedras ambulatorias y apasionadas de veinticuatro horas diarias, o los que se aburrían de tanto hablar de los mismo, era porque querían o creían ser periodistas, pero en realidad no lo eran”.
García Márquez, quien fue Premio Nobel de Literatura y también presidente de la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, destacó en su momento que “el periodismo es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad”, pero se ha “dejado para después la formación de su infantería y los mecanismos de participación que fortalecían el espíritu profesional en el pasado. Las salas de redacción son laboratorios asépticos para navegantes solitarios, donde parece más fácil comunicarse con los fenómenos siderales que con el corazón de los lectores. La deshumanización es galopante”.