Con la ayuda de fundaciones, entre las que se cuentan tres ONGs en Francia y una en Mónaco, la ayuda de Manos Unidas y de la Comunidad Europea, además de -por supuesto- los habitantes del lugar, levantó grupos de casas hasta crear una ciudad en el sitio donde estaba antes un basurero; también fundó una organización sin fines de lucro llamada Akamasoa, dedicada a darles trabajo a los pobladores de Madagascar.
De niño, Opeka aprendió el oficio de albañil y a los quince años de edad entró a un seminario de la orden Lazarista; en septiembre de 1975 fue ordenado sacerdote, en la Basílica de Nuestra Señora de Luján, y luego nombrado para hacerse cargo de una iglesia en Vangaindrano, en el sudeste de Madagascar.
Actualmente es sacerdote de la congregación de San Vicente de Paul y lleva más de treinta años como misionero en Madagascar, uno de los países más pobres del planeta. Sin embargo, el ser un hombre de tez blanca fue el primer obstáculo para poder ayudar a los habitantes del lugar.
Opeka creó la organización no gubernamental denominada Akamasoa (“buenos amigos”, en lengua malgache), misma que se convirtió en una gran ciudad, que en el 2015 contaba con 17 barrios y 25 mil personas; el 60 por ciento de sus habitantes, menores de 15 años. En Akamasoa actualmente hay cinco guarderías, cuatro escuelas, un liceo para mayores y cuatro bibliotecas, con un total de 10 mil escolarizados
Los puestos de trabajo de la organización se crean a partir de la explotación de la cantera de piedra y grava, además de la actividad artesanal y talleres de bordado, un centro de composta implementado junto al vertedero, la separación y clasificación de la basura, las tareas agrícolas y las tareas de la construcción, entre las que se incluyen oficios como albañiles, carpinteros, ebanistas, operadores y obreros que adoquinan las calles.
En uno de los documentales más recientes acerca de la obra del Padre Pedro, el periodista Eddie Fitte anota que al sacerdote lo llaman “la Madre Teresa con pantalones”. Además de levantar centenares de casas sobre terrenos que antes eran basurales y motivar a los pobladores a construir sus casas, Opeka redujo la mortalidad infantil llevando agua potable hasta el lugar donde antes morían hasta siete niños por familia, por consumir agua no potable.
Cabe destacar que según la investigación realizada por el periodista, los predios donde se levantaron las urbanizaciones se compraron con el dinero donado a Akamasoa, que en mayor medida provino de particulares franceses o eslovenos.
Fitte también apunta que Opeka se ha acercado a numerosos organismos internacionales, además de retar a los políticos frente a frente, ya que no logra entender cómo puede haber hecho lo que hizo y que ellos permanezcan inactivos, todos “con la boca llena de promesas, pero ninguno cooperando un céntimo con algo que no fuera el mero abultamiento de sus fortunas personales”.
Se ha repetido en incontables ocasiones que el trabajo dignifica, palabras que en el afán de ayudar a quienes más lo necesitan quedan olvidadas en el proceso. La pobreza no se combate con regalos, sino con trabajo digno y educación. Muchas veces no se comprende que otorgar a otra persona todo lo que quiere o necesita, sin que entienda el esfuerzo que conlleva llegar a obtenerlo, es anularla, volverla cómoda y quitarle la dignidad: en muchos casos, también incentivarla a que, en el futuro, le robe la dignidad a otros. De manera independiente a la condición de la persona, si es pobre o rica, la lección es la misma.
En el año 2007, Opeka fue nombrado caballero de la Legión de Honor francesa; también ha sido propuesto al Premio Nobel de la Paz por Francia, Eslovenia y Mónaco.
Respecto a su labor, el propio Padre Pedro ha resumido ante periodistas que “junto con el amor, el respeto y la oración, mi propuesta tiene tres pilares que son la educación, el trabajo y la disciplina”.
También destaca que “hay Áfricas y Madagascares en muchos de los países de donde venían las personas que llegaban acá ofreciendo su ayuda. A mí me llevó casi 50 años ganarme la confianza de esta gente, no se puede venir por siete días y pretender entablar un vínculo verdadero que no vaya a quedar en el olvido más que en algunas pocas y raras ocasiones”. Coincidimos.