Dicho documento destaca “la importancia que revisten la libertad de expresión y los medios de comunicación libres en la creación de sociedades y democracias del conocimiento inclusivas y en la promoción del diálogo intercultural, la paz y la buena gobernanza”, reconociendo también que la labor de los periodistas a menudo los expone a riesgos concretos de intimidación, acoso y violencia,
El tema que hoy nos ocupa fue elegido para publicarse este domingo en particular porque la resolución A/RES/68/163 proclama el 2 de noviembre como “Día Internacional para Poner Fin a la Impunidad de los Crímenes contra Periodistas”, en conmemoración del asesinato de dos periodistas franceses en Malí, en 2013.
La fecha conmemorativa -señalada en el numeral “3”- es destacada por los medios de comunicación en general, pero no se pone atención especial a las restantes siete manifestaciones contenidas en el escrito.
El primer punto a enfatizar es la condena inequívoca, por parte del organismo internacional, de todos los ataques y la violencia contra los periodistas y los trabajadores de los medios de comunicación, que incluyen situaciones como los actos de tortura, las ejecuciones extrajudiciales, las desapariciones forzadas y las detenciones arbitrarias, así como la intimidación y el acoso.
En segundo lugar, vale la pena resaltar el numeral “6” de la resolución A/RES/68/163, misma que “exhorta a los Estados a promover un entorno seguro y propicio en el que los periodistas realicen su labor de manera independiente y sin interferencia indebida”, por medio de “la adopción de medidas legislativas” y “la realización de actividades de sensibilización en el sistema judicial”.
Respecto a dicha “sensibilización” también se incluye a “los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley y el personal militar”. Por otra parte, aboga por “la vigilancia y denuncia de los ataques contra periodistas” y su respectiva condena pública, además de la “asignación de los recursos necesarios a la investigación de tales actos y el enjuiciamiento de sus autores”.
Es necesario generar conciencia entre los periodistas y la sociedad civil acerca de las obligaciones y los compromisos que se han contraído en virtud de los instrumentos jurídicos internacionales, a menudo vinculantes y que representan uno de los principales medios para favorecer la seguridad de los comunicadores y combatir la impunidad.
Entre dichos instrumentos de derecho internacional podemos mencionar los siguientes: la Declaración Universal de Derechos Humanos, los Convenios de Ginebra, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, la resolución 2005/81 de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y la resolución 1738 (2006) del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) ha hecho énfasis en que durante el último decenio más de 800 periodistas han sido asesinados por llevar noticias e información al público: 115 periodistas fueron asesinados en 2015, mientras que en el 2012, el año más mortífero para los periodistas, fueron condenados 124 casos; en 2014, 98 periodistas fueron asesinados.
La UNESCO agrega que tales cifras no incluyen a los periodistas que a diario sufren de ataques como la tortura, las desapariciones forzadas, la detención arbitraria, la intimidación y el acoso, tanto en situaciones de conflicto y no de conflicto.
De igual modo y de acuerdo con el informe de 2014 del director general de la UNESCO sobre la seguridad de los periodistas y el peligro de la impunidad, menos del siete por ciento de los 593 casos de asesinatos de periodistas durante el periodo comprendido entre 2006 y 2013 se ha resuelto. Si los autores de crímenes contra periodistas saben que pueden atacar su objetivo sin enfrentarse a la justicia, ¿no se crea un círculo vicioso? La impunidad alimenta la impunidad.
A estas estadísticas podemos agregar las presentadas el mes de enero pasado por la Comisión Investigadora de Atentados a Periodistas de la Federación Latinoamericana de Periodistas (Ciap-Felap), en las que se anota que 43 periodistas fueron asesinados en 2015 en América Latina y el Caribe y 342 en la década; los asesinatos de comunicadores se incrementaron en 60 por ciento entre 2006-2015, sin considerar las “desapariciones forzadas”.
Además, en el documento se refiere que durante la década 2006-2015 hubo 342 asesinatos en 17 países, prácticamente todos en la mayor impunidad y en lugares en los que “los poderes fácticos han infiltrado las instituciones públicas, policías, procuradurías, etc., y actúan hoy con bastante impunidad en los países que exhiben la mayoría de los asesinatos”.
El artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos asienta a la letra que todo individuo “tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.
Señala Barry James, de Press Freedom, que “cada periodista asesinado o neutralizado por el terror es un observador menos de la condición humana. Cada ataque deforma la realidad al crear un clima de miedo y autocensura". Coincidimos.
Indictum
La fiesta del Día de los Muertos, tal como la practican las comunidades indígenas, conmemora el retorno transitorio a la tierra de los familiares y seres queridos fallecidos; Octavio Paz, escritor mexicano quien recibiera el Premio Nobel de Literatura en 1990, incluyó su punto de vista al respecto de tal celebración en su libro “El laberinto de la soledad”, escrito en 1950:
“También para el mexicano moderno la muerte carece de significación (…) la frecuenta, la burla, la acaricia, duerme con ella, la festeja, es uno de sus juguetes favoritos y su amor más permanente. (…) Nuestras canciones, refranes, fiestas y reflexiones populares manifiestan de una manera inequívoca que la muerte no nos asusta porque ‘la vida nos ha curado de espantos’ (…) vida y muerte son inseparables y cada vez que la primera pierde significación, la segunda se vuelve intrascendente”.
Al día de hoy, cuando estamos rodeados por un entorno pleno de violencia, tal vez las palabras plasmadas por Paz ya no las leamos de la misma manera. La violencia ha sobrepasado los límites del entendimiento y ha transgredido y vulnerado la vida de las comunidades, instalándose en la cotidianidad de la familia y de la sociedad: formando parte de la vida misma, y de la muerte, dejando cada vez un sitio menor al asombro y a la indignación.