Así lo leemos en el excelente libro “Crimen Punto Org. Evolución y claves de la delincuencia organizada”, de Luis de la Corte Ibañez y Andrea Giménez-Salinas Framis (España, Editorial Planeta 2010), que nos apoyará para comprender todavía más las declaraciones vertidas el pasado viernes por el laureado poeta y escritor Javier Sicilia en alusión al artero homicidio de su hijo Juan Francisco y seis personas más, pero también al Estado fallido. Aclaro: aunque Javier nunca aludió dicho término, el fondo de sus palabras tiene relación con una guerra que la inmensa mayoría de la sociedad mexicana no comprende. Desglosemos.
El escritor pidió realizar un trabajo transparente y sin “chivos expiatorios” a las autoridades que investigan el asesinato –ocurrido el lunes 28 de marzo- de seis hombres y una mujer, entre ellos el de su hijo Juan Francisco, quien era un estudiante de 24 años de edad.
Ojo con lo siguiente. También solicitó dejar de estigmatizar a los jóvenes muertos en la lucha contra el narcotráfico y exigió al crimen organizado retomar sus antiguos códigos de honor: “Los ciudadanos, los niños, jóvenes y familias no se tocan y son sagrados. Vuelvan a sus códigos; sus pleitos, su búsqueda de estar en el mercado es otro problema, pero a la ciudadanía tienen que protegerla”.
Y por otro lado Javier Sicilia también convocó a salir a las calles y exigir a las autoridades el restablecimiento de la seguridad emplazándolas a presentar resultados de la investigación el próximo miércoles, día en el que llamó a realizar una “marcha nacional” encabezada por la llamada Red por la Paz y la Justicia.
Si todo lo expresado por el poeta no tiene relación con un estado fallido, ¿entonces qué es? Continuamos, pues, con el libro mencionado para inferir si estamos o no en tal condición de indefensión: “El efecto político más extendido es la pérdida de eficiencia en el funcionamiento de instituciones públicas, generalmente como consecuencia de la corrupción promovida a distintos niveles y en diferentes áreas para favorecer intereses privados”.
“Esas prácticas corruptas y las complementarias acciones intimidatorias dirigidas contra empleados de la administración suelen ir orientadas a promover la distribución parcial de los recursos, quebrando así el principio de equidad en la implementación de políticas públicas. Una forma alternativa de generar efectos semejantes, aunque más graves, tiene lugar cuando una organización criminal logra extender su influencia hasta las altas esferas políticas, lo que le permite condicionar el ejercicio del poder legislativo y ejecutivo, que afecta la promulgación de leyes o a la toma de decisiones gubernamentales”.
“El crimen organizado puede erosionar también los fundamentos y pilares del Estado de derecho. La propia acción del crimen organizado constituye ya un desafío para el mantenimiento del principio de legalidad vigente. La quiebra de este principio podría ser impulsada de varias maneras, aunque las fórmulas más habituales están mediatizadas por algún cambio en la cultura política, es decir, en el sistema de valores, creencias y actitudes que condicionan la acción política de los ciudadanos”.
“De entrada, la impunidad de la que en ocasiones gozan las actividades ilegales relacionadas con la delincuencia organizada puede generar desconfianza ciudadana respecto del ordenamiento jurídico, lo cual alimenta un proceso de deslegitimación del sistema judicial en particular, y del sistema político en general. Como es obvio, el conocimiento o la sospecha de que el crimen organizado ha logrado infiltrarse en las administraciones públicas y condicionar leyes y decisiones políticas no hará sino reforzar la deslegitimación de la justicia y del Estado. Y lo mismo puede ocurrir cuando, haciendo uso de diversos recursos, las organizaciones criminales que vulneran sistemáticamente la ley consiguen ganar cierto respaldo popular, por ejemplo invirtiendo dinero en obras y servicios sociales o promoviendo campañas en las que acusan al Estado de ineficacia y discriminación”.
“Cuando esas campañas tienen éxito o cuando la desconfianza hacia el Estado y las instituciones públicas forman parte de la cultura política local, las organizaciones criminales pueden llegar a crear sus propios sistemas de justicia alternativos o paralelos, lo cual les permite investirse de autoridad para resolver conflictos, regular comportamientos, vender favores y usurpar funciones propiamente estatales, incluida la regulación del crimen común”. Esto es el estado fallido. ¿Hay semejanza con nosotros o es simple coincidencia? Luego le seguimos.