Una opción valiosa si tomamos en cuenta que la mayor parte de tal mejora se ha debido a personas que dieron muestras de superación; muchas veces contra el orden establecido y otras a favor, debido a que quien pagaba los servicios prestados era siempre el poder; ya fuera político, religioso o económico. El conformismo, pues, es una de las causas de la pobreza, mientras el cambio crea prosperidad.
Lo anterior es un preámbulo para reflexionar sobre lo que acaba de suceder en el mercado “Adolfo López Mateos”, otrora considerada la principal central de abasto en nuestra entidad federativa, misma que hace años dejó de ser referente para fijar precios de productos perecederos en base a la oferta y demanda, lo cual se hace a diario en Iztapalapa, DF. Debido a los conflictos ahí existentes y el recurrente conformismo, el ayuntamiento de Cuernavaca canceló cualquier proyecto de remodelación mediante la inversión de 850 millones de pesos provenientes del sector privado y el público (capital federal, estatal y local), y que los concesionarios de algunos espacios recuperarían a través del otorgamiento de servicios, abarcando desde la operación de un gran estacionamiento hasta la apertura de sucursales bancarias. Desconozco quién comenzó la broma (como dice una canción de los Bee Gees), pero muy rápido cundió la falsa versión de que las autoridades estatales y municipales promoverían a “competidores desleales” de los comerciantes fijos y semifijos, en el mismísimo epicentro donde, en 1964, comenzaron sus actividades.
Una vez más el “Adolfo López Mateos” volverá a rezagarse, manteniéndose como uno de los dos prototipos del subdesarrollo cuernavaquense. El otro es la colonia “Patios de la Estación”. Tocante al caso del mercado, la situación es comprensible, pues la proliferación de intereses económicos generó una representación y organización de locatarios fijos, semifijos y vendedores ambulantes fragmentada. Esta dispersión impide la coordinación de esfuerzos entre el Ayuntamiento y los usuarios del centro comercial. La resultante: deterioro, inseguridad, caos vial, corrupción y abandono.
He aquí los factores que convirtieron al ALM en un centro de abasto poco competitivo frente a las cadenas comerciales instaladas durante los pasados 15 años en Cuernavaca. Las tiendas de autoservicio le ganaron la batalla tanto en número, como en volumen de ventas. Un estudio realizado en mayo de 2006 por el Centro Internacional de Defensoría para el Ambiente y el Desarrollo (OMCED por sus siglas en inglés) sobre el caso de la construcción de COSTCO y Mega Comercial en el predio de lo que fuera el Casino de la Selva, señaló que “los locatarios del ALM tenían miedo de que ese proyecto les creara más competencia”. En ese análisis se detalló: “Los comerciantes saben que las mega-tiendas pueden competir en precios, limpieza, vigilancia, comodidad, estética, crédito y promociones, y también por la cercanía en que se instalaron, pero consideran que ellos venden productos más frescos y baratos”. Sin embargo, la OMCED sugería que para contrarrestar el efecto de la competencia, tanto comerciantes como autoridades municipales debían invertir más dinero en mejorar al ALM y hacerlo competitivo. Esto jamás ha sucedido en la medida de las gigantescas necesidades, pues no hay dinero municipal que alcance. El 80 por ciento del presupuesto destinado a los 8 mercados municipales de Cuernavaca lo absorbe el pago de nóminas y los gastos de operación el 20 por ciento restante, por lo que no se consideran recursos reales para el mantenimiento; de ahí el reclamo constante de los fenicios para que las autoridades municipales establezcan programas de rescate, a fin de mejorar la infraestructura e imagen.
Asimismo, son reiteradas las acusaciones de corruptelas entre los administradores del “Adolfo López Mateos” y líderes de comerciantes, perniciosa alianza que causó la remoción de autoridades y la aplicación de auditorías especiales, mientras los funcionarios señalados siempre dijeron que se habían trastocado los intereses de los dirigentes que lucran con algunos servicios de esa central de abastos, partiendo de ahí las acusaciones. Guillermo Sánchez Vélez fue removido a mediados de enero del año pasado como administrador del ALM. Hubo quienes opinaron que se trató de un movimiento acorde a los cambios ordenados por Manuel Martínez Garrigós tras su arribo a la alcaldía el 1 de noviembre de 2009, pero también circuló la versión de que, o trastocó intereses de algunos líderes de comerciantes, o se alió a ellos como muchos de sus antecesores.
En lo personal, me parece que el conformismo aludido al comienzo de esta columna se debe al desorden solapado por administraciones municipales anteriores. El ALM tiene 3 mil 300 comerciantes empadronados. Cuenta con siete baños (fuente de disputa de ingresos perversos), de los cuales uno se ubica en la sección de flores. Asimismo, hay seis estacionamientos; en cuatro de ellos el Ayuntamiento recauda las cuotas, pero no en los restantes. Los horarios para operar esos espacios han sido aplicados al antojo de ciertos líderes. La línea eléctrica, a la cual están conectados miles de “diablitos”, cuesta al Ayuntamiento alrededor de 600 mil pesos mensuales. Unos 100 trabajadores municipales, que no resuelven la totalidad de la problemática latente, propicia gastos anuales de 10 millones de pesos. La instalación hidráulica data de hace 45 años. El mercado genera casi 4 millones de pesos al año por ingresos propios, pero siempre presenta un déficit financiero en su operación. Pero el caos beneficia a quienes rechazan el cambio.