Los principales invitados fueron todos los ex presidentes mexicanos con vida, a saber: Adolfo de la Huerta, Plutarco Elías Calles, Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio, Abelardo L. Rodríguez y Lázaro Cárdenas.
El hecho de reunir a tales personajes, que a pesar de militar en el mismo Partido de la Revolución, tenían profundas diferencias ideológicas entre sí, llevaba la intención de hacer público el logro de la Unidad Nacional, y de que tal acontecimiento sirviera de ejemplo para quienes persistían en la discordia. Al respecto es importante agregar lo siguiente, extraído del libro “La obra constructiva de la Revolución Mexicana” (1960), de don Jesús Romero Flores, uno de los más brillantes historiadores, diplomáticos y políticos mexicanos, muerto en 1987: “Tal vez influido, todavía, por la encarnizada lucha electoral que se desarrolló en su contra, el general Ávila Camacho, al tomar posesión del gobierno, y aun desde antes, había declarado públicamente que él era creyente y que su gobierno pugnaría por conseguir la Unidad Nacional. Tal posición fue aprovechada por quienes (los reaccionarios) pugnaban por utilizar cualquier flaqueza de nuestros gobernantes a su favor y penetrar todos los sectores del gobierno por cuantos medios hábiles estaban a sus manos”.
Romero Flores narró varios hechos protagonizados por la entonces alta jerarquía católica de México, la cual “importó clérigos de todas las nacionalidades (españoles, franceses y hasta norteamericanos), los cuales estaban posesionados de los mejores curatos, vicarías y congregaciones religiosas”. Allá y entonces se desató una fiebre en la construcción de templos, multiplicándose éstos en todas las ciudades, barrios y colonias, “exprimiendo los bolsillos del pueblo para cooperar a construcciones costosísimas”. Y ni qué decir sobre las incontables escuelas confesionales que se fundaron por doquier.
Así las cosas, en la magna Asamblea de Acercamiento Nacional realizada el 15 de septiembre de 1942, Ávila Camacho expresó: “Han transcurrido 132 años desde aquel en que nuestro pueblo rodeó en Dolores al hombre de iluminada visión que tan merecidamente llamamos el Padre Hidalgo. En el curso de esos 132 años México ha atravesado por experiencias difíciles, guerras crueles y movimientos internos muy numerosos; nacidos a la existencia política en un momento de crisis semejante al actual; hubimos de defender nuestras libertades contra todas las amenazas. Contra las amenazas de fuera, que nos impusieron conflictos capaces de reducir nuestro territorio, pero no de menguar nuestra dignidad. Y contra las otras, las amenazas de adentro, que en vano procuran desviar el caudal de nuestras justas aspiraciones y que fueron siempre vencidas por la marcha ascendente del pueblo hacia el bien y la redención”. Etcétera. Hasta aquí la reseña histórica.
Regresemos, pues, al acto organizado la víspera por el Comité Municipal del PRI en Cuernavaca, al cual asistió el alcalde Manuel Martínez Garrigós. Sobre el evento me llamaron la atención dos cuestiones: la primera, que alguien se haya acordado de Ávila Camacho (fue vecino nuestro durante varias décadas), y la segunda, una parte del discurso pronunciado en su honor por Martínez Garrigós. Estos son los conceptos aplicables al momento actual: “Hoy más que nunca, y ante los retos que se nos avecinan como partido, los priístas tenemos la obligación de recordar a Ávila Camacho, de rememorar el Día de la Unidad Nacional convocado por él con una gran visión política, mismo en el que dirimieron sus diferencias políticas los presidentes Adolfo de la Huerta, Pascual Ortiz Rubio, Plutarco Elías Calles, Emilio Portes Gil, Abelardo Rodríguez y Lázaro Cárdenas”. Ojalá y se entienda el mensaje político implícito, sobre todo considerando que el edil cuernavaquense ha sido a quien más han tundido propios y extraños en su ruta hacia la obtención de la candidatura gubernamental tricolor. Por cierto, en breve llegarán a la capital morelense 80 nuevos vehículos que serán adscritos a labores de vigilancia de la Secretaría de Protección y Auxilio Ciudadano, a cargo de Mario Ayón Rodríguez. Desde luego, también se reforzará la disponibilidad de equipo y otros menesteres indispensables para la prevención del delito.
Finalmente he de referirme a Mario Alberto Oliva Ruiz, director de Administración de los Servicios de Salud en Morelos (SSM). Ha ocupado varios cargos en la misma estructura de los SSM, pero desde su arribo a tan importante área (ahí se gesta cualquier número de adquisiciones), determinadas empresas de reciente creación han ganado contratos millonarios. Entre ellas destacan Imagen de Inmuebles, S.A. de C.V. (servicios de aseo y limpieza); Tecno Copias Morpasa (servicio de copiadoras); Mosconi Fumigaciones (control de plagas); Empresa de Seguridad Privada (protección, resguardo y servicios empresariales); Medam, S.A. de C.V. (recolección de residuos peligrosos); Nadros, S.A. de C.V. (medicamentos y material de curación); y Servicios de Comedores y Estudios de Laboratorio y Gabinete. En la cada vez más cercana efervescencia electoral, dicho personaje, según se dice en los mentideros de los SSM, está asegurando su futuro económico, mientras el patrimonio político y social de sus superiores inmediatos se coloca en grave riesgo. El administrador de marras llegó al Sector Salud proveniente del IEBEM, donde estuvo en la misma posición, obteniendo pingües ganancias. Al buen entendedor…