El acto comenzó a las 17:30 horas, reuniendo a importantes miembros de la sociedad local y, desde luego, a políticos de diferentes ideologías. Y mañana domingo hará lo propio Juan Salgado Brito, “ex” de muchas cosas en Morelos, en el Museo de Cuernavaca o Antiguo Ayuntamiento, a las 10:00 de la mañana. La obra de JSB se titula “Juan Salgado Brito, vivencias y relatos”, donde describe su paso por la vida pública desde tiempos de Felipe Rivera Crespo (sexenio 1970-1976), pasando por la rica enseñanza que a muchos morelenses prodigó Don Lauro Ortega Martínez, el mejor gobernador que ha tenido esta entidad (1982-1988), hasta llegar a su anexión al Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), a cargo del tabasqueño Andrés Manuel López Obrador, quien le podría dar un susto a determinados politicastros locales durante los comicios del año próximo. No tengo la menor duda de que AMLO será el candidato de las izquierdas mexicanas a la presidencia de la República.
Aunque ya lo hice el pasado 25 de agosto, hoy retomaré fragmentos del libro presentado la víspera por Carrillo Olea, simplemente porque de vez en cuando es necesario refrescar la memoria de propios y extraños en coyunturas específicas. Y la ebullición preelectoral hacia las elecciones concurrentes del primero de julio del año entrante lo será. Los morelenses tendremos allá y entonces una magnífica oportunidad para no volver a equivocarnos cuando, en alrededor de un minuto y dentro de la intimidad a que invita el reducido espacio colocado exprofeso por las autoridades electorales, crucemos la boleta de votación. Seremos, pues, partícipes de un referéndum o de una revocación de mandato.
Nadie ignora que JCO comenzó su gestión en mayo de 1994 y concluyó cuatro años más tarde debido a lo que él mismo considera “una acción perversa” ordenada por el entonces presidente de la República, Ernesto Zedillo, pero operada de manera directa por Liébano Sáenz, su poderoso secretario particular. Carrillo añade como parte del complot a otros personajes adscritos al principal círculo de colaboradores del otrora titular del Poder Ejecutivo Federal, entre quienes destacaba el procurador general de la República, Jorge Madrazo Cuéllar. Obvio, el general en retiro también cita a Graco Ramírez Garrido Abreu, actual senador dentro del grupo parlamentario del Partido de la Revolución Democrática (PRD).
La parte concerniente a la defenestración del general contiene información de sobra conocida en Morelos. En un “mea culpa”, admite que el conflicto con Zedillo surgió cuando la entidad experimentaba una situación negativa tocante a la seguridad pública, “sobre todo por los constantes secuestros, un mal endémico del Estado, pero de ninguna manera era peor que el problema de los feminicidios en Ciudad Juárez, que ya para entonces se había convertido en un escándalo internacional. Tampoco era peor que la inseguridad en Sinaloa, con sus secuestros y ejecuciones, o en Baja California, donde el narcotráfico se había apoderado de las ciudades de Tijuana y Ensenada y donde también las ejecuciones eran algo cotidiano. A pesar de lo muy lamentable del caso, tampoco era más grave que la que se vive actualmente en Morelos”.
Indica que la problemática pudo ser combatida e inclusive resuelta con la colaboración del presidente, pero no ocurrió así pues el “jefe de la nación”, por angas o mangas, le guardaba rencor. Para aquel distanciamiento prosperaron algunas intrigas. Lo anterior no es ningún secreto para determinados comunicadores sociales de Morelos, como tampoco lo es el hecho de que Liébano Sáenz utilizó a su antojo a Graco Ramírez. Tampoco ignoramos que el actual senador ha sido un traidor de la izquierda mexicana y que se trata de un mercenario vendido al mejor postor. No desconocíamos el hecho de que el multicitado legislador federal proporcionó sus servicios a varios presidentes de la República y a ciertos personeros de ellos mismos, como sucedió con Luis Echeverría Alvarez (1970-1976). Nadie del sector público federal ignoraba en ese tiempo que Graco y Rafael Aguilar Talamantes, fundador del Partido Cardenista de Reconstrucción Nacional, cobraban en el extinto Instituto Mexicano del Café (IMCAFE). Etcétera.
Pero el libro de Carrillo Olea, en el capítulo concerniente a Morelos, plasma información nueva respecto al pernicioso pasado de Graco Ramírez. Y hoy que el senador perredista se esfuerza por proyectar un cambio profundo en su camaleónica personalidad y convenenciera actitud, así como la imagen de gran estadista, vale la pena transcribir lo siguiente. Según el ex gobernador, entre 1978 y 1982 Graco cobró en la Dirección de Transportes de Sidermex y en el Fideicomiso Acapulco; entre 1983 y 1988 lo hizo en el Departamento del Distrito Federal y en la Secretaría de Gobernación; entre 1988 y 1994 estaba en las nóminas del Partido del Trabajo, entonces sin recursos oficiales, subsidiado por la Secretaría de Gobernación; entre 1995 y 2000 cobró en la Lotería Nacional, la Secretaría de Desarrollo Social, la Secretaría de Gobernación y la Secretaría de Gobierno del DF; y desde 1998 hasta 2000 lo hizo en Caminos y Puentes Federales (Capufe). A principios de 2001 –agrega Carrillo- regresó a la nómina de Morelos invitado por el gobernador Estrada Cajigal. Hizo además “estudios hacendarios” y “proyectos conceptuales” para la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales. Y finaliza el ex gobernador: “Hoy es senador de la República sin que haya obtenido un voto, y siguiendo su práctica recibe dinero otra vez del gobierno de Morelos, además de los de Puebla (hasta el 2010), México y DF”. Hasta aquí el libro de Carrillo Olea. Efectivamente: medio mundo sabe que la Sedesol financia hoy al legislador federal.