¿Cómo es que aprendieron de los errores?”. Paredes respondió: “Lo fundamental es reconectarse con las grandes causas de las mayorías”. “¿Ustedes entendieron que se retiraron de esas grandes causas?”, interrogó la periodista, y la experimentada política mexicana, ex gobernadora de Tlaxcala y “ex” de muchas cosas a nivel nacional contestó: “Esta dirigencia asimiló que es fundamental reavivar el diálogo con las grandes mayorías sociales y lograr que se nos entienda; a veces parece que hablamos otro idioma, no es fácil comunicarse en esta etapa y el ejercicio del poder desgasta; a veces los gobernantes quieren resolver cosas y no es tan sencillo”.
El poder desgasta. Esta parte de la entrevista es la que me interesa rescatar hoy frente a quienes, de manera frenética, buscan ser candidatos a la gubernatura morelense por cualquier partido político. Hay quienes actualmente ocupan cargos dentro de la administración pública o espacios de representación social, pero algunos de ellos están sometidos a más fuertes presiones o demandas ciudadanas que otros. Su capacidad de respuesta marcaría el nivel de desgaste durante el ejercicio del poder. Empero, también abundan quienes, sin tener funciones ejecutivas ni el poder de decisión ante tal o cual circunstancia, cómodamente se inscribieron en la carrera por la gubernatura siendo favorecidos por los indicadores positivos de algunas encuestas y no afectados por los negativos que el propio desgaste del poder genera.
Chequen ustedes el siguiente fragmento del ensayo titulado “El poder y su desgaste”, del antropólogo Alfonso Barquin, publicado en la revista Convergencia de mayo-agosto de 2003 (número 32) por la Universidad Autónoma del Estado de México. Ahí encontramos elementos para comprender las causas del desgaste que determinados personajes sufren cuando cumplen con una función pública. Pregunta el autor: “¿Cuál es el origen del desgaste?”. Y responde: “Existen múltiples razones, entre las cuales podemos mencionar (…) ordenar cosas imposibles de hacer (en forma, tiempo y volumen); un intercambio deficiente; control o violencia excesiva; apariciones de fuentes alternas, en el caso del intercambio; transformación de necesidades; diferencias culturales; diferencias generacionales; transformaciones del entorno local, regional, nacional, mundial, etcétera. Los anteriores factores podemos agruparlos de acuerdo con su origen: si se derivan de elementos y determinaciones surgidas dentro del propio proceso, se puede caracterizar como factores de desgaste interno; por otro lado, si proceden de transformaciones al margen de los actores y tienen su origen en cambios del entorno o estructurales, que no controlan los actores involucrados, se presentan como factores de desgaste externo”.
¿Cómo se explican entonces los enfrentamientos efectivos que se dan en todos los niveles de una sociedad, a propósito del ejercicio del poder? Añade Barquin: “Son provocados por la divergencia de intereses en torno al ejercicio del poder. Sin embargo, estos fenómenos no surgen de la existencia a priori de una relación asimétrica, pues para que el poder ‘sea’ se tiene que ejercer; se tiene que buscar cristalizar la situación diferenciada, en alguna dirección concreta y con algún fin. Así es que para que surja la resistencia a una entidad, deben existir uno o varios sucesos que pongan en evidencia las diferencias supuestas, es decir, que se relacionen asimétricamente estos sucesos”. En resumen: el poder se ejerce y el resultado genera desgaste. Del ejercicio del poder aparecen ganadores y vencidos. Aquí y en China.
Conforme nos acercamos al proceso electoral de 2012 (el primero de julio habremos de elegir simultáneamente al nuevo presidente de la República y el relevo de Marco Adame Castillo en la gubernatura de Morelos) observamos cómo se decantan las posiciones dentro de los partidos políticos. A estas alturas del juego partidista empiezan a difundirse algunas encuestas cuyo objetivo fundamental debería ser, con absoluta objetividad y profesionalismo, medir la rentabilidad electoral de quienes aspiran a los cargos de elección popular que se disputarán el año próximo. En tal contexto, algunas ponen especial énfasis a los indicadores negativos proyectando los sesgos que de manera natural acatan la voluntad de quienes financian esos estudios de opinión pública (de ello me ocuparé en otra ocasión). Obviamente, al ser divulgados por los medios informativos pretenden impactar sobre los potenciales electores por su lado emocional y no por el racional.
Y como muy pocos comprenden las causas del desgaste en el poder -tal como las hemos querido analizar hoy- curiosamente se favorece con indicadores positivos a personalidades que no se encuentran bajo ataque político, ni sometidos a las constantes presiones ciudadanas. Desde la comodidad de un café o restaurantes lujosos (inclusive en la Ciudad de México) generan “consensos” y propalan la idea de que ellos “son los buenos”. Los malos son aquellos que hoy están responsabilizados de la función pública, aunque sean de su mismo partido. Y ya que mencioné a las diferencias generacionales como una de las causas del desgaste en el poder, el mejor ejemplo lo personifica el alcalde de Cuernavaca, Manuel Martínez Garrigós, cuya juventud, muy estúpidamente, ha sido subestimada. En la larga lista de los aspirantes a la gubernatura aparecen los mismos de hace 20 o 30 años. Además, a las presiones del partido en el poder ejecutivo estatal, el edil cuernavaquense también ha tenido que soportar, paradójicamente, el fuego amigo dentro de un instituto político cuyas principales características siguen siendo la traición y la escasa cohesión interna.