Y respecto a nuestra entidad federativa, la “encuestitis” empieza a causar estragos entre los desesperados aspirantes a la candidatura gubernamental de los partidos políticos con registro ante el Instituto Estatal Electoral (IEE), cuyo presidente es Oscar Granat Herrera. Al menos en el PRI, los aspirantes más destacados se están dando hasta con la cubeta en aras de ocupar espacios mediáticos y “mostrar el músculo”. La semana pasada estuvo plagada del forcejeo correspondiente.
Nadie ignora la existencia de muchas, muchísimas empresas encuestadoras. Algunas de ellas poseen el prestigio que les genera su profesionalismo y objetividad, aunque en ocasiones han sesgado su trabajo para favorecer a los clientes respectivos. De algo tienen que vivir (manipulan a todo dar el margen de error). Y hay otras que de plano ni deberían aparecer en escena, pues están plenamente identificadas como “encuestadoras patito”. Sin embargo, a pesar de ello existen algunos medios que les conceden credibilidad (en forma perniciosa), mientras sus números tienden a forzar el posicionamiento de tal o cual personaje.
Así las cosas, ¿a quién debemos creer en relación con las mentadas encuestas? Desde el año 2000 hasta ahora, la democracia mexicana se ha considerado inseparable de la opinión pública hasta convertirse, como Jorge Luis Borges lo dijo algún día, en el “abuso de la estadística”. ¿Son confiables las encuestas y los sondeos elaborados para predecir los resultados de una elección? Para responder las anteriores preguntas, aunque sea de manera breve, revisamos algunos capítulos del excelente libro “Uso y abuso de las encuestas”, de María de las Heras, editado en 1999 por Océano. La autora es directora general de Demotecnia, dedicada al levantamiento de encuestas. Hace tres meses aplicó un muestreo en Morelos, donde el más favorecido fue Jorge Morales Barud, su cliente. Asimismo, ubicó al PRI como el partido ganador, si hoy fueran las elecciones.
Según De las Heras, una de las cuestiones que frecuentemente genera polémica entre las empresas encuestadoras es el método para recopilar la información, pues cualquier método elegido tendrá impacto en todos los demás aspectos de la encuesta. Lo primero –dice ella- es definir si se quiere obtener la información “de persona a persona” o se opta por mecanismos indirectos. “Por cuestiones de oportunidad de la información, por el control que puede tenerse y la confiabilidad de las respuestas, en una encuesta electoral siempre se prefiere la entrevista persona a persona a cualquier método indirecto para recopilar la información. En los métodos indirectos es difícil controlar quién va a contestar el cuestionario y quién no; también es difícil controlar las características de la persona que contestó el cuestionario porque, aunque esté dirigido a alguien especial, puede darse el caso de que sea otra persona quien lo responda sin que el encuestador pueda saberlo”.
La mayoría de investigadores optan por la entrevista persona a persona. Sin embargo, la siguiente decisión se refiere a las circunstancias bajo las cuales se va a llevar a cabo la entrevista y en este renglón se tienen tres opciones básicas: por teléfono, en entrevista personal en la calle, o en entrevista personal en el domicilio del entrevistado. “Si sólo consideramos el tiempo y el costo del estudio, la mejor opción es, sin duda alguna, la entrevista telefónica. Es barata porque no hay que pagar ni traslados, ni hospedaje, ni viáticos a los encuestadores; también es la más rápida porque, con el equipo necesario, no tenemos más que levantar la bocina y hacer las preguntas correspondientes para obtener la información y concentrarla de inmediato. Sin embargo, ¿cuán representativa puede ser una muestra de electores seleccionados vía telefónica? ¿Cuán confiable puede ser la información política o electoral que recopilamos a través del teléfono? La población que nos interesa en una encuesta electoral está integrada por la totalidad de los electores, y no todos tienen teléfono. Es difícil calcular su número, sobre todo ahora con los cambios en los sistemas de telefonía, pero según los últimos datos que se tienen, sólo 40 por ciento de los electores cuentan con teléfono en su casa. ¿Podríamos obtener una muestra representativa de la población de electores a través del teléfono? Por supuesto que no. Mi experiencia es que en México, por teléfono, no contestamos ni las cuestiones más cotidianas”. La conclusión de María de las Heras es que las encuestas electorales no deberían hacerse por teléfono. Mañana seguiré con los métodos de entrevista cara a cara y el tamaño de la muestra.
Tocante a la encuesta del Gabinete de Comunicación Estratégica (GCE) difundida la semana pasada por Amado Orihuela Trejo, presidente estatal del PRI (y que en apariencia le favorece a él), no es la oficial del PRI nacional, ni fue pagada por la máxima dirigencia tricolor (la suya ni siquiera ha iniciado). La del GCE fue pactada a mediados de octubre en Las Quintas entre Federico Berrueto, representante de la firma, y... adivinen ustedes quién. Acertó, amable lector. Son los mismos que ayer patrocinaron una nueva intentona de golpeteo contra Manuel Martínez Garrigós, alcalde de Cuernavaca, en Reforma. El articulista Juan Pardinas plasmó datos inexactos sobre la aplicación del empréstito de 600 millones de pesos por la comuna para nuevas obras de infraestructura, las cuales están a la vista de propios y extraños. Algunos de los argumentos fácilmente refutables son: falso que MMG sólo haya invertido en una estatua de Zapata y que Morelos esté plagado de monumentos similares; falso que no se haya aplicado un peso en drenaje y alcantarillado; falso que el Cabildo no hubiera conocido los proyectos ejecutivos, y falso que se paguen 4 millones de pesos mensuales para amortizar el crédito. ¿A cuál de los aspirantes gubernamentales ya le avisó el CEN del PRI que “no va” y, en revancha, empezó un nuevo embate sobre Martínez Garrigós? Luego le seguimos.