Increíble, pero cierto amables lectores. Quien esto escribe lleva casi cuatro décadas en el ejercicio periodístico. He visto pasar a nueve gobernadores, centenares de presidentes municipales en las 33 localidades morelenses, a miles de regidores, muchísimos senadores y diputados federales, y a toda una pléyade de diputados locales. Formaron parte de todos los partidos políticos inscritos ante los órganos electorales correspondientes, desde que esos cuerpos colegiados dependían de la Secretaría General de Gobierno hasta el surgimiento del Instituto Estatal Electoral en 1996. Pero jamás había constatado el encono prevaleciente sobre Martínez Garrigós, inclusive dentro de su propio instituto político y por parte de quienes –paradójicamente- fueron apuntalados por él para conseguir su victoria electoral en 2009 (a las pruebas me remito). ¿A qué podemos atribuir las sistemáticas campañas de ataques que unos cuantos grupúsculos iniciaron en contra de Martínez Garrigós desde 2010? ¿Por qué no lo han dejado trabajar en paz? ¿Por qué el afán de obstruirle cualquier realización a favor de la ciudad? ¿De dónde partieron las campañas de calumnias?
Sin temor a equivocarme puedo afirmar que el dinero fácil y la distribución de canonjías se ubican como la primera causa. Para ilustrar lo anterior es importante recordar lo que Sergio Estrada Cajigal, siendo gobernador de Morelos, declaró en plena tribuna del Congreso local para defenderse de cualquier número de argumentos y verdades a medias que lo llevaron a juicio político. A los ínclitos diputados locales de aquel tiempo les espetó cara a cara: “Ya déjenme trabajar en paz. Dejen de estar atentos a lo que hago de la bragueta hacia atrás” (24 de octubre de 2004).
Cuando Estrada Cajigal manifestó aquello estaba fastidiado, pues había enfrentado –entre otras- las fuertes presiones que en alrededor de tres años le endilgaron distinguidos cuadros panistas que nunca cejaron en su empeño por incrustarle gente en los cargos relevantes de la administración pública estatal. Empero, la misma circunstancia la había padecido el mandatario desde que fue alcalde de Cuernavaca. Recuerdo perfectamente un caso: el del actual senador Adrián Rivera Pérez quien, siendo presidente del CDE del PAN, le exigió posiciones en la comuna, ante lo cual Sergio se negó. Ya se imaginarán ustedes el resentimiento que el ahora legislador le tomó, a grado tal de que después de un incidente acaecido en una discoteque de la colonia Chapultepec (7 de agosto de 1998), propiciado por Adrián y sus acompañantes, exigió al edil la clausura del establecimiento, a lo cual el entonces presidente municipal también se opuso. Aquella “afrenta” y otras más nunca se le olvidaron al senador de marras.
E iguales presiones experimentaron los sucesores de Estrada Cajigal: José Raúl Hernández Avila, Norma Alicia Popoca Sotelo, Jesús Giles Sánchez y Roque González Cerezo. Todos sin excepción recibieron presiones para abrir espacios y generar canonjías. Y es que, evitando romper la tradición, en cualquier trienio o régimen sexenal los partidos de todos los colores y siglas se convierten en gigantescas agencias de colocaciones. ¿Por qué Manuel Martínez Garrigós habría de ser la excepción, sobre todo considerando que provenía de un partido desacostumbrado a la lealtad, la solidaridad, la altura de miras, la cohesión interna y otros valores? La ausencia de dinero y la reiterada solicitud de prebendas, imposibles de satisfacer al gusto de los peticionarios, contribuyeron a gestar la campaña sistemática de ataques que aún no concluye y que, por el contrario, parece estarse intensificando conforme Manuel se aproxima cada día más a la candidatura priísta a la gubernatura.
Además, es importante mencionar el factor predominante entre los grupos de presión y grupos de interés (todos vinculados a la política y no a las “causas” ciudadanas) que les ha servido para tratar de minar la resistencia del político: su juventud. De nuevo, amables lectores, sin temor a equivocarme puedo asegurarles que la juventud del presidente municipal de Cuernavaca ha sido subestimada por quienes se sienten “más chingones” que él, o que además, ante el implacable avance de las nuevas generaciones de servidores públicos y el inexorable efecto del tiempo, observan en las elecciones del año 2012 su última oportunidad de consolidación personal y hasta patrimonial.
En la extensa lista de todos los aspirantes a la gubernatura de Morelos, de cualquier partido político, aparecen los mismos de hace dos y tres décadas. La mayoría está rebasada por el tiempo y las nuevas circunstancias cuyos principales protagonistas son los jóvenes (56.85 por ciento del Listado Nominal). Sin embargo, el entorno de presiones alrededor de MMG no es privativo de Morelos, pues se repite en otras latitudes mexicanas, verbigracia en Guadalajara, donde el alcalde Jorge Aristóteles Sandoval Díaz (35 años de edad), favorecido por las tendencias inerciales de todas las encuestas hacia la gubernatura, es el perenne blanco de los ataques del gobernador panista Emilio González Márquez, toda la clase política blanquiazul y, faltaba más, del “fuego amigo” proveniente de priístas que, como ocurre aquí, se sienten “más chingones” que el edil tapatío. En fin. Esperemos para ver las nuevas reacciones y presiones de los detractores de MMG y después diremos.