La dispersión de esfuerzos y el éxodo de muchísimos priístas hacia otras organizaciones fue la constante a partir de 1994 y hasta 2006. Después de una ardua batalla judicial (defendiendo sus derechos de sangre para contender por la jefatura del Ejecutivo local), Maricela Sánchez Cortés obtuvo la candidatura gubernamental en ese año, pero perdió ante Marco Antonio Adame. Es más: fue desplazada hasta el tercer lugar después de Fernando Martínez Cué, el saltimbanqui que allá y entonces era candidato de la Coalición por el Bien de Todos, y que en tiempos recientes buscó ser gobernador y alcalde de Cuernavaca ¡por el PRI!
Todo lo ocurrido hasta 2009 lo cargó sobre sus espaldas la militancia y estructura territorial priísta, pesada loza a la cual se sumó el cacicazgo de la Dupla del Oriente durante una década como posesionaria del Comité Directivo Estatal. Primero, los comités municipales y seccionales tuvieron que aguantar cuatro años de soberbia e intolerancia de la controversial fémina, y luego otro periodo más con su heredero Guillermo del Valle, quien ayer, por cierto, rindió protesta como candidato a la segunda senaduría en un accidentado acto cuyo escenario fue el hotel Villa Béjar y que trató de sabotear César Cruz Ortiz, enojado porque no fue candidato a la presidencia municipal de Temixco.
Quise recordar que Guillermo del Valle va súper perfilado a la segunda senaduría, porque Maricela Sánchez Cortés, su pareja sentimental, amenazó ayer con renunciar al PRI si los dirigentes estatales (entiéndase Manuel Martínez Garrigós) y representantes nacionales (entiéndase Joaquín Hendricks Díaz) no “recapacitan” y le dan oportunidad de participar, electoralmente hablando, a quienes no fueron agraciados con ninguna candidatura. Empero, Maricela es quien menos debe referir el asunto pues ya ha sido bastante recompensada: primero con la postulación de Del Valle y después con la colocación de su hija Maricela Velázquez Sánchez en el segundo lugar del listado de candidatos a diputados de representación proporcional por la IV circunscripción, lo cual le garantizará su arribo a San Lázaro sin hacer campaña. ¿Qué quiere entonces? Me parece que salvar las apariencias y proyectarse durante el actual proceso electoral como “democrática”, lo cual dista de su esencia autocrática. A las pruebas me remito.
Según apreciamos en la nueva arena política del PRI, las dramáticas transformaciones que –a fuerzas y en la orfandad- ha padecido desde el año 2000 hasta hoy, constituyen un proceso extraordinariamente difícil porque supone cambios en los actores, en las relaciones de poder y en los modelos mentales; es decir, un proceso de aprendizaje muy tensionado porque, aunque se traduzca en beneficios para el propio partido (muchos militantes están perdiendo el objetivo de recuperar la gubernatura), estará lleno de incertidumbres y esfuerzos costosos para los ganadores y sacrificios inevitables para los perdedores. Es aquí donde urge sobremanera un rápido proceso de reconciliación, entendiendo el concepto, según el diccionario de la Real Academia Española, como “la acción de componer y ajustar los ánimos de los que estaban opuestos entre sí”. Por tanto, es un proceso o una acción que deriva en una situación de concordia o de acuerdo entre diferentes partes que por diversas circunstancias se había fracturado. El problema para el PRI, en aras de cumplir su rol como agencia de colocaciones, es que no tiene mucha tela de dónde cortar. Morelos, la mera verdad, no es una arcadia respecto a cargos de elección popular. Esto último, si se fijan ustedes, se repite en el Partido de la Revolución Democrática (PRD), cuyos principales personeros también perdieron el objetivo central de disputarle a Acción Nacional la titularidad del Poder Ejecutivo. Lo primero es conseguir una canonjía, a fin de incrustarse en la “burocracia dorada” morelense, y luego veremos.
Recuerdo que algún día platiqué con Jorge Carrillo Olea siendo gobernador electo de Morelos (1994). Estábamos en la sala de su casa situada en el fraccionamiento “Limoneros”, cuando alguien le avisó que un conocido abogado constitucionalista y ex diputado federal y local lo buscaba. “Que venga otro día. A él y su grupo ya les tocó bailar durante varios años; ahora que dejen bailar a otros”, añadió.
Efectivamente: muchos politiqueros del PRI y otras instituciones políticas ya tuvieron su oportunidad pero no le cumplieron a la sociedad de Morelos. Lo peor es que, encuadrados dentro de la simulación, se enriquecieron hasta más no poder y ahora aspiran a ser los beneficiarios de una magnífica Ley del Servicio Civil mediante lucrativas jubilaciones. Otros, de plano, aspiran a mantener su modelo de vida, pues saben que vivir fuera del presupuesto es vivir en el error.
Así las cosas, hubo quienes ayer reclamaron el hecho de que Jorge Meade Ocaranza sea en Morelos el coordinador de la campaña de Enrique Peña Nieto. Hubo necesidad de que Meade, Manuel Martínez Garrigós y Joaquín Hendricks Díaz aparecieran en sendas fotografías, muy sonrientes y abrazados, para proyectar que, al menos desde ámbitos institucionales, no hay fuego amigo. ¿Cómo habrá reaccionado, pues, el todavía diputado federal Jaime Sánchez Vélez, un hombre respetable dentro del magisterio morelense, pero que se quedó sin ninguna posibilidad para los próximos tres años y sin base social? Finalmente diré que la lista de candidatos del PRD a diputados locales no tiene abuela, pero sí repite los vicios de cualquier agencia de colocaciones.