Y también constataremos el nivel de aceptación o rechazo hacia una administración estatal emanada del Partido Acción Nacional (PAN) que, cabe subrayar, pudo consolidar una nueva infraestructura para Morelos como no se había visto desde la gestión gubernamental de Lauro Ortega Martínez (1982-1988). Las elecciones marcarán la confirmación de los gobiernos en turno o su revocación, dando paso a uno diferente.
En los inminentes comicios pulsaremos el sentir popular respecto al desempeño de los 33 presidentes municipales quienes, a ciencia cierta, debieron ser los mejores promotores de sus partidos y eventuales relevos. Han sido el primer vínculo de la sociedad con la autoridad. Empero, la solución a los más apremiantes problemas sociales por el alcalde en turno, o cuando menos su capacidad de gestión ante las instancias correspondientes, se encontraron ligadas siempre a la acción del gobierno estatal panista, aunque son los programas federales los que generan la mayor percepción ciudadana sobre la intervención oficial, básicamente entre los beneficiados por programas clientelares como el de “Oportunidades”. Quienes hayan operado bien esos programas tendrán mayores perspectivas de éxito que otros en el actual proceso electoral. Ni qué decir respecto a la movilidad y pericia del gobernador en turno: se trata del primer promotor de su partido.
Asimismo, el primero de julio del año próximo sabremos si las políticas macroeconómicas de Felipe Calderón Hinojosa beneficiaron o no a los mexicanos y si la guerra contra el crimen organizado dejó un buen sabor de boca a los mexicanos o no. Esta variable tendrá repercusiones en la elección federal, siempre y cuando se presente el fenómeno del “voto en cascada” o el “voto diferenciado”.
El voto diferenciado se asume como un comportamiento normal en democracias fuertes y bien establecidas, mediante el cual los ciudadanos utilizan su sufragio para no otorgar a una sola fuerza política el control total de todos los espacios políticos, impulsando con ello el equilibrio entre los poderes públicos, en la gran mayoría de los casos, el Poder Ejecutivo y el Legislativo, así como entre los tres niveles de gobierno, entiéndase el federal, el estatal y el municipal. Así entonces, puede darse el caso de que los electores prefieran votar por un partido para presidente de la República o gobernador y por otras organizaciones políticas para que los representen en el Congreso de la Unión o en los Congresos estatales y en las presidencias municipales. Los morelenses observamos este proceso en las elecciones de 2006, cuando aquí ganó Andrés Manuel López Obrador para presidente y el panista Marco Adame Castillo la gubernatura.
Lo anterior ha traído como consecuencia el debilitamiento del denominado “voto duro”, que es la expresión ciudadana segura con la que cuentan los partidos para enfrentar los procesos electorales, pues se trata de ciudadanos que siempre votan por el mismo partido, independientemente de las condiciones sociales, políticas y económicas del país y de los candidatos que postulen las fuerzas políticas. El llamado voto útil permite que los ciudadanos entiendan que su voto es necesario para la alternancia en los gobiernos. En 2006 la democracia alentó el voto útil ante el voto diferenciado. Así las cosas, quienes piensan que los candidatos no pesan más que los partidos o que las coyunturas políticas y sociales no son más importantes que las propuestas, pueden llevarse un buen chasco. El primero de julio veremos quizás cosas interesantes.
Asimismo, una cosa será el “voto duro” de los tres principales partidos, pero otra los electores indecisos que, a estas alturas del proceso electoral, no han definido por quién o quiénes votarán. El “voto diferenciado” surgirá cuando el ciudadano se encuentre en la urna ante la elección de un presidente de la República, un gobernador, senadores, diputados federales, diputados locales y autoridades municipales. Para la decisión en el ámbito municipal y distrital pesará más el perfil de los candidatos a alcaldes y diputados locales, que el de los partidos. La gente votará por alguien a quien conozcan en su vida pública y privada. Tocante al caso de diputados federales los votantes no se identifican con ningún partido, desconfían de los candidatos y tal vez votarán a favor de alguien conocido o más o menos identificado. Pero falta mencionar la variable impredecible del “me late por este o aquel”, o sea el “voto emocional” (corazonadas y fobias a partir de las campañas mediáticas). El elector emitirá su voto sin meditar sobre la necesidad de rechazar a los malos gobernantes, a la corrupción y a la demagogia.
Entre mayor sea el grado de educación, mayor es la probabilidad de que el ciudadano se vea más apegado con el entorno y la problemática social, por lo menos al realizar el análisis de sus posibilidades, dejando de lado al candidato para ir por las propuestas de campaña. Según importantes politólogos nacionales, el primero de julio venidero predominará el “voto emocional”. Parece, pues, que el reto de los candidatos será convencer al voto indeciso, ya que el 50 por ciento de los ciudadanos ya tomó su decisión, el 25 por ciento lo hace entre una y dos semanas antes, y el 25 por ciento restante el día de la elección en la intimidad de la urna. Finalmente comentaré que la gubernatura se definirá, el primero de julio, en la zona metropolitana de Cuernavaca, Yautepec y Cuautla. En la capital van parejos, hasta ahora, Marcos Manuel Suárez Gerard, del PAN; José Luis Urióstegui, de la Coalición Nueva Visión Progresista, y Jorge Morales Barud, de la alianza Compromiso por México.