Invitado al encuentro por su anfitrión, el gobernador de Querétaro José Calzada Rovirosa, Graco Ramírez Garrido Abreu se codeó y regodeó con lo más granado de los “señores feudales” de la época moderna. Fue una simple pincelada de lo que experimentará durante los próximos seis años (a partir del 1 de octubre venidero), periodo en el cual, sin embargo, deberá trabajar a marchas forzadas para cumplir al límite de sus capacidades todo lo que prometió en la campaña preelectoral. Y respecto a la generación de expectativas por los candidatos a cargos de elección popular, a la postre insatisfechas debido a la realidad económica de los entes públicos involucrados, pero también al hecho de que quienes asumen esos puestos no son todólogos u omnipotentes, a continuación retomaré la columna publicada por este periódico el 23 de febrero de 2009.
El entrego periodístico tuvo relación con una entrevista aparecida el 7 de julio de 2000 en La Jornada México y realizada por Jim Cason y David Brooks, entonces corresponsales de ese diario en Washington, dentro del contexto de las elecciones presidenciales en las que Vicente Fox Quesada se levantó con la victoria abanderando al Partido Acción Nacional (PAN). El personaje central de la entrevista fue Immanuel Wallerstein, sociólogo y experto en transiciones de sistemas políticos, quien expresó que el triunfo de Fox debía entenderse dentro de un patrón de cambios políticos que están ocurriendo en el mundo, donde fuerzas conservadoras derrotan a partidos que nacieron de luchas revolucionarias, después de que éstos se estancan en el poder. Y lanzó su pronóstico, cumplido en el reciente proceso electoral mexicano: “Pero estos triunfos resultan ser efímeros, y los conservadores han sido derrotados pocos años después de su triunfo tras fracasar en mejorar las condiciones de las mayorías, y regresan al poder elementos reformados de las fuerzas políticas históricas del país”. Wallerstein explicó que en Europa oriental y otras partes del mundo, partidos neoliberales o conservadores, parecidos al PAN, frecuentemente no han podido mantenerse en el poder por mucho tiempo, ya que no logran mejorar las condiciones de vida, o de hecho las empeoran, para la mayoría del electorado que celebró el triunfo de “la democracia” al llevarlos al poder. Es decir: generaron expectativas que después no cumplieron.
Para Wallerstein, la situación en México (hasta julio de 2000) era parecida a las transiciones del poder en varias partes del mundo. Y puso al PRI en la categoría de los movimientos de liberación nacional históricos que ocupan el poder durante un largo periodo, y así se desilusiona al pueblo, a tal grado que por fin los saca. “Se instala un gobierno conservador que se presenta como más honesto y consigue un sistema multipartidista. Casi sin excepción, esos nuevos institutos políticos conservadores que llegan al poder son orientados hacia el libre mercado y son reformistas”. Pero, “después de cuatro, seis u ocho años de un gobierno más neoliberal surge la decepción por el impacto económico negativo y regresan al poder integrantes de los partidos ex comunistas o nacionalistas ahora reformados, vuelven como un partido socialdemócrata”. Y vaticinó que un partido con raigambre histórica, como el PRD, ocuparía la titularidad del Poder Ejecutivo federal, lo cual no ocurrió el primero de julio de 2012 debido a una elección que hoy se dirime en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Sin embargo, una inmensa cantidad de mexicanos optó por la corriente perredista.
En Morelos el electorado se inclinó a favor de una coalición de partidos de izquierda, rechazando la posibilidad de que el Partido Revolucionario Institucional regresara al Poder Ejecutivo local. ¿Tuvieron relación con este triunfo las expectativas generadas por Graco Ramírez Garrido Abreu? La respuesta es un sí contundente. Por tal virtud, el mandatario electo de Morelos, una vez cruzando la frontera del 1 de octubre próximo e investido con el carácter de gobernador constitucional, requerirá el absoluto apoyo de la ciudadanía para cristalizar, por lo menos, uno o dos ejes centrales de sus propuestas. Si resuelve al 100 por ciento el tema de la seguridad pública y consolida los proyectos de metropolización en las zonas conurbadas de Cuernavaca, Cuautla y Jojutla (consiguiendo la infraestructura respectiva), habrá pasado a la historia como uno de los mejores gobernadores morelenses. Y al tiempo de los relevos, en 2018, le entregará la estafeta a otro candidato emanado de las izquierdas. A ver.
Y como el 1 de julio también empezó la carrera por la gubernatura rumbo a las elecciones del año 2018, será importante darle seguimiento al trabajo que despliegue el priísta Jorge Morales Barud al frente del ayuntamiento cuernavaquense. Lo macro, que deberá resolver Graco Ramírez a nivel estatal, se repetirá a nivel micro en nuestra capital, pero a cargo de Morales Barud. Me parece que el virtual alcalde constitucional no tendrá problemas para consolidar un cabildo democrático integrado de la siguiente forma: el síndico será el también priísta Fernando Martínez Cué; Luis Alberto Medina Delgado, Jesús Valdemar Castañeda Trujillo, Luis Fernando Hidalgo Galicia y Carlos Alfredo Alanís Romero conformarán el grupo de concejales panistas; Alfredo Gutiérrez Trueheart arribará por el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), siendo posible que se le sume Pablo André Gordillo Oliveros, militante del PVEM, quien participó en coalición con el PRI; los regidores del PRD serán Juan Manuel Sandoval Vital, Roselia Urióstegui Bahena, Marco Antonio Valdin Pasaflores y Dulce María Arias Atayde; por el lado del PRI estarán Juan Jaramillo Frikas, Romualdo Salgado Valle, Víctor Iván Saucedo Tapia y Felipe Domínguez Alarcón; y finalmente el Partido del Trabajo tendrá una regidora, la ex diputada local Tania Valentina Rodríguez Ruiz. Morales Barud, lo veremos, llevará a cabo una tersa coexistencia pacífica debido a la principal cualidad que le caracteriza: la tolerancia.