Lo menos que se espera de Aristeo Rodríguez Barrera es honestidad, la cual suele ausentarse en infinidad de uniones locales de productores cañeros adheridas a la Confederación Nacional Campesina en las zonas de la República Mexicana donde existen ingenios azucareros. Empero, así sucede también entre las agrupaciones de cañeros afiliadas a la Confederación Nacional de la Pequeña Propiedad Rural. Y es que son muchos, muchísimos los millones de pesos en juego, provenientes de ciertos descuentos que las mentadas uniones suelen hacer a sus miembros por cada tonelada de caña introducida a la molienda y cada bulto de azúcar obtenida. Tocante al ingenio de Zacatepec, es importante subrayar que lleva varias décadas procesando alrededor de 1 millón 200 mil toneladas de la vara dulce en las respectivas moliendas, con aproximadamente 120 mil toneladas de azúcar producidas. Un auténtico paraíso financiero que, en contubernio con las gerencias de las factorías, generan pingües negocios a las uniones locales.
Y tocante a las desviaciones en que suelen incurrir los directivos de los ingenios dentro de las impenetrables redes de complicidades con dirigentes cañeros, hoy recordaré parte de la columna Punto y Aparte publicada el 18 de octubre de 2001 por el diario “La Jornada”, edición Morelos, tomando como base información de nuestro colega Hugo Barberi Rico. Todo tiene precedentes. No creo que los escenarios hayan cambiado mucho a 12 años de distancia ante la realidad que significa la prevalencia de una pléyade de nuevos ricos en zonas depauperadas. Escribí allá y entonces: “El pasado martes 16 de octubre (de 2001) este diario publicó una importante información recabada en Zacatepec por nuestro reportero Hugo Barberi Rico respecto a la existencia de tres fideicomisos cuyo origen se remontaría a la creación del ingenio azucarero ‘Emiliano Zapata’ a mediados de la década de los treinta. Lamberto Pedro Martínez Sánchez, líder de ex trabajadores, jubilados y pensionados de la factoría, cree que dichos fideicomisos se sumarían a todos los operados en tiempos más recientes por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria Azucarera, cuyo líder es Enrique Ramos, de negro historial, al lado de Enrique Molina Sobrino, propietario del Consorcio Azucarero Escorpión. Esperaremos a ver más investigaciones de Martínez Sánchez y su gente en torno a los documentos históricos encontrados, y después diremos”.
“Por lo pronto las primeras indagatorias comprueban nuevamente la triste condición del ingenio creado al amparo del general Lázaro Cárdenas del Río en 1934: siempre ha sido un foco de agitación, conflictos y disputas por el poder económico y político. La principal lucha del dirigente agrario Rubén Jaramillo (impulsor de la cooperativa en 1934) se centró ahí hasta la década de los cincuenta, inconforme porque la factoría se convirtió en una ínsula destinada a los amigos de los presidentes de la República en turno como pago a su servilismo. Cacicazgo de los gerentes, el ingenio fue escenario de cruentas batallas y alianzas entre seudo administradores, dirigentes obreros y líderes cañeros. Antes de erigirse como el máximo beneficiario de aquellas complicidades, Gonzalo Pastrana Castro sufrió la represión ordenada por Eugenio Prado en las postrimerías de los cincuenta. Buscándose la reivindicación de los derechos de los trabajadores, hubo muertos. En la década de los setenta Juan Aguirre Samaniego encabezó otro cacicazgo que duró dos sexenios. Era primo hermano de Manuel Bernardo Aguirre, entonces secretario de Agricultura y Ganadería, protegido del presidente Luis Echeverría Alvarez. El ingenio arrastraba ya el enorme pasivo que lo condujo a la quiebra en 1991”.
“Impuesto por Horacio García Aguilar, primer secretario de Agricultura y Recursos Hidráulicos con Miguel de la Madrid, Gonzalo Hernández fue nombrado gerente en 1983. Una de sus primeras acciones fue oponerse a las intromisiones del entonces gobernador Lauro Ortega Martínez en la agroindustria, quien un año después consiguió colocar en la gerencia a Alfonso García Espinoza. Dicha persona duró hasta julio de 1990, cuando fue substituido por Armando Canales Treviño, cuyo esfuerzo por sanear las finanzas del ingenio quedó reducido a nada frente a las dificultades financieras (pasivos hasta por 210 mil millones de viejos pesos y la necesidad de créditos por 33 mil millones de viejos pesos a cargo de Financiera Nacional Azucarera para reparaciones) y las más de 320 mil toneladas de caña que no entraron a la zafra a mediados de 1991. Paralelamente trascendió la verdadera intencionalidad de Canales Treviño, quien vino a preparar el establecimiento de una sindicatura y requisa ordenadas por el gobierno federal con el fin de eliminar la dualidad cooperativa-empresa paraestatal existente hasta antes de la quiebra. Dicha estrategia implicó la liquidación de tres mil trabajadores”.
En noviembre de 1990 se realizó en Puerto Vallarta una reunión de la Asociación Mexicana de Técnicos Azucareros, donde destacados funcionarios de Azúcar S.A. ratificaron el propósito del gobierno federal para que ninguno de los ingenios del país siguiera en manos del sector público. “Punto y Aparte” anticipó lo que vendría sobre el ingenio de Zacatepec, pero pocos se dieron cuenta. Descubrimos las negociaciones de Armando Canales Treviño con directivos de la Pepsicola en México, entre ellos su propietario Enrique Molina, interesados en ofrecer posturas para adquirir el ingenio. En el escándalo del quebranto azucarero de 2001 y la expropiación de ingenios ordenada por el presidente Vicente Fox volvieron a surgir las corruptelas que contribuyeron al desastre de esta industria en los sexenios de Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo. Varios legisladores federales, entre ellos el morelense Bernardo Pastrana, entonces secretario de la Comisión Especial de la Industria Azucarera, investigaron la privatización de los ingenios en la administración salinista y los negocios de Rodolfo Zedillo, hermano del ex presidente Ernesto Zedillo, con el empresario azucarero Enrique Molina Sobrino, quien estuvo involucrado en la desviación de recursos para las campañas políticas de Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo. Todo tiene precedentes.