Cambiando de tema, a continuación recordaré algunos antecedentes de la nueva desincorporación decidida el lunes 23 de julio de 2012 por el gobierno federal mediante un acuerdo de la Secretaría de la Función Pública, en torno a nueve importantes ingenios azucareros. Dos de ellos se ubican en Morelos y son el “Emiliano Zapata” de Zacatepec y “La Abeja” de Casasano, comunidad cuautlense. El 3 de septiembre de 2001, el gobierno de Vicente Fox Quesada decidió expropiar no sólo las nueve factorías aludidas, sino alrededor de 25 más otrora en poder de grupos privados. Las dos agroindustrias aludidas formaban parte del Consorcio Azucarero Escorpión (CAZE), entonces presidido por Enrique Molina Sobrino, propietario de la Pepsicola en México.
Con relación a aquella decisión sumida por Vicente Fox escribí la siguiente columna, publicada el 12 de septiembre de 2001, y que definitivamente nos sirve para corroborar los vaivenes (pasados y presentes) de los ingenios mexicanos cuyos principales protagonistas han sido, no los productores cañeros, ni los trabajadores que entregan su vida en las moliendas, ni miles de familias que dependen de las respectivas zonas de abasto, sino altos funcionarios y burócratas federales que han contribuido a la debacle de la industria azucarera nacional. A continuación algunos fragmentos de aquel entrego periodístico: “Desde hace dos años advertimos el principio de la debacle del Consorcio Azucarero Escorpión (CAZE), sin que ninguno de los gobernadores en turno hiciera algo por evitar la crisis estallada el pasado 3 de septiembre, cuando el gobierno federal determinó la expropiación de 27 de 54 ingenios, entre ellos el ‘Emiliano Zapata’ de Zacatepec y ‘La Abeja’ de Casasano (Cuautla). La que sería la última zafra operada por CAZE, cuyo presidente es Enrique Molina Sobrino, también propietario de la Pepsicola en México, empezará en noviembre próximo, pero con nuevos patrones. Por lo pronto, trabajadores y productores cañeros tendrán que vérselas con funcionarios federales. Esta era la constante previa a la privatización de 1991”.
“Los avatares generales de CAZE fueron los que finalmente propiciaron su derrumbe. PepsiCo siempre quiso quedarse con Pepsi-Gemex (PG), propiedad de Enrique Molina. A partir de 1995, cuando compró en 154 millones de dólares 25 por ciento de los activos, la multinacional entró de hecho en la operación de la firma mexicana. PepsiCo amplió esta participación accionaria en PG, con miras a apropiársela dentro de unos años. Su interés se explica por el alto grado de penetración de sus productos en México, cuyo consumo de refrescos es considerable. En declaraciones hechas después de aquella venta, Molina recalcó que no entregaría la operación a PepsiCo. Pero después cambió su posición. En 1999 dijo que en el 2003 cedería la operación diaria de PG, pero que no dejará la presidencia del consejo de administración, ni renunciará a su derecho de veto”.
PG se contagió con los problemas de CAZE. En 1998, cuando el Consorcio falló en el pago de un “eurobono”, las acciones de PG se desplomaron. La situación no mejoró al año siguiente, pues mientras que la bolsa subió más de 50 por ciento, sus acciones cayeron más del 25 por ciento. PG no merecía el castigo, pues era un negocio sano y con perspectivas de crecimiento. Sus ventas crecieron 7 por ciento en 1999 y su utilidad subió 137 por ciento. Pero también era cierto que tenía problemas para crecer. Su plan para compra de franquicias en el 2000 se obstruyó por falta de vendedores: a pesar de sus aprietos económicos, los empresarios refresqueros no aceptaban venderle a Molina e, incluso, se hablaba de la formación de un frente común para defenderse mejor. En entrevistas concedidas el año 2000, Molina desmintió la versión y señaló que alguien quería destruir su imagen y relación con PepsiCo. A juzgar por las evidencias a septiembre de 2001, lo lograron. En la última zafra azucarera (segunda mitad de 2000), CAZE contribuyó con cerca de 25 por ciento a la producción nacional de azúcar y con 45 por ciento de azúcar refinada. Al momento de la expropiación foxista CAZE todavía controlaba 14 empresas, entre ellas nueve ingenios, una comercializadora, una inmobiliaria y dos empresas de servicios. A la embotelladora Gemex se destinaba aproximadamente 11 por ciento de su producción de azúcar refinada.
El Consorcio Azucarero Escorpión fue creado en 1989 cuando Enrique Molina compró ingenios al gobierno. Además de sus negocios refresqueros y azucareros, incursionó en la actividad turística, para lo cual creó una división que controla varios hoteles en destinos de playa, como el “Malibú”, en Acapulco; “La Joya Mismaloya”, en Puerto Vallarta, y los “Ritz-Carlton”, en Cancún y Los Cabos. También controlaba negocios de apuestas en eventos deportivos, de jai-alai o pelota vasca, en Acapulco, y de carreras de caballos en Cancún. En enero de 1998 trascendió que Molina no cubrió deudas personales para su negocio de jai-alai y que terminaron en el Fobaproa. Como accionista de los bancos Banpaís y Serfín, tuvo acceso a créditos que después se fueron a cartera vencida. Otras estaban en Bancomext y bancos extranjeros, como el Credit Suisse First Boston Bank. A pesar de todo lo anterior, hacía cabildeo con el gobierno federal para lograr la apertura de casinos. Llegó 2001 siendo comprensible la decisión de Vicente Fox. Molina nunca invirtió un peso para modernizar los dos ingenios morelenses, ni el resto ubicado en otras importantes zonas cañeras de México, de los cuales obtuvo cuantiosas ganancias mal aplicadas a la postre (según vemos), pero probablemente en contubernio con funcionarios corruptos entonces responsabilizados de la industria azucarera nacional. Aunque Zacatepec y Casasano tienen hoy buenos niveles de productividad (a ello me referiré en otra ocasión), será difícil su venta a empresarios privados debido a la corrupción todavía existente entre los directivos, líderes cañeros y dirigentes sindicales involucrados. A ver.