Lo que pasa en el Congreso local se replica con creces en los ayuntamientos, porque la mayoría de presidentes municipales siguen sin poder superar una serie de pasivos, que lo mismo que la Cámara, los mantiene paralizados, sin inversión u obra pública que resuelva tantas necesidades y reclamos de un pueblo, que es olvidado una vez que los aspirantes a cargos de elección logran sus propósitos.
Y resolver este problema en las alcaldías no es nada sencillo, porque la instancia que podría ayudarlas, el recinto legislativo, está igual o en peores condiciones que ellas. Pero además, en buena medida, son incluso copartícipes de la imposibilidad de las comunas para sobreponerse a la adversidad.
En ello nunca se dejará constancia, pero hemos escuchado muchas veces a los alcaldes quejarse de las condiciones que el Poder Legislativo les llega a poner, a fin de aprobarles algún crédito para remediar sus males. Hablando claro, lo que se afirma es que les exigen ciertas cantidades, ya sea en efectivo, o a nivel de obras, a fin de quedar bien electoralmente, lo que ha llevado a algunos ediles a desistir, porque los costos a pagar son muchos.
No podemos generalizar, pero a decir verdad, el ejercicio de la política está muy degradado y cada vez se ve más pervertido, porque en los tres poderes y niveles gubernamentales se permite todo tipo de anomalías que rayan en el exceso y hasta el escándalo.
Bueno, pues el diputado Jesús Escamilla Casarrubias -minutos antes de que iniciara una conferencia del G-10 y aprovechando que no llegaban sus compañeros- en corto confió a quienes esperábamos las declaraciones, que desde fuera sólo se ven minucias, en lo que a marrullerías se refiere.
E incluso agregó: “Ojalá que en su oportunidad alguno de ustedes de los medios de información, llegara a ser diputado o funcionario para que se diera cuenta de tantas cochinadas que se dan al interior de un recintos como éste, ciertamente que da hasta vergüenza”.
Es preocupante que, como decíamos, aún en la cercanía de una elección, cuando los políticos suelen modificar sus actitudes y hasta volverse atentos y bondadosos, sólo observemos hechos que muestran un total alejamiento de los mismos para con los electores.
Y como no se ven señales de corrección, pues todo nos lleva a considerar que tampoco hay esperanza de que las cosas cambien en lo sucesivo y que por lo menos se modere el actuar de quienes nos gobiernan. Visto así, pues estamos acabados, porque las cosas seguirán igual o peor.
Todos esos factores son el principal elemento que lleva a la ausencia de liderazgos, porque el respeto y aprecio de la población se logra con reciprocidad a la hora de tomar decisiones y de ejercer mando. En este momento, por ejemplo, no existe alguna figura que atraiga multitudes y que nos oriente hacia dónde se podría inclinar la balanza a la hora de elegir a quien deba de asumir el cargo de gobernador a partir del primero de octubre del año que viene.
Y como acontece hace ya muchos años, una buena cantidad de aquellos votantes que den el triunfo a alguno de los que logren contender por esa ansiada posición, lo hará, no por considerar que se trate del mejor candidato, aquel más capaz, comprometido y honesto, que trabaje por el bien común, sino porque es el que más apoyos materiales ofreció y entregó en la campaña, ojalá nos equivocáramos, lamentablemente pensamos que no.
Por más reformas y cambios que se hacen en materia electoral, nunca se legisla pensando en fortalecer la democracia, abriéndole espacios de participación a líderes sociales; por el contrario, los partidos buscan siempre mantener el monopolio y cerrarle el paso a quienes pudieran poner en riesgo sus intereses.
Ésta vez no fue la excepción, por eso hay incluso problemas entre los diputados locales en eso de la aprobación a la nueva ley, ni entre ellos se pusieron de acuerdo. Eso sí, también seremos los ciudadanos cautivos en el pago de impuestos, quienes financiaremos costosas campañas, en las que se derrochan cientos de millones de pesos, sólo para que lleguen a “representarnos” una serie de personajes que van exclusivamente buscando mejorar su situación económica.
Son muy pocos los alcaldes que ofrecen a sus gobernados algo de esfuerzo y también habría que reconocerlo, algunos de ellos no generan avances, porque tampoco tienen la formación o las relaciones públicas que se necesitan para tal efecto.
En ese terreno y dadas las circunstancias actuales, son aquellos con experiencia y contactos los que garantizan un mejor gobierno. La gestión a esos niveles es fundamental, hay programas con miles de millones de pesos en dependencias federales, esperando la presentación de proyectos ejecutivos para apoyarlos, pero no hay capacidad en los ayuntamientos, el personal calificado es escaso y se dan casos en los que después de los tres años de administración, el presidente municipal en turno nunca se enteró de ello.
Gobernar en estas épocas y además dejar contentos a los ciudadanos, es casi cosa de locos, la pluralidad y presencia de tantos partidos y maneras de pensar imposibilita esa labor. Hay sectores movidos por toda clase de personajes, con intereses distintos, que buscarán siempre el lado negativo de las cosas a fin de atraer simpatías en su calidad de opositores.
Todo eso es cierto, sin embargo, también lo es que una buena proporción de nuestras autoridades o representantes populares no están preparados para sus respectivos cargos, no saben a qué van, a caso entienden que económicamente les irá bien y con dicha ilusión llegan a ocupar los espacios sin dar nada a cambio.
Pero todo lo anterior es posible porque nosotros no sabemos elegir, nos dejamos llevar por las caras bonitas, por quienes hablan mejor y nos entregan alguna dádiva, cuando lo sustancial es buscar en ellos otras cualidades e indagar un poco en su pasado para saber de quienes se trata.