Una parte de la izquierda y la derecha en el país han venido tejiendo acuerdos en materia electoral con la finalidad de lograr algunos triunfos electorales a nivel de disputa por algunas gubernaturas; ha sido a partir de tales alianzas que lograron ganar estados como Puebla o más recientemente Veracruz, consiguiendo mayoría de ayuntamientos y lugares en el Congreso local.
Sin embargo, los anteriores parecen haber sido ensayos y preparativos para medir alcances en la posibilidad de encontrar coincidencias entre ambos partidos, en la búsqueda de la Presidencia de la república el año entrante, en un intento por volver a sacar al Partido Revolucionario Institucional (PRI) de Los Pinos, como ocurrió en el 2000, aunque entonces lo hizo solito el PAN.
Es posible que con la conformación de esos frentes de carácter electoral logren desplazar a los priistas en el control del poder superior, sin embargo pareciera que el único objetivo que los anima es conseguir el manejo institucional, a fin de disfrutar los placeres, riquezas y niveles de vida que ello ofrece a los privilegiados.
Por lo menos hasta el momento, no se aprecia la oferta de algún proyecto pensado en modificar políticas públicas y favorecer programas y acciones a fin de sacar de la pobreza a más de la mitad de la población nacional que vive en condiciones deplorables.
Y como algunos pensadores lo han venido señalando, una alianza con los electores, los ciudadanos sería lo que realmente interesaría al pueblo mexicano, sin embargo, desde sus respectivas cúpulas, esas instituciones electorales sólo piensan en encumbrarse en las posiciones más importantes, con la sola finalidad de mejorar a un grupo de políticos que además, la mayor parte de su vida la han pasado en nóminas oficiales, ya sea con cargos administrativos o de representación.
A partir del 2000, los mexicanos comenzamos a experimentar la alternancia a nivel de gubernaturas y municipios; casi todos los partidos políticos han logrado gobernar, por lo menos a nivel de ayuntamientos, no obstante, las experiencias tampoco han sido las más agradables para los gobernados.
Para nada se ha visto el cambio con el ascenso de distintos colores y tendencias ideológicas. Por el contrario, hay casos en los que el nivel de desempeño de las autoridades es menor, consecuencia de la falta de experiencia en la formación y el conocimiento de la cosa pública.
La aparición de gobiernos procedentes de diversos partidos no ha podido resolver problemas y necesidades ancestrales que padecemos como ciudadanos, entre ellos la inseguridad; qué decir de la corrupción, como que esa diversidad e independencia entre grupos que manejan el poder ha sido aprovechada para un comportamiento menos respetuoso de la ley.
Lo vemos aquí a lo corto, en lo referente a presidencias municipales. Hay alcaldes que, asumiéndose como de oposición al partido en el poder, reclaman una autonomía total, pero para la toma de decisiones que para nada abonan en el bien común.
Lo más frecuente es la autoasignación de ingresos y apoyos al gusto, luego de que, sin mayores dificultades, acuerdan en cabildo salarios ofensivos, porque no tienen ninguna comparación con los niveles de ingreso de las mayorías.
Para eso ha servido la autonomía, independencia y alternancia, por eso crece el cuestionamiento en relación a la alianza que se empuja en función de un solo candidato presidencial entre izquierda –una parte- y la derecha representada en Acción Nacional, aunque de ambos lados hay resistencias, porque sus propuestas de nación son opuestas.
La interrogante frecuente es porque se explique cómo van a compaginar dos visiones de país que históricamente han sido polarizadas; al panismo se le concibe como un proyecto orientado a fomentar el desarrollo con base en el impulso de sectores como el empresarial o el comercial, pero de alto nivel, concediendo ciertas ventajas y beneficios a favor de los dueños del dinero.
La izquierda en cambio -a menos que hayan modificado su manera de pensar y sus estatutos de partido- encabeza una lucha por la mejora de las clases sociales menos favorecidas, proponiendo la creación de programas asistenciales para los más pobres y sugiriendo una mejor distribución de la riqueza a fin de llegar a un equilibrio razonable.
Eso es lo que necesitaríamos que nos explicaran; cuál es la propuesta en el proyecto de nación que ofrecerían en caso de que se diera el acuerdo electoral y alcanzaran el sueño, sin embargo, éste, que tendría que ser el primer objetivo de todo político, no se ve por ningún lado, sólo argumentos que abonan en la urgencia, para ellos de ganar la Presidencia de la República a costa de lo que sea.
Muy concretamente y como gobernados, exigimos que aquellos que aspiran a un cargo de tan alto honor, comiencen a decirnos cuál será su propuesta para poder ofrecer a los mexicanos seguridad y justicia, porque todos los intentos han sido fallidos.
Igualmente urgente es que den argumentos y señalen mecanismos válidos mediante los cuales se evitarán los penosos casos de corrupción que nos tienen hasta el copete y que son una vergüenza frente al resto del mundo, que con asombro observa hechos sin límite en ese sentido.
Ambos fenómenos caminan de la mano porque es la corrupción la que ha permitido que los grupos criminales se le suban a las barbas a los gobernantes y si se lograra revertir su tendencia, florecería el progreso, la tranquilidad y el bienestar.
Un país en calma y a partir de un trabajo burocrático honesto y comprometido, sería suficiente para reactivar la economía en todos los sentidos y regresar al camino de la prosperidad, el desarrollo y apertura de oportunidades laborales bien remuneradas para todos.
Esos son los acuerdos, alianzas y frentes que necesitamos desde hace décadas, no pactos en busca de arrebatar los privilegios a unos para dejarlos en otros, sin la presencia del pueblo, que debiera ser el objetivo principal en todo momento.
Estamos muy cerca de empezar a ser blancos de toda clase de discursos y promesas, que en mucho, rayan en el exceso, porque se dan casos en los que los aspirantes a ciertos cargos, no tienen siquiera competencia para poder cumplir, de llegar a ganar. Por eso abrigamos la esperanza de que esta vez exista más congruencia y decencia de aquellos que dicen estar dispuestos a sacrificarse por el pueblo.