Es muy alentador observar cómo buena parte de los jóvenes, sobre todo aquellos con cierta preparación y conciencia, muestran su solidaridad con quienes resultaron afectados por el sismo del pasado 19 de septiembre. A sugerencia de sus instituciones y muchos por iniciativa propia, han instalado improvisados espacios de recolección de insumos para llevar a los sitios dañados.
Es la primera ocasión que en Morelos sucede algo tan grave y de tales alcances, por eso no nos había tocado valorar el nivel solidario que hay en medio de una sociedad que a veces se antoja fría, distante y poco proclive a coadyuvar en bien de sus conciudadanos, pero como que en esta ocasión, son los jóvenes quienes parecieran estar poniendo el ejemplo.
Bueno, lo que se comienza a apreciar es que ya sobra ayuda en lo relacionado a víveres, porque efectivamente Jojutla se convirtió en el espacio de recepción casi total de las donaciones y qué bueno, era necesario despertar la bondad y los buenos sentimientos de hermandad que, a decir verdad, sorprenden gratamente.
Pero no hay que perder de vista que ésta es sólo una de las etapas en la urgente necesidad de resarcir los efectos negativos de la catástrofe y que viene lo más importante, en lo que se refiere al aspecto material. Claro, el primer paso es salvar la vida de quienes podían perderla luego de quedar bajo los escombros al desvanecerse su propiedad, oficina o negocio.
La etapa segunda es atender las urgencias médicas, alimenticias y de prendas de vestir que requieren los que quedaron literalmente en la calle, pero al final, viene algo bastante pesado y a lo que suele ya no ponérsele mucha atención, porque además resulta lo más costoso: La reconstrucción.
Ojalá que esté en un error, pero un político sostenía que en este momento todo mundo quiere ayudar y, en efecto, hay suficientes donadores para satisfacer algunas deficiencias, pero qué va a pasar una vez que las familias que lo perdieron todo necesiten comenzar a levantar los muros de los hogares desvanecidos.
Advertía que para ese momento ya serán muy pocos los que estén dispuestos a continuar con la tarea de apoyar a nuestros hermanos, porque ése ha sido el signo recurrente en la mayoría de los casos en los que se presentan desastres como éste; sinceramente deseamos que el señor esté equivocado, pero las experiencias al respecto no son tan alentadoras.
Claro, tampoco es fácil, el grueso de la ciudadanía se encuentra muy golpeada en su economía, lo que está en puerta cuesta mucho más que comprar un kilo de arroz, frijol o un aceite; hay que rehacer las construcciones y aquí hablamos de cientos de miles de pesos, si es que se piensa en algo más o menos decente.
Es una responsabilidad que tendría que ser asumida en primer término, por parte de los diferentes niveles de gobierno, municipal, estatal y federal, para que en su conjunto, sea menos pesada la carga, porque en efecto, sólo en lo que se refiere a Jojutla, se van a requerir de miles de millones de pesos que nosotros como pueblo no tenemos como para donarlos.
Ahora bien, es igualmente cierto que, sobre todo, la Federación no la tiene nada fácil, porque hay que hacerle frente a tres o cuatro situaciones similares o de mayor alcance, con lo que aconteció en Chiapas, Oaxaca o la Ciudad de México, tanto a causa de los temblores como de los huracanes.
Desde luego que sin pretender ser egoístas, a nosotros lo que nos interesa es superar los destrozos en la entidad, pero el gobierno federal está en la posición de extender la cobija a todos los que sufrieron deterioro y para poder cumplir cabalmente, se van a necesitar miles de millones de pesos.
Hay un fondo para atender contingencias y desastres, pero como que en esta ocasión nunca se previó el tamaño de la devastación y también es razonable, se trata de imprevistos que lo mismo se dan en nuestra patria que en el país más poderoso del mundo, los Estados Unidos.
No obstante su poderío económico o científico, somos testigos de severos golpes que les ha venido dando la naturaleza y que igual que acá, son origen de cientos de muertos y de pérdidas materiales incalculables, por eso tampoco podemos pensar en evitarlo, sin embargo, el siguiente paso será el más complicado.
Si el listado de necesidades es ahora algo de agua, medicinas, alimentos, la lista que está en puerta consistirá ya en varilla, cemento, tabique, material eléctrico, personal capacitado en materia de construcción y toda clase de insumos que cuestan ya mucho dinero, que a veces no está a nuestro alcance.
Ojalá que esa actitud de bondad y solidaridad se mantenga, que los jóvenes se organicen en grandes grupos para amortiguar las aportaciones individuales; que se trabaje sobre la conformación de bolsas económicas a fin de poder adquirir esos materiales y ayudar a los que quedaron desamparados a sobreponerse a la situación.
Habría que ponerse un momento en sus zapatos, en particular de quienes, además de perder el patrimonio de toda una vida, también sufren el dolor por algún miembro de la familia fallecido. Es algo realmente terrible, sin embargo, de eso no se puede culpar a nadie, son las fuerzas de la naturaleza.
Pero del mismo modo tendríamos que admitir que algunos niveles de gobierno se han visto bastante activos y comprometidos con los damnificados. Apenas acaba de hacer presencia el presidente de la república Enrique Peña Nieto en Jojutla, para sostener que no los dejará solos; ayer visitó Puebla y mantiene estrecha cercanía con Oaxaca y Chiapas a través de sus colaboradores.
Como que a diferencia de lo que se vio hace 32 años con el terremoto que sacudió a la capital en 1985, esta vez se actuó con mayor celeridad, aunque también la evolución tecnológica está ofreciendo mejores posibilidades de rescatar vidas de los escombros. Esos instrumentos que posee el ejército parecen una maravilla en condiciones como las que estamos padeciendo, al posibilitar la ubicación de seres humanos en medio de la destrucción.
Ahí vamos entonces hacia la tercera y última etapa en la búsqueda de la normalización de las circunstancias; es lo más complicado, pero unidos somos capaces de vencer cualquier adversidad por grande que sea, no hay duda alguna.