Desde la óptica terrenal es muy difícil advertir cómo se tejen las estrategias y de qué manera se consiguen acuerdos entre las cúpulas partidistas, a fin de generarse condiciones apropiadas para obtener resultados electorales satisfactorios y es acaso al paso del tiempo, cuando se comienzan a observar con cierta certeza esos acontecimientos.
Morelos, se ha dicho hasta el cansancio, para los partidos de alcance nacional significa muy poca cosa porque los votos que aporta a las elecciones presidenciales son insignificantes y de ahí que se tengan fundadas sospechas en el sentido de que desde aquellas alturas se trate a nuestro estado de manera muy diferente a la mayoría de las entidades federativas en el país.
O sea, acá se mantiene la verdad popular de que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) negoció la gubernatura y hasta la presidencia de la república en el 2000 a favor de Acción Nacional (PAN), y a su vez los panistas hicieron lo propio con el territorio zapatista en la justa del 2012.
Estamos ya en el camino hacia la elección del primero de julio del 2018 y la gran inquietud es ahora ¿volveremos a ser moneda de cambio entre las distintas fuerzas que irán por la gubernatura? Por lo pronto, se aprecian una serie de acuerdos interpartidistas que empujan a la conformación de bloques.
Sostenemos que desde nuestra óptica, aquí no será posible que la izquierda y la derecha vayan juntas con un solo candidato por el gobierno local. Los panistas deciden jugársela solos y entonces quien casi amarra la candidatura es el legislador federal Javier Bolaños Aguilar, que requerirá de una buena fórmula al Senado de la República y a la alcaldía capitalina para mejorar las tendencias.
En torno a este instituto político, no se aprecia que logre sumar a alguno de los chiquitos. Por lo que toca al PRD, asumiendo que los azules se hicieron a un lado, es el Movimiento Ciudadano el que iría con ellos, porque el Partido del Trabajo (PT) ya asumió compromiso con el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
En lo que se refiere al Revolucionario Institucional (PRI), siguen las especulaciones; ha sido una constante que tanto el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) como Nueva Alianza (PNA) vengan en bloque con ellos, sin embargo, hasta este momento, aún no se ha anunciado nada formal. Pero ahora viene a la contienda el Partido Encuentro Social (PES), que se reitera, ha sido creado por el secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong y por sus orígenes se entendería que obligadamente se sumaría al tricolor; lo extraño es que se insista en que más bien podría agregarse al bloque con Morena.
Asumiendo que Osorio sirve a los intereses del presidente de la república Enrique Peña Nieto, o sea del PRI, se antojaría fuera de toda lógica eso de que el PES venga con las huestes de AMLO, a menos que estemos en la antesala de un rompimiento más en las altas esferas del gobierno federal y del priismo, como en otros tiempos. Y si eso así viniera, sólo sería por una razón, que la candidatura no va con Osorio.
Como quiera que sea, en relación a nuestro estado, tampoco se aprecia una definición en lo relacionado a la postura de Encuentro Social de cara a las elecciones. Si bien es cierto que a nivel nacional ese partido de nueva creación no significa prácticamente nada, en lo que toca al territorio zapatista es otra cosa, por la presencia del alcalde de Cuernavaca, Cuauhtémoc Blanco Bravo; que de ir como su candidato al gobierno estatal, le mejora sensiblemente los escenarios.
Claro, la descripción anterior obedece estrictamente a una realidad político-electoral que además cambia constantemente, pero no se ajusta a posibles acuerdos cupulares que, bajo la percepción casi generalizada, se han dado en tiempos pasados, negociando con alguno de los partidos y de manera anticipada la gubernatura morelense.
Desde luego que hay con quienes pareciera no haber márgenes de negociación, caso específico Morena; las huestes de AMLO vienen por lo suyo y dada la situación que priva con el líder moral López Obrador, frente al resto de las fuerzas partidistas superiores, nunca se ajustaría a algún arreglo.
Y además, como ha pasado en otras elecciones, su figura generará ciertas tendencias favorables para sus candidatos, sólo que en el caso de que Blanco Bravo decida meterse en la pelea, reducirá mucho la influencia del tabasqueño y en algunos territorios lo borrará, de ahí que las cosas no se vean tan claras por ahora.
Pero como se puede advertir, para los priistas resultaría muy atractivo ir aliados con el PES, por las consideraciones mencionadas, no obstante en torno a ese tema sólo el CEN de cada trinchera decidirá hacia dónde se inclinan los acuerdos. Porque será desde allá de donde salgan los pactos.
Mucho se insiste en que todo depende del candidato presidencial del tricolor; que si va Osorio, pues indiscutiblemente irían juntos, pero si Peña Nieto se decide por el titular de Hacienda José Antonio Meade, a lo mejor el hoy secretario de Gobernación, en una actitud de inconformidad y rebeldía, se lleva su partido con AMLO y en Morelos ese instituto se la jugaría sólo con Blanco Bravo.
Es muy interesante lo que electoralmente se observa en el territorio local, porque, a diferencia de otras elecciones, aún no hay tendencias claras respecto a los resultados que se puedan dar en la batalla por el gobierno morelense en el año entrante. Y esto se comenzará a apreciar hasta inicios de enero, cuando ya se sepa quiénes van a disputar tan anhelada posición.
Por el momento, así debiera ser, cada partido debe estar centrado en el desarrollo de trabajos a fin de consolidar sus estructuras y estrategias, porque de ello depende en buena medida que se pierda o se gane la gubernatura, senadurías, alcaldías, diputaciones locales y federales.
Y tendría que ser el PRI, desde la presidencia, el que pudiera volver a considerar a Morelos como moneda de cambio si a sus intereses superiores así conviene, sobre todo si hay que pagar facturas a los adversarios para conservar el mandato presidencial más allá del primero de diciembre del 2018.