A medida que nos acercamos a la toma de decisiones respecto a los candidatos a la presidencia de la República, como que se ve con mayor claridad quiénes serán los que se enfrenten por esa anhelada posición en los comicios del 2018 y cómo la larga lista que se apreciaba hace semanas se ha reducido sólo a cinco personajes.
Seguimos asumiendo que el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) ya tiene su candidato, será Andrés Manuel López Obrador, que además, va por su última carta; si es vencido nuevamente en esta tercera intentona, ha adelantado que se retirará hasta de la política.
Y por el lado del Partido Revolucionario Institucional (PRI) como que quedan en la recta final dos gallos, el Secretario de Gobernación (SG) Miguel Ángel Osorio Chong, y el de Hacienda, José Antonio Meade, aunque asoma la nariz el de Educación, Aurelio Nuño. Los priistas consideran al primero con ciertas tendencias democráticas.
Es decir, que Osorio sería una figura con mayor acercamiento al ciudadano, pero también reconocen que le han encargado el asunto más delicado que enfrenta el país en éste momento, la seguridad, que por cierto no anda nada bien y que -él mismo admitió en una comparecencia- es consecuencia de la falta de coordinación con estados y municipios. Como suelen decir por ahí, está sentado en la lumbre y cualquier tropiezo lo podría dejar fuera de la lucha.
Y sobre la figura de Meade lo que se advierte es que se trata de un tecnócrata, educado en las mejores escuelas y con una visión de la realidad muy diferente a la que vive el pueblo mexicano, pero en cambio pareciera traer el apoyo de un poderoso sector empresarial que incluso lo estaría apoyando en su campaña y en eso llevaría cierta delantera ante el titular de Gobernación.
Es decir, que son opciones distintas al interior del tricolor, con “padrinos” diferentes y como que la moneda está en el aire, pues no se ve hacia dónde se inclinará la balanza.
En relación al Frente Amplio Opositor -que ya reiteró ante el Instituto Nacional Electoral que van juntos PRD, PAN y Movimiento Ciudadano (MC)- también son dos los que se disputan la candidatura presidencial: el presidente del CEN de Acción Nacional Ricardo Anaya y el Jefe de Gobierno de la Ciudad de México Miguel Ángel Mancera.
Todavía no se definen con claridad las reglas para ungir al abanderado de dicha plataforma, pero se aprecian diferencias que pudieran causar conflicto a la hora de la verdad. Los azules quieren una elección controlada, más en corto, mientras que los amarillos exigen una consulta abierta.
Bueno, Mancera ya advirtió que si no se abre el proceso a la gente le dirá adiós al frente, lo que causaría serios problemas internos, porque prácticamente quedaría desacreditado. Claro, el jefe de gobierno estaría aceptando ir sólo de candidato con el PRD; por ahí va la cosa.
Desde nuestra óptica, el frente amplio tendría mayor éxito si se decide por Miguel Ángel Mancera, porque Anaya trae una serie de señalamientos por enriquecimiento inexplicable que le pegarían muy fuerte como candidato. En cambio Mancera parece tener mejor ambiente y sobre todo, una suma importante de simpatizantes en la capital del país.
Como quiera que sea, el asunto es que con toda seguridad de esos cuatro saldrán los dos adversarios de AMLO por la presidencia de la República. No vemos a nadie más en el amplio horizonte, porque ya igualmente comienza a valorarse que las candidaturas independientes no llegarán más que a lograr algunas victorias en posiciones menores, como ayuntamientos, diputaciones locales o acaso alguna federal, pero para los cargos grandes no les va a alcanzar.
Pero al final, sea Meade o Osorio, Anaya o Mancera, los mexicanos sólo tendremos tres opciones para elegir al próximo inquilino de Los Pinos, así que de una buena vez hay que irse preparando, analizando los perfiles de cada uno de ellos para decidir nuestro voto.
Ya lo decíamos, que conforme a opiniones de priistas, el titular de Hacienda se identifica con esa corriente conocida como tecnócrata; Osorio sería un personaje algo más cercano al pueblo, que porque hizo su carrera política desde abajo, sólo que tendría problemas de financiamiento de campaña, aunque siendo el partido en el poder, tampoco sería para tanto; hay mucho dinero del cual echar mano, ya los conocemos.
En lo que toca al frente, se ven también diferencias entre Mancera y Anaya. Al primero ya se le puede valorar por los resultados que viene dando en la Ciudad de México; al otro sólo se le identifica como líder del partido o legislador, ya que es nula su experiencia administrativa en responsabilidades de gran alcance.
Y sobre López Obrador, pues pasó por la jefatura de gobierno del entonces Distrito Federal y a juicio de muchos capitalinos no dejó mal sabor de boca. Bueno, pues sigue adelante en las encuestas, aunque reiteramos, es el único que ya se asume como candidato presidencial, los demás todavía no y esa podría ser la causa de que esté en la delantera.
Ahora bien, de que será una elección apretada, ni que decir; la diferencia entre las tendencias de uno y otro son mínimas; hablamos de dos o tres puntos de distancia entre sí, lo que se consideraría algo así como un empate técnico y entonces se corre el riego de llegar con resultados que empujen hacia conflictos post electorales, como ocurre desde hace años.
Pero ya en el camino seguramente comenzaremos a ver movimientos y cambios en la tendencia, pero al igual que en las elecciones del 2006 y el 2012, quien gane lo hará apretadamente. Tras 12 años de ausencia en Palacio Nacional, el PRI parece haber ganado con cierto margen al entonces candidato de las izquierdas, López Obrador.
Pero el tricolor traía menos desgaste; El entonces aspirante, Enrique Peña Nieto fue muy bien recibido por gran parte del electorado; sin duda que sus perfiles y su carisma fueron fundamentales para que ganara, pero hoy no apreciamos alguna figura carismática que traiga esos potenciales.
La contienda no será tranquila, pero deberemos apostar a la civilidad, ya que las riñas por el control del poder sólo complican los escenarios y México requiere de unidad para poder superar obstáculos que intentan detener su desarrollo, sobre todo aquellos provenientes del exterior.