Es una manera de conocer lo que piensa la gente en relación a determinado tema y su derivado suele ser muy coyuntural, refleja el sentir del momento. Es decir, aparecieron como parte de la economía de mercados o acaso para medir la popularidad de algunos artistas, y aún subsisten programas radiofónicos en los que el radioescucha puede votar por tal o cual cantante.
Sin embargo, a medida que comenzó aparecer cierta competencia electoral, surgieron y se multiplicaron las empresas dedicadas a estas tareas, muchas de las cuales, sin embargo, desarrollan trabajos poco serios y únicamente buscan aprovechar los procesos electorales para vender resultados al mejor postor.
Para poder dar cierta credibilidad al resultado de algún sondeo, hay que confirmar por lo menos la metodología aplicada, es decir cómo fue levantada, ¿telefónicamente, vía internet, por correo? Hay que aclarar que de acuerdo a expertos en la materia, estas tres formas dan números no confiables, tienen todo tipo de márgenes de error y además se prestan a confusiones.
La más certera es aquella que se lleva a cabo cara a cara entre el encuestador y el encuestado, porque ello ofrece más elementos que pueden confirmar las respuestas que se obtienen.
Pero eso no es todo, conocedores del tema aclaran que además se deben conocer con claridad los objetivos que se buscan con la encuesta, a través del cuestionario, que finalmente lleva implícita la estrategia a desarrollar.
Luego vendrá el trabajo de campo y finalmente los resultados, sin embargo, aún así se pueden manejar tendencias de acuerdo y al gusto de los clientes. Un expositor del tema ponía a sus interlocutores como un ejemplo de levantamiento informativo tendencioso, aquel que se utiliza recurrentemente para valorar alguna figura pública.
No es lo mismo preguntar al respecto ¿es excelente, bueno, es regular o es malo?, a decir ¿es bueno, regular o malo?, porque en estas últimas interrogantes el ciudadano tiene menos problemas para decidir.
El asunto pues es que hoy estamos inmersos en un permanente bombardeo de estadísticas que, que por su variedad, nos llevan a la confusión con claras intenciones de desinformarnos en lugar de mostrarnos la realidad.
Un ejemplo clarísimo de esto fue cuando, durante una reunión con empresarios y banqueros, el presidente Felipe Calderón sostuvo que la candidata de su partido, Josefina Vázquez Mota, estaba a cuatro puntos de distancia del priista Enrique Peña Nieto. A los pocos días volvieron a promocionar otra encuesta, en la que se afirmaba que no andaba en esos cuatro, pero si en siete u ocho a lo máximo.
Bueno, pues con un cuestionario inducido, se logró el resultado deseado, aunque este de ninguna manera representa las tendencias reales, hoy volvemos a ver que empresas serias siguen ubicando con ciertas distancias a la señora del mexiquense, pero se trató de presentarle un escenario a modo a los ciudadanos.
Pero insistimos, cuando la metodología es la correcta y los propósitos son serios, sí son elementos informativos que nos van indicando hacia donde se da la tendencia favorable, aclarando que son películas del instante, porque lo que hoy es, puede que mañana ya no, por los sucesos tan cambiantes.
Lo que se menciona es que electoralmente, el trabajo de encuesta comenzó a ser utilizado en México previas las elecciones presidenciales de 1988, porque se apreciaba un proceso bastante apretado y existía la necesidad de ir adelantándose a las cosas.
Los aspirantes a cargos de elección popular harán todo lo que a su alcance esté con tal de ampliar márgenes de ventaja ante sus competidores o para tratar de revertir situaciones desfavorables y en ello no les importa si tienen que recurrir al engaño colectivo e incluso violar el marco legal de competencia.
Para ellos todo es válido, porque en el desempeño de cargos públicos y de ejercicio de poder basan su propia existencia, sobre todo económica, obtienen el mayor beneficio con el menor índice de sacrificio y esfuerzo.
Y no obstante que los niveles de pobreza parecen extenderse cada vez más, aún tienen márgenes para lograr verdaderas fortunas a través de su inclusión en la política y ahí lo que menos cuenta es la ética y la honestidad. Están incluso, en mucho, vacunados contra la crítica, todo se les resbala.
Quizás usted conozca a algunos vecinos o amigos que por cualquier circunstancia lograron llegar a algún cargo público o de representación, simplemente para que los baje de ese tabique si no dieron el ancho estará difícil, se aferrarán a ello con todo, porque saben que ahí no hay carestía y lo que ganan oficialmente es simbólico. De ahí aquella expresión en el sentido de que “a mí aunque no me paguen, sólo que me pongan donde hay”.
Y en efecto, una vez siendo parte de esos iluminados, buscan la manera de beneficiarse bajo cualquier circunstancia, casi siempre con actos de corrupción en contra del pobre ciudadano.