Una de esas novedades es la reelección de diputados locales y presidentes municipales. En el primer caso, podrán repetir hasta tres veces; en el segundo, sólo dos, pero de todos modos en los recientes trienios no hemos tenido que digamos una buena experiencia del desempeño de ediles y legisladores, de tal manera que si por voluntad popular auténtica fuera, quienes se han desempeñado en esas representaciones no sólo no habrían logrado alguna reelección, sino que seguramente habrían tenido que pedir licencia a la misma por los desafortunados resultados, así que no vemos por dónde, de manera democrática, puedan mantenerse en el mando quienes hoy nos representan.
Y otro aspecto medio positivo es el referente a las candidaturas ciudadanas, que si llevara todos los elementos necesarios para fortalecer esa figura, sería altamente plausible, pero los candados que se le colocaron hacen prácticamente imposible pensar en un aspirante a cargo de elección con ese origen, pueda ser competitivo y eventualmente hasta ganar. Basta con el requisito referente a que quien busque una candidatura independiente o ciudadana, debe contar con el respaldo del dos por ciento de quienes conforman el padrón electoral en el territorio donde quiere competir.
Una reflexión en un medio nacional hacía mención sobre el caso y se consideraba incongruente que mientras para lograr el registro de un nuevo partido político, se exija menos del uno por ciento de finas del padrón y para una candidatura independiente, el dos por ciento.
Eso francamente lleva la perversa intención de que simplemente nadie pueda lograr su propósito a partir de un liderazgo popular, desligado de los partidos políticos y es que esas organizaciones impopulares, por cierto, no van a ceder espacios en el monopolio y control de poder que tienen en México.
Pero si eso no fuera suficiente, viene luego el asunto económico, porque en esta reforma se avalan esas candidaturas, pero nadie habla del recurso financiero y una campaña política en nuestro país cuesta una verdadera fortuna; un particular jamás podrá estar a la altura de sus contendientes, apadrinados por los partidos, porque aquellos se gastan no su dinero, sino el nuestro, vía las prerrogativas que se les entregan.
Es decir, los cambios parecen benevolentes, no lo son tanto, lo vamos a ver en la práctica, lograr obtener el respaldo del dos por ciento de los votantes, tampoco es cosa fácil si no se dispone de estructuras y formarlas cuesta igual un buen billete, pero una vez registrado hay que salir a la calle a pelear con recursos propios, a arriesgar lo poco que se tenga en una misión bastante dura, ya tendremos oportunidad de ver lo que pasa pero, en mucho, la reforma está pensada para que fracasen esas modalidades electorales.
Y lo más seguro es que en lo relativo a la reelección de ediles y diputados, acabemos doliéndonos de haberlo permitido -aunque tampoco se nos tomó mucho en cuenta como ciudadanos-, porque si hoy fuera el caso, no vemos por dónde alguien mereciera prolongar su representación con base en lo que han ofrecido a sus gobernados.
Pero todo esto forma parte de las estrategias de los políticos por maquillar las cosas frente a la ciudadanía y seguir siendo dueños del control del poder total, económico, político y social, en realidad no hay avance alguno.
Municipios ahogados
Y hablando de la reforma, parece que la mayoría de los alcaldes sí tratar por lo menos de hacer sufrir un rato a los legisladores locales, con esto de la aprobación de la reforma electoral, siguen condicionando su apoyo a la aprobación de créditos y proyectos de reestructuración de sus deudas.
No es para menos, más de la mitad de los ayuntamientos se encuentran financieramente ahogados, los débitos rebasan la capacidad interna, no hay ingresos para sobreponerse a una situación que amenaza incluso con paralizarlos, pero que de entrada los está dejando muy mal parados ante su pueblo, porque no hay obra pequeña, ni mediana, lo poco que les llega se lo gastan en nómina y algunos gustos de los presidentes municipales que ni esas difíciles circunstancias los hacen reflexionar.
Comunas como Cuautla enfrentan pasivos por arriba de los 260 millones de pesos, el alcalde Jesús González Otero reconoce que lo menos que requeriría en este momento es que el Congreso les permita obtener recursos frescos para una reestructuración de deuda. Qué decir de la capital del estado, a la que la siguen castigando sin misericordia.
Se ha insistido por parte de algunos funcionarios estatales que ya lo más difícil en las alcaldías quedó atrás, que hay muchos alcaldes que vienen haciendo un gran esfuerzo y logrando incrementar sus ingresos propios, habría que ver quiénes, porque los que conocemos andan tan mal como sus antecesores, porque además nunca estuvieron a la altura de las necesidades de su tiempo. Pensemos por ejemplo en un Miguel Ángel Colín Nava de Temixco, al señor le quedó grande la comuna, muestra serias incapacidades que vienen haciendo terrible daño a quienes confiaron en él, pero muy en particular a sus propios trabajadores y por si fuera poco al mismo cabildo, tienen tres quincenas sin cobrar y en mucho se debe a la ineptitud del personaje en cuestión.
Desde luego que personajes de esa estatura no vienen mejorando la situación financiera de sus respectivas administraciones, van a terminar peor y así nos la vamos a ir llevando hasta el final, cabildos comprometidos por décadas hacia adelante, tiempo en el que los ciudadanos verán rezagadas y desatendidas sus necesidades en obras, servicios públicos, seguridad y tantas cosas más que no se vienen atendiendo.