Hoy, que se vive una lucha electoral por parte de los partidos políticos, que afanosamente intentan llegar a administrar, ya no riquezas, más bien pobrezas, las voces y quejas se multiplican desde el ámbito social, el deterioro no sólo llega a la estructura funcional de la metrópoli, es claro un descenso en el nivel de vida de sus ciudadanos, sobre todo de aquellas regiones alejadas del centro, donde se muestran los signos de la miseria.
Revertir el fenómeno requerirá de mucha entrega, trabajo y paciencia de quien logre ganar esta batalla electoral, los actores en escena deberían ir con la clara consciencia de que será un sacrificio, más que un disfrute, llegar a la presidencia municipal, si no es así, entonces la degradación va a profundizarse y mire que se lo decimos hoy, cuando aún no se tienen las definiciones.
El rezago es de muchos años, la ciudad no sólo ha perdido belleza, atractivo, funcionalidad y naturaleza, también ha dejado de crear y construir. Podríamos decir que luego de aquellos gobiernos que encabezaron Alfonso Sandoval Camuñas y Sergio Estrada Cajigal entre 1994-2000, Cuernavaca inició la debacle, a partir de ahí comenzó el estancamiento y hasta el retroceso.
Tanto Alfonso como Sergio pudieron todavía, y a juicio de la mayoría de los gobernados, cumplir con los compromisos, pero quienes les sucedieron terminaron abucheados y reprobados, porque no tuvieron la capacidad y voluntad o no quisieron aterrizar acciones que abonaran en el progreso y el desarrollo.
Es prudente considerar que la insuficiente formación en sus respectivas carreras políticas y la administración pública pudo ser un factor que influyera en la regresión, sin embargo Estrada Cajigal no había ejercido cargo público, ni representación social alguna, antes de ser edil y logró un trabajo aceptable.
Es pues entonces atribuible a los trienios priistas y panistas el no haber abonado en la mejora integral de la capital del estado, aunque ello igualmente va anclado al apoyo que se tenga del gobierno estatal, porque éste premia o castiga, dependiendo del interés que se tenga políticamente.
Luego de Estrada comenzó la hegemonía del Partido Acción Nacional (PAN), José Raúl Hernández Ávila y Adrián Rivera Pérez estuvieron al frente de la comuna durante el sexenio 2000-2006. La realidad es que estuvieron debajo de media tabla, a pesar de que se les había heredado un municipio con finanzas sanas y control social.
Todavía en esa época existían restricciones que impedían el cambio de uso de suelo en diversos puntos, uno de ellos la zona de Vista Hermosa, Delicias y otras colonias consideradas residenciales. Pues en esos seis años, incuso violando las reglas por ellos mismos establecidas, permitieron la avanzada de comercios y negocios de toda naturaleza que hoy muestran los graves efectos negativos, en lo que tiene que ver con la tranquilidad trastocada por los congestionamientos vehiculares cotidianos.
La avenida Río Mayo y San Diego son un ejemplo bastante claro del daño que se provocó y que seguramente no se podrá revertir jamás. Qué decir del otorgamiento del permiso para la construcción de las torres departamentales de Altitud, ubicadas en Domingo Díez, a la altura del Hospital G. Parres, es una auténtica grosería y bofetada a los cuernavacenses y todo ello en detrimento del nivel de vida de los habitantes.
Bueno, en el trienio 1997-2000 se logró la reubicación del ambulantaje en el primer cuadro de la ciudad, sólo hay que ver cómo andan las cosas hoy día. Da vergüenza, sobre todo ante los visitantes, la descomposición que presenta el Centro Histórico, inundado de toda clase de vendedores que se han apoderado de los espacios públicos, tanto banquetas como pasillos y la misma plaza pública.
Pero las siguientes administraciones tampoco abonaron mucho. Se esperaba mucho más de Jesús Giles Sánchez, quien gobernó de 2006 a 2009, sin embargo se quedó corto, tanto que hasta ahí legó el dominio panista, porque la siguiente elección la ganó el Partido Revolucionario Institucional (PRI) con Manuel Martínez Garrigós, a quien se le atribuye el mayor desaseo, en lo que se refiere al control administrativo.
Éste, más con recursos derivados de un crédito de 600 millones de pesos que con recursos propios buscó recuperar espacios públicos y avenidas con remodelaciones, construyó el distribuir vial de la glorieta Zapata en Buena Vista y el parque Acapantzingo. No obstante, los conflictos políticos al interior de su propio partido y el pleito por el control del manejo de la basura, le generaron muchos problemas, en especial de imagen, que difícilmente se podrá sacudir.
Mejoró algunos espacios, pero descuidó el resto de la ciudad, eso abonó en el rezago y la descomposición, provocando reacciones en su contra en muchos lados. Pero además, sí le dejó al actual edil Jorge Morales Barud una deuda casi impagable, cuyo pago de intereses se lleva la mayor parte del presupuesto que ejerce la comuna anualmente, por eso ya no logró hacer gran cosa, como que a él le tocó coyunturalmente llegar en el momento menos oportuno.
No va a entregar un Ayuntamiento saneado, pero se aprecia que sí logró mayor control administrativo y quien se haga cargo de la alcaldía a partir del primero de enero del 2016, encontrará finanzas más manejables y menos pesadas. Sin embargo, reiteramos lo dicho inicialmente, hay que llegar con una intención diferente, hacer a un lado las ambiciones y entregarse al trabajo de recuperación.
Si la cosa no va por este lado, entonces lo poco que logró Morales Barud se perderá, las cosas entrarán en mayor complicación y eso nos llevará a peores escenarios. Por eso insistimos en la aplicación de un gobierno distinto, responsable, y eso deberá alcanzar al cuerpo edilicio, porque hoy los regidores son los primeros en empujar al alcalde a obrar mal para buscar beneficios personales y de partido.