De entrada, el solo hecho de que tuviera que abordar el tema significa que sí siente “pasos en la azotea”, que comienza a tomar conciencia de que camina en la cuerda floja y que si por la voluntad popular fuera, ya habría dejado el cargo.
Y esa ha sido una característica de mandatarios cuando se encuentran acorralados o con altos grados de ilegitimidad (aunque nunca habíamos visto a alguien con las condiciones de desprestigio del actual): primeramente, buscan a toda costa omitir tales asuntos, evaden cualquier interrogatorio de los medios sobre el caso y únicamente cuando ya no hay manera de hacerlo, ellos deciden el momento para dar su versión.
Por eso sostenemos que el señor ya debe haber levantado alguna encuesta de opinión y sabe perfectamente que su calificación se acerca a cero, aunque lo mantiene vivo el apoyo del gobierno federal, por algunas complicidades y acciones de servilismo, que realmente son su carta de presentación, si analizamos los antecedentes históricos de su persona.
Erróneamente pensó que cancelando la relación con los medios evitaría el desgaste, por eso eliminó aquellas ruedas de prensa que ofrecía los lunes de cada semana, que a la postre, se transformaron en monólogos, porque se limitaban a la lectura de algún documento, la mayoría de las ocasiones, sin importancia, y se prohibían las preguntas.
Bueno, ni siquiera tuvo la decencia de oficializar ante el gremio que esos encuentros quedaban suspendidos. Por pura casualidad en su momento, uno de los miembros del gabinete abordó con el reportero el tema y dijo, “bueno, eso era cuando había ruedas de prensa, pero ya se cancelaron”. Entendimos que a ellos sí les había informado.
Pero la ausencia de la posición oficial ante muchos conflictos y problemas sólo dio rienda suelta a la especulación y entonces las cosas se fueron complicando aún más, al grado tal que en el gremio informativo hay una pésima opinión sobre el mandatario y se asume la posición de que cualquier declaración de Ramírez Garrido o de su Secretario de Gobierno, Matías Quiroz Medina, llevan alta dosis de falsedad y distorsión.
Cuando se escucha el razonamiento de cualquier ciudadano al azar respecto al desempeño de la presente administración, difícilmente se puede encontrar una opinión positiva, hay verdaderamente un enojo que ya llega al repudio y, siendo un poco fríos, nos preguntamos, ¿es que en efecto estamos tan mal como lo muestra la percepción de la mayoría de la gente? Y haciendo un poco de ejercicio de reflexión caemos en la cuenta que hay demasiados motivos como para que la decepción venga tocando fondo.
Pero ¿es que acaso esos que creyeron las promesas, las ofertas de un buen, gobierno distinto a los anteriores no sabían el pasado del entonces candidato de las izquierdas? por lo visto que no, porque si se hubieran preocupado por indagar sólo un poquito de sus antecedentes políticos, no le habrían dado el voto de confianza, aunque finalmente logró engañar a demasiados.
Ahora advierte que se quedará hasta el final y eso para la absoluta mayoría que no desea saber más de su administración sería una auténtica pesadilla, porque además no se le aprecia voluntad alguna de cambiar de actitudes. Como que el objetivo es claro, llevarse el botín completo, porque seguramente aún no acaban de llenar las maletas.
Así sea a destiempo, intentaremos ir despejando algunas dudas respecto a la vida política de algunos de los que forman parte de la pandilla que en mal momento se instaló en Morelos, por lo visto, con intenciones bien definidas, resolver económicamente su futuro y el de muchas generaciones más de los suyos a costa de la pobreza y marginación de los morelenses.
Pero antes de remontarnos hasta los tiempos del gobierno de Luis Echeverría Álvarez y las nóminas del Instituto Mexicano del Café (Inmecafé), mencionaremos que ese grupito se manejaba como una asociación civil y al menos desde el sexenio de Lauro Ortega Martínez, venían ya viviendo de nuestro estado y eso nos lo confesaría en su momento, el propio ex mandatario.
Abordando el tema, ya en la administración de Antonio Riva Palacio, LOM lamentaba los graves hechos de corrupción, que también en ese periodo eran materia de preocupación y ante los cuales ya el hoy mandatario, desarrollaba todo tipo de presiones a fin de lograr prebendas.
Lo recordamos bien, ya que sobre Graco dijo “mire, a esos personajes hay que tenerlos controlados, yo los mantuve quietos dándoles apoyos a través de programas sociales, dizque para ayudar a la gente, ellos creían que me engañaban, pero yo sabía que se quedaban con todo el recurso, sin embargo, finalmente dejaban de molestarme”.
Aquí hablamos de más de uno, porque entre otros, quien fuera Secretario de Gobierno y ahora titular de la Secretaría de Movilidad y Transporte (SMyT), Jorge Messeguer Guillén, era parte de la célula. Éste último siempre ha sido algo así como el carga maletas de quien durante años, pasaba de ser senador, a diputado federal y viceversa.
Incluso logró ser diputado local por la vía plurinominal -porque nunca ha ganado una representación popular por la vía del voto- en función del apoyo que le daba su eterno jefe. El problema pues para Morelos es que no es sólo la cabeza la que llegó a satisfacer intereses y ambiciones personales, hay otros más que andan en lo suyo y entonces el daño es sustancialmente mayor.
En todos lados se pueden identificar personajes avecindados en el estado a partir del arranque de este gobierno, muy discretamente ocupan posiciones relevantes con salarios privilegiados, en su mayoría, llegaron de la capital del país y seguramente que al final de este desafortunado periodo, regresarán a su lugar de origen. Ello muestra otra parte de la actitud de esa élite, el desprecio a nuestros cuadros locales.
Y pensar que faltan más de dos años y medio. Pero aún nada está escrito.