Hay una sucesión de acontecimientos que recrudecen el malestar social y empujaron al sector empresarial -buena parte de ellos- a cuestionar el desempeño del secretario y a pedir que sea considerada la posibilidad de reestructurar mandos.
El argumento insistente tanto de Menchaca como del secretario de Gobierno Oscar Sergio Hernández Benítez va en el sentido de que se trata de delitos de competencia federal, sólo que ésta no puede ser una excusa permanente, de quienes aún sin tener todas las facultades para actuar están obligados a garantizar la seguridad colectiva.
Es como si al interior de nuestro hogar como padres de familia dijéramos a nuestros hijos, que la responsabilidad de crear empleos bien pagados es del Gobierno y por lo tanto toca a éste resolver la insuficiencia de ingresos en casa.
Si las condiciones son difíciles, tenemos que hacer lo humanamente posible para asegurarnos de que los nuestros estén bien, pero de siempre, se pretende evadir responsabilidades y echarle la culpa a otros. Eso no puede seguir así, si el propio Hernández Benítez no puede con el paquete, pues que lo deje en manos de quien sea más capaz.
Hay muchos ejemplos pasados que nos llevan a considerar que la etapa de Menchaca Arias se ha agotado, mantenerlo al frente sólo propiciará mayor desgaste del secretario de Gobierno, que es el coordinador del gabinete, y por lo tanto jefe inmediato de aquél, pero no sólo eso al mismo gobernador Marco Adame Castillo se comenzará a pegar.
Así ocurrió con el sector justicia en el Gobierno de Jorge Carrillo Olea, luego en la administración de Sergio Estrada Cajigal, con su jefe policíaco José Agustín Montiel López y el entonces secretario de Gobierno Eduardo Becerra Pérez.
Independientemente de que cumplieran o no con sus responsabilidades, los sucesos de la época llevaron a una pérdida de confianza en esos funcionarios y tenían que dejar el cargo.
Jorge Carrillo se empecinó en mantenerlos, y ya sabemos lo que pasó. Estrada Cajigal hizo lo mismo con su gran amigo Becerra, desde el Gobierno federal tuvieron que quitárselo de enmedio y el descrédito fue incalculable para la imagen pública de la gestión.
No vemos otra salida en estos momentos, a la crítica empresarial se respondió con una rueda de prensa ponderando la creación de empleos y destacando que Morelos va por el sendero del crecimiento. Sin embargo, ello no resolverá las cosas ni cambiará la percepción que se tiene de los resultados nulos en prevención y persecución del delito.
Reiteramos, si no se actúa en tiempo, quien comenzará a colocarse en el ojo del huracán será el secretario Oscar Sergio y consideramos que menos está en los planes sacarlo de la jugada, pero en política así se dan las cosas y lo más inteligente es adelantarse a los hechos.
Desde nuestra óptica, efectivamente Oscar Sergio quizás por su misma personalidad no ha estado a la altura de las circunstancias, de ninguna manera es un personaje con vocación de servicio cercano a la gente, como que intenta estar lo más lejos posible de los problemas, prefiere agotar a sus segundos o terceros mandos antes de dar la cara y esto tampoco se antoja lo más procedente.
Cuenta con muy escaso manejo de la mano izquierda, incluso ante los medios informativos, es poco dado a tener un roce continuo e igualmente se antoja que intenta evadir las entrevistas y más cuando hay asuntos tan delicados que tratar como los referentes a la delincuencia.
Puede pasar una semana para que se le localice personalmente, provocando una impresión poco adecuada para los intereses del propio régimen de Gobierno, aspecto que le complica las cosas.
Con mucho, su antecesor Jorge Morales Barud hacía un mejor esfuerzo por ser atento y con ello logró generar un buen ambiente, tanto en lo que corresponde al trato con los poderes Legislativo y Judicial como con los partidos, además de que por su amplia formación tenía mucho contacto con líderes sociales y pueblo en general, algo de lo que carece el actual funcionario, cuya fortaleza es ser gente de partido.