En lo que corresponde al aspecto político y social, seguramente lo que transformó los modos y la manera de ejercer el poder fue la alternancia en la que entró el país a partir de aquella elección presidencial histórica del año 2000, cuando por primera ocasión un partido distinto al Revolucionario Institucional (PRI), Acción Nacional (PAN), ascendía a lo más alto con la conquista de la presidencia de la República.
En buena parte de las entidades federativas el fenómeno fue secundado; Morelos no escapó y en esa misma fecha los morelenses empezaron a ser gobernados por otra fuerza política, pero como que la sociedad se volvió mucho más exigente y vigilante del desempeño de sus autoridades.
Engañar al gobernado es ahora más difícil que antes, los diversos canales de comunicación que tiene a su alcance le facilitan darse cuenta de cualquier error de sus autoridades o representantes en las cámaras legislativas y es por eso que muy aceleradamente, los políticos entran en un desgaste tremendo que les pone en riesgo su representatividad y hasta legitimidad en los cargos que ostentan.
Lo vemos en estos tiempos y con bastante claridad: los liderazgos que llevaron a algunos personajes a ganar el voto ciudadano en las elecciones del 2012, ya sea a nivel de Los Pinos o de las gubernaturas, sufren un enorme decremento de la confianza popular y esto es quizás el comienzo de una era que marcará para siempre la tendencia del comportamiento social frente a sus estructuras gubernamentales.
Visto desde la óptica terrenal, la del ciudadano común, lo que ha llevado al descrédito a quienes gobiernan desde municipios, estados o el país, es consecuencia de sus incapacidades o falta de voluntad y vocación de servicio. Sin embargo, son muchos más los elementos que a ello contribuyen. Sólo habría que entender un poco la posición oficial frente a un movimiento magisterial al que nada parece satisfacer y que luego de intentos de acuerdos y diálogos con la Federación avisa que no iniciará el periodo escolar 2016-2017.
La exigencia sigue siendo la derogación de la reforma educativa, pero en el fondo –y hemos insistido en ello- son intereses políticos y económicos los que animan a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), -sí por lo menos a los cabecillas- de tal manera que ponen sus condiciones para llegar a un arreglo en lo más alto posible, de tal manera que no se les puedan resolver a fin de mantener esa bandera de lucha.
El gobierno de Enrique Peña Nieto se ha visto asediado durante sus ya casi cuatro años de gestión por conflictos tan delicados como el de la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, en Iguala, Guerrero y desde luego, el asunto del movimiento magisterial.
Sólo esos dos temas le han representado una pérdida estrepitosa de la credibilidad y confianza de quienes lo llevaron a la presidencia, pero si a ello le agregamos lo referente a la inseguridad y el escaso desarrollo económico, el panorama se vuelve todavía más complejo.
Claro, desde luego que en algunos de esos factores, sí son las autoridades las responsables de la desilusión colectiva. Eso de que anualmente la corrupción en México representa el 10 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), algo así como billón y medio de pesos, es atribuible a su desempeño, porque es en las instituciones donde más se practica, y por eso seguimos viendo a los políticos enriquecerse hasta la saciedad mientras el pueblo enfrenta más miseria.
No obstante, hay cuestiones que están fuera del alcance, en su control, del gobierno mexicano, como en lo referente a la caída en los precios del petróleo e incluso, en la devaluación del peso, porque se trata de efectos derivados de desajustes financieros en otros puntos del planeta.
Por lo que usted quiera y mande, el asunto es que seguramente será casi imposible volver a vivir, como pueblo, regímenes que se caracterizaron por su liderazgo y popularidad como el de Lauro Ortega Martínez, en lo que corresponde a Morelos.
Aún así, su último año tampoco fue color de rosa, sus enemigos y aquellos que traían intereses y aspiraciones políticas contrarias se le echaron encima y le causaron serios agraviosç Sin embargo, fue el fracaso de quienes lo sucedieron en la gubernatura lo que lo fue agrandando hasta considerarlo, aún hoy día, como el mejor ex gobernador morelense.
Pero reiteramos, ejercer el poder público desde el 2000 hacia acá viene siendo una tarea desgastante, porque por más esfuerzos que se hagan, hay aquellos a los que no les satisfacen las decisiones y comienzan a sembrar la adversidad.
Claro, si además existen motivos como para que las cosas sean peores, ya se imagina.
Las promesas y ofrecimientos de campaña son estrategias usadas sólo para atraer el voto, pero que muchos, en la práctica son imposibles de cumplir y ahí están las consecuencias.
No tenemos que ir a revisar lo que ocurre en el país, aquí en Morelos pasamos por una coyuntura crucial.
Sin embargo, deberemos aceptar que todo esto recién comienza, estamos a menos de dos años de las elecciones presidenciales y en esa misma fecha se elige al gobernador del estado, por lo que apenas vamos a entrar al periodo pre electoral, que significa una guerra entre partidos, políticos, y gobierno y a la que se arrastra al elector, que es el objetivo central de los que buscarán candidaturas y cargos de elección.
O sea, si hoy nos parece exagerado lo que vivimos, habrá que imaginar cuando nos encontremos ya en las campañas. Las agresiones entre contendientes no tendrán límite, por eso hay que estar prevenidos y mentalmente preparados.