Algunos de quienes impulsaron los proyectos originales decían a La Unión de Morelos que así como se vienen planteando hoy día las cosas, se alejan de la idea de lograr la integración de autoridades con absoluta legitimidad y apoyo social, que es lo que se ha venido perdiendo en los modelos tradicionales de gobernar.
Juan López Palacios, uno de los artífices de los proyectos, recuerda que el planteamiento era rescatar formas ancestrales de ejercer el poder, donde la voz del pueblo fuera la que condujera a sus gobernantes, ajustándose absolutamente a los códigos de moral, respeto y honestidad, cuya pérdida ha generado tantos inconvenientes hoy día.
Pero gradualmente, desde los Poderes públicos y algunas instituciones gubernamentales se fueron vulnerando esas fortalezas y en el transcurrir del tiempo se operaron sustituciones de líderes morales, hasta convertir aquello en un modelo acomodado a los intereses del poder público, se decía.
A no pocos de los principales cabecillas que le dieron fuerza y vida al movimiento que integraba a media docena o más de pueblos y comunidades con aspiraciones de convertirse en municipios, los absorbieron y cooptaron, a fin de anular su incidencia.
En este momento, son otros rostros los que, en coordinación con autoridades que antes oponían resistencia, han capitalizado los trabajos y de acuerdo a la opinión de otros involucrados, sus intenciones son colgarse la primera medalla. Es decir, ser ellos quienes se conviertan en los primeros presidentes municipales de las nacientes comunas.
Y como lo dijimos en su oportunidad, eso ocurrirá precisamente a partir de que termine el actual sexenio, a fin de que la carga e inconvenientes que puedan surgir los tenga que sortear quien gane las elecciones a la gubernatura en el 2018.
Más aún, el diseño con el que se vienen promoviendo los ayuntamientos en ciernes lleva claras intenciones de mantenerlos bajo control y sujeción al Estado y la Federación. Lo único que podrán presumir es que lograron segregarse de sus cabeceras municipales y que ejercerán un presupuesto propio. Claro, ese solo hecho generará posibilidades de mayor desarrollo, si las autoridades en turno muestran algo de voluntad y decencia, de otra manera no veremos grandes sorpresas.
Una primera intención del proyecto original era que el modelo de elección de los gobernantes sería por encima de partidos políticos, a fin de que se lograra una auténtica representación popular, pero todo indica que no hay tal, la injerencia externa se impuso gradualmente y en este momento el régimen es quien orienta las acciones, pone los plazos y las condiciones, cuando aquella lucha anterior era autónoma y dictaba la agenda a seguir.
Claro, todavía podrían ocurrir grandes cosas, mientras no se trate de hechos consumados, pero es muy difícil que se logre recuperar el control, porque poderosos intereses son los que se han vuelto a mostrar y que cuando se les amenaza, son capaces de ponerse de acuerdo, aunque en la cotidianidad vivan enfrentados.
REFORMA ELECTORAL, CAMBIO DE ESCENARIOS
Y en lo referente al ambiente político, la reforma electoral impulsada desde la Federación tendrá sus repercusiones en Morelos, están previstos algunos cambios sustanciales en la materia, algo así como una recomposición distrital, ya sea local o federal.
El propósito que se dice buscar es generar circunstancias de igualdad y equidad en los distritos electorales, porque en la actualidad hay algunos bastante cargados de electores, comparados con otros; por eso, más allá de los límites municipales, algunos pueblos pudieran políticamente pertenecer a una diferente demarcación.
Por ejemplo, se anticipa que Huitzilac, tradicionalmente contemplado dentro del distrito local y federal de Cuernavaca, pasaría a formar parte de los ayuntamientos de Los Altos, entre ellos Tepoztlán, Tlalnepantla, Totolapan y Tetela del Volcán.
Igual ocurriría en torno al que corresponde a Emiliano Zapata y Temixco, porque en una de esas, éste último pasa a ser parte del de Miacatlán y la región poniente de Morelos. Todo esto deberá ya estar perfectamente definido antes de las elecciones del 2018, esa es la finalidad.
Mucho se ha insistido, desde la óptica social, que lo fundamental en la materia sería buscar mecanismos que representen un menor costo de la política al erario público. Los beneficios que se ofrecen a los gobernados no corresponden para nada a la inversión por cada voto del elector.
Somos de los países más caros en ese sentido, bueno, ni en Estados Unidos, que hay más lana, se destina tanto dinero como acá. Y en el caso de la Legislatura, se nos sigue haciendo un exceso que tengamos 30 diputados locales y cinco federales de elección directa.
La sociedad no ve beneficio alguno y por el contrario, cada vez que hay elecciones, sean locales o federales, es un año perdido en el ejercicio del poder, porque casi el presupuesto público completo se va en el financiamiento a candidaturas, que al paso del tiempo no dan retribución alguna al contribuyente.
Por eso se aprecia que ésta, como muchas reformas políticas más que se han hecho, obedece a intereses de grupos de poder y de partidos políticos, no para buscar fortalecer la democracia y darle más presencia al ciudadano, eso es en lo último que se piensa.
Y ya que estamos encarrilados e inmersos en un ambiente preelectoral, buena parte de los conflictos que venimos presenciando tienen mucho que ver con la elección que está en puerta y eso que aún nos encontramos casi a dos años de distancia.
Por eso, las autoridades o representaciones que surgen de cada proceso cuentan con muy poco espacio de maniobra para trabajar en calma; en lo que corresponde a los presidentes municipales, apenas llevan cerca de ocho meses al frente de sus respectivas comunas y ya la grilla comienza a generarles dificultades, porque los órganos rectores tampoco hacen respetar las normas que marcan tiempos específicos y cada quien hace lo que le viene en gana.