Pero las modificaciones también contemplaron otros cambios, como el hecho de que el arranque del mismo se dio a la inversa, es decir partió del templete en el que las autoridades hicieron los honores correspondientes, cuando era lo contrario.
Seguramente ante tales circunstancias, la participación fue mínima, la parada no duró más de media hora, cuando solía llevarse media mañana por la altísima concurrencia, en promedio unas 70 mil personas. Esta vez se incluyó a unos cuantos planteles escolares y en buena medida fue la representación gubernamental la que dominó el desfile, por la presencia de los diversos cuerpos policiacos, instituciones como la Cruz Roja Mexicana y el cuerpo de bomberos.
Tampoco se contó con mucho público, porque a pesar de que se estuvo dando información de los cambios con anticipación, no pocos seguían con la idea de que sería en el Centro Histórico, nos tocó ver a familias preguntando sobre la celebración.
Como quiera que sea, se ha cumplido el protocolo, tanto del grito de independencia, el 15 por la noche, como de la parada cívico militar y lo más plausible, que no se presentaron inconvenientes o hechos de gravedad y eso en un entorno de crispación y de confrontación política o social dice mucho.
Como en los conflictos bélicos, aquellos que libran una batalla de ideas decidieron darse una tregua para recordar a nuestros héroes, pero ya volvemos a la realidad y lamentablemente todo nos lleva a considerar que seguiremos en medio de protestas, gritos y reclamos, porque los problemas siguen ahí, no han tenido solución.
Y en lo sucesivo, tampoco hay muchas esperanzas de alcanzar la pacificación, debido a que ya viene el calor electoral y se desbordan las pasiones, la carrera por el 2018 se calienta cada vez más y es natural, nos encontramos cerca del arranque formal.
Sólo que todo ello complica aún más el esfuerzo entre instituciones y ciudadanos por cumplir objetivos y metas de bienestar y desarrollo. Los tres niveles de gobierno entran en una fase de debilitamiento en el ejercicio del poder, porque algunas de sus estructuras y capital humano son parte misma de la succión y futurismo electoral, ello los lleva a aflojar el ritmo de trabajo, a fin de orientar su esfuerzo hacia intereses políticos personales.
Son tiempos difíciles, sin duda, materia misma de reflexión respecto a la realidad que vivimos, coyunturas propicias a fin de valorar hasta donde hemos sido capaces de aprovechar como país, estado o municipio, el habernos constituido en una nación independiente.
Igualmente, preguntarnos si estamos correspondiendo al sacrificio de quienes ofrendaron su propia vida, a fin de heredarnos un futuro mejor. La respuesta podría no ser fácil, sobre todo, porque pareciera que les hemos fallado, que luego de más de 200 años esa libertad sigue en entredicho, particularmente porque seguimos siendo esclavos, pero de nuestros propios problemas.
Cierto, aquellas luchas de emancipación lograron desterrar al enemigo, al conquistador, a quienes nos dominaron y saquearon durante muchos años, pero jamás hemos podido hacer de esa libertad el camino para vencer las adversidades.
Hoy, en un alto porcentaje, la sociedad es rehén de un cúmulo de factores que le imposibilitan crecer como pueblo y sobre todo, poder vivir en paz, armonía y trabajo para bien de los suyos. Pululan los cinturones de miseria, si bien, la mayor parte de los mexicanos vive en zonas urbanas, lo hace en circunstancias a veces lamentables; la pobreza, derivada de políticas gubernamentales poco efectivas en la distribución de la riqueza, es el signo evidente de la ausencia de satisfactores.
Desde luego que hay que reconocer y festejar a quienes lo entregaron todo por la patria, sería una ingratitud no hacerlo, sólo que si vivieran nuestros héroes, con toda seguridad estarían decepcionados de lo que hemos hecho con el país, porque el grado de desarrollo no corresponde a la potencial riqueza natural con la que contamos y que no hemos podido explotar para bien.
En estos momentos, el fervor patrio es sinónimo de desvelos, borracheras, excesos en todos los sentidos, porque además hay una notable pérdida de valores y de amor a lo nuestro. Hace falta unidad, solidaridad con los demás, honestidad y respeto.
Crecimos mucho como sociedad, pero no multiplicamos en la misma dimensión los elementos para atender sus necesidades, hoy unos cuantos viven bien, demasiados acaso sobreviven, a pesar de ser un territorio envidiable para muchas otras naciones en el mundo.
Más aún, nunca como ahora existe un alto grado de indefinición respecto a lo que nos depara el destino en el futuro cercano y a pesar de que tampoco es un ambiente privativo de México, eso no nos sirve de consuelo y se advierte que el 2017 será aún más complejo que el actual.
Muchos de nuestros problemas tienen su origen más allá de las fronteras nacionales, lo decíamos en alguna ocasión, incluso la sucesión presidencial en los Estados Unidos viene generando vaivenes en la economía local y en especial devaluaciones del peso mexicano, pero aquí mismo le echamos más leña al fuego, contribuyendo con un debate de confrontación que en nada nos ayuda.
Lo que hace falta es vivir en un estado de derecho y para eso no requerimos de más leyes ni reformas, aún con las deficiencias que pueda tener, la Constitución General de la República nos señala el camino, pero hay que hacerla valer, darle a cada quien lo que le corresponde, en medio de esas libertades concedidas tras la independencia.
Cuando el estado como autoridad cumpla cabalmente con sus competencias, acabaremos incluso con el delito, porque es la omisión y las complicidades lo que nos tiene en estas condiciones. A pesar de que del 2006 a la fecha se han destinado sumas históricas al combate a la inseguridad, los resultados son imperceptibles, lo vemos en muchas regiones del país, incluyendo a Morelos. La inversión no es correspondida y en ello tiene mucho que ver el propio gobierno. Sin embargo, los mexicanos han salido de situaciones peores y con toda seguridad venceremos la adversidad.