Hace dos meses que en el sur del país se sufrió un sismo que causó daños en Oaxaca y Chiapas principalmente. Hace más de mes y medio que entre Morelos y Puebla ocurrió el sismo que más daños ha causado en tierras morelenses. Como ya se ha mencionado en esta columna, estos sismos visibilizaron la pobreza en la que está viviendo más de la mitad de la población mexicana y movilizaron profundos sentimientos en las personas, pero particularmente en los niños. Estos aspectos son importantes y debemos prestar atención como sociedad para atenderlos.
Durante estos eventos extremos, las personas mostraron sus mejores sentimientos y sus peores actitudes durante estas fases de emergencia: la mayoría ayudó desinteresadamente y ofrecieron sus pocas cosas a los que perdieron mucho, otros pocos se fueron a tomar la foto para el Face con los que sufren; basten estos ejemplos para contraste. Ya pasó la emergencia, parece ser que ya la pobreza retomó nuevamente a las personas que perdieron lo poco que tenían y en estos momentos debemos enfocarnos a construir nuevamente tanto las casas y edificios, como las relaciones económicas, sociales, con el ambiente y por supuesto basadas en organizaciones sólidas y que ofrecen resultados.
Muchos de los brigadistas del IER-UNAM percibieron una realidad de pobreza que no habían notado y muchos jóvenes de otros lugares ahora tienen dentro de su acerbo de conocimiento, información sobre las precarias condiciones de vida en muchas pequeñas localidades del país. Este conocimiento seguramente les permitirá construir soluciones a la problemática nacional con otras perspectivas.
La riqueza en recursos naturales que tenemos en nuestro país no se ha distribuido en una forma que propicie el bienestar social. El mayor recurso que nuestra población ha tenido a lo largo de su historia, el petróleo, ha sido dilapidado y sólo ha enriquecido a unos cuantos. Esta semana se anunció descubrimientos de nuevos yacimientos de petróleo que se pretende sigan el mismo camino de los yacimientos en franco agotamiento que hoy se explotan. Parece que no hemos aprendido y actuamos como si el cambio climático y sus consecuentes modificaciones a los patrones de eventos atmosféricos extremos no sean generados por la quema de combustibles fósiles. Hay muchos otros destinos para los barriles de petróleo que no producen gases de efecto invernadero y causan modificaciones a la atmósfera. La industria petroquímica puede producir materiales y generar mayor riqueza que la energética basada en combustibles fósiles por unidad de barril de petróleo, ésta sería una mejor inversión y destino para el petróleo de los nuevos yacimientos.
El cambio de la matriz energética debe acelerarse y basarse ampliamente en las fuentes de energía renovables. Como ya he mencionado varias veces, una de las principales características de estas fuentes de energía es su amplia distribución que permite generar energía en el lugar donde se requiere, permitiendo autonomía de las edificaciones y una mayor distribución de la riqueza.
Hoy necesitamos construir nuevamente algunas ciudades y poblados, en mi opinión, primero debemos dar información sobre las posibilidades de generación energética que tienen y en coordinación con las personas del lugar definir nuevos sistemas económicos, sociales y organizacionales que les permitan ofertar productos y servicios, que mediante el intercambio, les posibilite generar bienestar social en su localidad. La posibilidad real que tienen en la mayoría de las poblaciones más afectadas de generar su propia energía con fuentes renovables, debe potenciarse para crear productos o servicios con el valor agregado de provenir de un sistema “verde” y ser promovido dentro del llamado mercado “verde” o “ecológico” que en sí mismo tiene un mayor valor social y ambiental.
Por supuesto se requieren formas de organización que realmente velen por el bienestar colectivo y vigilen la apropiada relación entre las personas y el ambiente.
Termino diciendo que la actual situación, nos brinda una oportunidad que debemos aprovechar para construir un futuro con una distribución de la riqueza menos desigual y mayormente equitativa. Esto debe ser el esfuerzo de las personas con formación técnica, social, ambiental, normativa y de la localidad, es decir una diversidad de personas con objetivos comunes y actitudes flexibles. La tarea no es fácil dado que el problema es ancestral y complicado, pero ahora tenemos a la mano el conocimiento multidisciplinario para generar soluciones sistémicas.