La generación de conocimiento básico impacta más allá de donde pensamos. Con esta idea comentaba la semana pasada la necesidad de invertir en ciencia y educación superior para conseguir un bienestar social de largo aliento. En esta ocasión quiero comentar cómo métodos de la física cuántica pueden ser usados para orientar a los gobiernos a seleccionar los indicadores que pueden monitorizar el camino a la sustentabilidad.
Espero con la frase anterior no haber asustado a los lectores, primero a los científicos que pudieran también ser escépticos ante esta frase y tal vez los lectores no científicos, por considerar que la física cuántica está lejos de su entendimiento.
Quiero aclarar que ambos conjuntos están equivocados. A continuación trataré de explicar un artículo que presenta una metodología para seleccionar los indicadores que pueden monitorizar las políticas públicas tendientes a construir la sustentabilidad.
Primero déjenme explicar que la selección de los indicadores que puedan realizar este acto es de importancia para todas las personas que serán afectadas por la implementación de esas políticas públicas.
Como ejemplo, el gobierno puede seleccionar becar a los jóvenes para que se capaciten y puedan conseguir mejores empleos al brindar una mano de obra calificada a las empresas; además puede invertir para que las empresas contraten a jóvenes con talentos potenciados por la educación superior de calidad. Este tipo de políticas pueden ser bien vistas por algunas personas, pero no por otras. La verdad es que no debemos dejarnos llevar por si son bien vistas o no, lo que requerimos son indicadores que puedan evaluar su efectividad; pero en todas las dimensiones: económicas, sociales, ambientales e institucionales. Así que la primera interrogante, para los gobernantes que proponen esas políticas y también para las personas que las sufrimos, es seleccionar esos indicadores que evalúen la política. Digamos que los indicadores directos pueden ser el porcentaje de la población con educación superior. Otro pudiera ser el porcentaje de personas ocupadas en empleos con salario de especialista; o las exportaciones de productos elaborados.
Quizá algunos empiecen a dudar de este último, pero las interacciones entre las múltiples vertientes del bienestar social no son evidentes y dependen de muchos factores, por ejemplo, de los recursos naturales del lugar, las costumbres de las personas y el grado de confiabilidad en las instituciones. Así, las capacidades de las personas de diferentes lugares con recursos naturales diferentes requieren de capacitaciones diferentes para producir productos con valor de intercambio (exportables) que les propicien bienestar social.
Tengo que comentar que la ONU ha definido más de un centenar de estos indicadores y algunos gobiernos comprometidos con el diseño de caminos hacia la sustentabilidad han seleccionado otros tantos.
Así que un presidente municipal o un gobernador o un presidente tiene muy diversas opciones para seleccionar indicadores. Podríamos irnos por el camino sencillo y decir: “usemos todos los indicadores que ya han sido definidos”, pero la medición y el posterior seguimiento de estos indicadores requiere de financiamiento y en la mayoría de las ciudades, estados o países el dinero es escaso.
Por supuesto, ya llegamos al punto donde empezamos a sufrir por la propuesta de los presupuestos. La población generalmente está más preocupada por el bienestar individual e inmediato; sin embargo, la planeación y bienestar social en el largo plazo es una de las preocupaciones que debe tener el buen gobernante.
En fin, no me detendré en esta discusión, solamente concluiré que debemos reducir el número de indicadores que monitorizaremos para evaluar las políticas públicas, pero que este conjunto de indicadores debe ser suficiente para verdaderamente evidenciar si las políticas implantadas son las adecuadas.
En este mes publicamos un artículo de investigación en una revista de acceso abierto que aborda precisamente la selección de indicadores que puedan monitorizar el camino a la sustentabilidad en diferentes regiones de acuerdo a sus características ambientales, económicas, organizacionales y sociales.
Este artículo [1] muestra cómo la selección de estos indicadores puede hacerse con la misma metodología para ciudades tan diferentes como Thronjeim, Noruega (solo 11 indicadores); Mascota, Jalisco (solo 16 indicadores) o Cuernavaca, Morelos (solo 16 indicadores). La selección de estos indicadores se basa en un modelo inspirado en la interacción que manifiestan los átomos o moléculas en materiales magnéticos (modelo de spin) y contempla los mecanismos de competencia entre especies biológicas durante la evolución.
Con este sencillo ejemplo quiero llamar la atención a la población en general para que considere la inversión en ciencia, sea física, matemáticas, biología o cualquier otra rama de la llamada ciencia básica, como una de las posibilidades para realmente incrementar su bienestar social.
Sin el entendimiento en los fundamentos de la física no se podría haber diseñado este método de selección de indicadores que pueden monitorizar las políticas públicas. Invito a los lectores interesados a leer los artículos o comunicarse conmigo para poder colaborar y definir los indicadores de diferentes regiones.
[1] https://10.1371/journal.pone.0135250 y https://doi.org/10.1371/journal.pone.0208718