Sinceramente, no entiendo por qué no se ha electrificado el transporte en nuestro país; en particular el transporte público. Las ventajas de un transporte urbano eléctrico son evidentes: menor contaminación en los trayectos, son menos ruidosos, menos olorosos, etcétera. Se imaginan autobuses eléctricos o trolebuses circulando en los carriles confinados de los sistemas de transporte rápido de las ciudades, sí de los metrobuses. Ya en esta sección he comentado que el antiguo director del metrobús de la Ciudad de México me comentó que este sistema no contaba con autobuses eléctricos porque eran más caros; y a mi pregunta sobre los trolebuses me comentó que también eran más caros por el tendido de los cables. Sin embargo, considero que los costos de la contaminación, el ruido y el transporte del combustible son mayores a los iniciales del costo de los autobuses eléctricos o del cableado para la alimentación eléctrica en el caso de los trolebuses.
Comienzo discutiendo el transporte público, pero cuestionamientos similares se aplicarían para el transporte individual o familiar: el automóvil. ¿Por qué no empezamos a usar masivamente los autos eléctricos? Claramente, en la zona metropolitana de la Ciudad de México y en algunas ciudades cercanas como Cuernavaca el incremento en el uso de autos híbridos es evidente. Sin embargo, el uso de los puramente eléctricos no ha sido tan bien acogido.
También en el caso de los autos eléctricos el principal argumento para evitar su uso es el costo inicial. Antes que nada quiero dejar claro que el costo del kilómetro recorrido en auto eléctrico, es menor al costo de ese kilómetro en un auto convencional bien afinado. Incluso con la nueva tarifa doméstica de alto consumo (DAC) donde el kWh cuesta entre $4.99 y $5.47 (dependiendo de la región geográfica en el país) el precio del kilómetro recorrido en auto eléctrico es cercano al peso por kilómetro. Para comparar calculemos lo que le cuesta a usted lector recorrer un kilómetro con su auto, 1) llene el tanque de gasolina de su auto, 2) anote el kilometraje y recorra un día o una semana y vaya otra vez a la gasolinera a cargar y 3) anote el kilometraje para conocer la distancia recorrida y 4) anote lo que pagó por llenarlo. Haga las siguientes operaciones: divida lo que pagó por llenar nuevamente el tanque 4) por la diferencia entre los kilómetros recorridos (reste 3) a 2. Estoy seguro que ese resultado es mayor a 1.5. Como ya mencioné, en la mayoría de los autos eléctricos este precio por kilómetro es del orden de 1. Es decir, al usar un auto de gasolina se está pagando más dinero por su uso, además de estar contaminando tanto el aire que respiramos, como generando mayor ruido y calentando el entorno de los carros.
Los cálculos anteriores, aunados al desabasto de gasolina que hemos sufrido en los últimos días, nos orillan a repensar en la electrificación del transporte.
Por supuesto, que el uso de transporte eléctrico aumentaría la demanda de electricidad en el país; pero esta electricidad se podría generar con fuentes renovables y, además, aprovechar las posibilidades de la generación distribuida. Es decir, la electricidad que podemos generar en casa, oficina, escuela, empresa o industria con fuentes renovables, especialmente la solar fotovoltaica que además de no contaminar en el sitio, es ya más barata que la electricidad que nos vende CFE en la tarifa DAC.
Por si lo anterior no fuera suficiente, un argumento adicional tiene que ver con el hecho de que un sistema de transporte electrificado disminuye grandemente las posibilidades de existencia de fenómeno huachicolero; la electricidad no se puede almacenar en tambos o cisternas.
Como lo he mencionado ya en múltiples ocasiones, la llamada reforma energética nos dio la posibilidad de generar nuestra propia energía para satisfacer nuestras necesidades. Hoy podemos aprovecharla para generar electricidad y utilizar vehículos eléctricos, sean autos, motocicletas o bicicletas; además de promover la implantación de sistemas rápidos de transporte urbanos, como los metrobuses, que sean eléctricos.
Estas propuestas requieren de una inversión mayor en el inicio, pero los beneficios son en el largo plazo para toda la población. Se imaginan que en la década de los ochentas en la Ciudad de México se hubiera fomentado el uso del auto eléctrico, hoy estaríamos disfrutando nuevamente de la región más transparente. En las diversas ciudades pequeñas como Cuernavaca, es el momento de fomentar el transporte eléctrico para que en algunos años podamos conseguir sus plenos beneficios.