Por supuesto que deseamos salir de la crisis económica y de salud en la que estamos inmersos. Es más, también es nuestro anhelo combatir el cambio climático que está empezando a hacer estragos en muchas partes del mundo y que se ha manifestado, también, en nuestro país. Para muestra, un botón, recordemos los incendios que sufrimos en 2019 que causaron el cierre de las actividades económicas y de educación en algunas ciudades del centro de la República Mexicana.
Seguramente algunas personas pueden alegar que las inundaciones, el incremento en la intensidad de las tormentas o algún otro evento extremo son estadísticamente probables; pero ya son más frecuentes y se manifiestan de manera generalizada en el planeta indicando que pudiera ser algo precisamente global causado por las actividades humanas del último siglo. Desde mi perspectiva, es el uso indiscriminado de la energía fósil que está cambiando la composición de la atmósfera y con ello nuestro clima.
Con la intención de cambiar la situación, tanto urgente como de largo plazo, se están poniendo en funcionamiento diversas medidas en diferentes regiones. Cada propuesta puede estar pensada para un contexto socioambiental específico y con acciones diferenciadas. Para saber si estas acciones son las adecuadas es imprescindible medir su desempeño. Esta medición debe ser tal que verdaderamente brinde elementos para evaluar el desempeño de las acciones que se proponen. No pueden ser indicadores para salir del paso, sino que requieren de un proceso de análisis crítico de lo que se desea, y que requiere de una honestidad por parte de las personas que proponen las acciones o medidas. En muchas ocasiones las personas que proponen estos indicadores son las mismas que proponen las medidas. En esta situación se debe buscar el máximo desempeño en lugar de buscar una evaluación de medianía.
Donella Meadows en su libro “Thinking in Systems” alerta sobre el uso de indicadores que conducen a un bajo desempeño para satisfacer a las mayorías en lugar de buscar el máximo desempeño para conducir al bienestar de los comunes a largo plazo. La idea de contar con indicadores cuantificables y comparables conduce a una posible evaluación objetiva por parte de las personas involucradas.
En este sentido, Elinor Ostrom, en “Governing the Commons” también enfatiza que la información es fundamental para actuar y evaluar las propuestas instrumentadas. Así, es necesario que estos indicadores sean compartidos con la población en general.
Normalmente, la información se genera y puede ser analizada por personas entrenadas, que deben tener la visión y el compromiso de compartirla y promover la apropiación de esa información por parte de las más amplias comunidades.
La idea de compartir la información en conferencias periódicas sobre la pandemia de la COVID-19, en principio, es importante; sin embargo, como ya se ha mencionado la selección de los indicadores debe ser rigurosa y comprometida con la evaluación del desempeño en lugar de obedecer a esquemas que se presten a interpretaciones subjetivas o encubridoras de limitaciones de las propuestas o acciones.
Con estas ideas en mente, Meadows alerta sobre la necesidad de buscar el beneficio a largo plazo en lugar de argumentar bondades inmediatas o de encubrir bajos desempeños.
Desde mi punto de vista, en cuanto al manejo de la crisis de salud provocada por la COVID-19, los indicadores que se pueden construir para nuestro país están disponibles, pero tienen limitada cobertura por el hecho de limitar las pruebas. Sin embargo, un dato muy duro son las muertes por exceso que claramente indican hay un manejo enfocado a mantener el número de camas disponibles para tratamiento en lugar de haber sido dirigido a minimizar las pérdidas de vida.
En cuanto al cambio climático, el indicador de uso de fuentes renovables es un dato revelador, pero la información de la distribución en el uso de la energía per cápita es realmente una herramienta que nos conduciría a definir estrategias diferenciadas para los diferentes grupos poblacionales.
Estas distribuciones en el uso de la energía indicarían que hay regiones y grupos poblacionales que deben urgentemente disminuir su uso irracional de energía y otras regiones o grupos a los que se les debe otorgar el acceso a una energía de calidad y suficiente para su bienestar.
De esta manera, es imperioso, primeramente, construir conjuntos de indicadores que nos conduzcan al mejor desempeño y, segundo, con el detalle para definir estrategias diferenciadas para construir el bienestar social.
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