Hace algunos meses decía lo dañino que es el uso de combustibles para realizar actividades cotidianas en entornos cerrados. Por ejemplo, cocinar con gas (LP o natural) o con leña en lugares no ventilados.
En aquellos artículos comentaba que los gases producto de la combustión dañan la salud de las personas que habitan esos lugares. El transitar a una cocción que use la electricidad parece ser una alternativa adecuada que evite que respiremos los gases de combustión durante la preparación de nuestros alimentos.
Por supuesto que este cambio puede provocar sabores o texturas diferentes en los productos de la cocción y un proceso de aprendizaje de las personas que cocinan para conseguir los sabores o textura en algunos platillos será necesario.
Sin embargo, desde mi experiencia estos cambios podrían ser conducidos en una forma rápida y creativa al involucrar a todas las personas que preparan alimentos así como a aquellas que los consumen y atender a las modificaciones que posiblemente se causarán en los sabores y texturas con los cambios en el proceso de cocimiento y adecuar estos procesos.
Tenemos que reconocer que nuestros alimentos han sido preparados con fuego desde hace miles de años. Efectivamente, el dominio del fuego data desde la prehistoria y podemos decir que este dominio transformó profundamente a la especie humana. Al cocer algunos alimentos se aumentó su digestibilidad y se aumentó tanto el nivel calórico como la posibilidad de asimilar más fácilmente algunas proteínas.
Observamos esta situación en cuanto al uso de combustibles en la cocina, pero también tenemos que cambiar el uso de energía en transporte y en lugar de usar vehículos de combustión interna se podrían usar vehículos eléctricos.
Por supuesto que el uso de movilidad no motorizada con la infraestructura adecuada es una real alternativa. De estas maneras, se evitaría la emisión de gases nocivos en los entornos cercanos a las personas, además de que se disminuiría el fenómeno de “isla de calor” en las ciudades y el ruido, ya que los vehículos eléctricos o no motorizados son menos ruidosos.
Estoy seguro de que la electrificación de la energía que utilizamos para realizar nuestras actividades cotidianas es una alternativa que mejorará la salud de las personas. Sin embargo, seguramente ustedes estarán pensando en algunas limitaciones.
Denme la oportunidad de comentar algunos de los mitos que, desde mi perspectiva, están presentes en el imaginario colectivo sobre la electrificación.
La electrificación no es cara. Primero, tenemos que recordar que la electricidad generada con energías renovables como la solar y la eólica es más baratas que aquella generada con combustibles fósiles. Es más, la tendencia es que el crecimiento exponencial hacia la transición a energías renovables ahorrará trillones de dólares en el futuro cercano[1]. El construir nuevas edificaciones que estén electrificadas es más barato que construir edificaciones que usen combustibles fósiles[2].
Como lo he mencionado varias veces, el kilómetro recorrido en un vehículo eléctrico es más barato que en un vehículo de combustión interna[3].
Otro mito es que existe variabilidad en las fuentes renovables, pero en muchos casos las fuentes renovables son complementarias y cuando no hay radiación solar suele haber viento o puede haber disponibilidad de biocombustibles que puede usarse para generar electricidad. Además, cada vez las baterías son más baratas y las personas dedicadas a la innovación ahora están implantando alternativas sustentables, por ejemplo, baterías de polímeros [4].
Decir que hay sectores donde la transición no podrá llevarse a cabo es otra de las limitaciones esgrimidas por muchas personas. Tengo que reconocer que los sectores de transporte, siderúrgico y de cemento presentan características especiales en su demanda energética que complican su cobertura con renovable, aunque hay posibilidades con nuevas tecnologías de hidrógeno verde.
La actual política energética en nuestro país no está fomentando el uso de las renovables, sin embargo, parece haber un ligero cambio en el discurso de autoridades estatales o municipales, que apuntan hacia medidas que sean saludables y no comprometan la vida.
Por si estos comentarios no fueran convincentes, puedo mencionar que es mucho menos difícil controlar las emisiones en las termoeléctricas que controlarlas en cada vehículo de combustión interna o en los miles de hogares que usan gas para cocinar. La implantación de medidas de mitigación y control de las emisiones en las centrales de combustibles fósiles es menos complicada.
Aunque tengo que decir que el uso de las fuentes distribuidas de energía con renovables son de las mejores alternativas para las diferentes localidades y son una verdadera opción para la electrificación.
En síntesis, desde mi perspectiva, después de miles de años que hemos utilizado el fuego como energía para nuestras actividades, es momento de transitar hacia la electrificación. Recordemos que el control de la electricidad fue posible hace menos de doscientos años. En cambio, el fuego lo hemos utilizado por miles de años. Así que podemos modificar nuestros hábitos para utilizar la electricidad en nuestras actividades cotidianas. Parece que la electricidad puede ser el “fuego nuevo” que nos permita acercarnos hacia un planeta donde las especies convivamos sin modificar drásticamente nuestras posibilidades de sobrevivencia con otras personas y otras especies.
[1] https://www.inet.ox.ac.uk/files/energy_transition_paper-INET-working-paper.pdf
[2] https://rmi.org/eight-benefits-of-building-electrification-for-households-communities-and-climate/
[3] https://delrioantonio.blogspot.com/search?q=transporte
[4] https://glc2.workcast.com/clusterSVCFS1/NAS/OnDemand/10542/2053292700927279/Documents/All%20slides_Science%20webinar%20on%2021%20July%202021_10542_20210721124329263.pdf