Mucho se discuten los problemas de la sequía provocada por el cambio climático. ¿Qué haremos? ¿Qué invento tendremos que desarrollar? Pero se nos olvida que por siglos los pobladores del Centro y Norte de nuestro país sobrevivieron a muchos periodos de sequía. ¿Cómo le hicieron? Aquí presentamos dos experiencias que nos pueden mostrar algo de la sabiduría de los agricultores adaptados a esos problemas mediante el sistema llamado metepantle (milpa entre magueyes)
El 2 de septiembre de 2022, un pequeño grupo de profesores y alumnos de la UAM visitamos los metepantles de algunos campesinos de los pueblos de San Andrés y Santa Teresa Daboxthá (la nopalera, en lengua hñähñu[1]) en el Alto Mezquital de Hidalgo. Ahí observamos un paisaje desolador, las parcelas que debían estar llenas de milpa estaban vacías, como si no hubieran sembrado grano alguno, sólo había dos tipos de plantas, los magueyes pulqueros (Agave salmiana, var. Xamini) y las pequeñas plantas, recién sembradas, de la tuna agria (ixkähä) llamada en náhuatl xoconostle (Opuntia joconostle) porque no llovió y las semillas no germinaron. Pero, al platicar con las señoras del lugar nos dijeron que tenían algo que vender. De las sobras del aguamiel habían fabricado un jarabe concentrado o miel (t’afi = miel) y con el jugo del xoconostle habían preparado frascos de mermelada casera que querían vender. De esa forma habían diversificado su producción. La sequía no los había dejado sin recursos y algo de dinero podrían obtener por la venta de sus productos. Ahora su problema era encontrar contactos en las ciudades para vender sus mermeladas. Nos contaron que tenían almacenados mil litros de miel que les darían suficiente para comprar los alimentos que no habían podido producir en sus milpas.
Al día siguiente visitamos otros metepantles en Nanacamilpa, Tlaxcala, dónde si llovió y crecieron las milpas. Nos atendió un pequeño empresario, quien tiene dos tinacales y vende bien su pulque en tres expendios en las ciudades vecinas. Él ha decidido diversificar su producción mediante el picado de las hojas del maguey para alimentar a sus ovejas, que venderá para que se produzca barbacoa. Como sí va a cosechar maíz, decidió vender su excedente y dejar lo necesario para que su familia extensa, con cinco hijos casados y sus nietos, puedan comer todo el año. Pero las lluvias no fueron tan buenas como otros años y la cosecha de grano disminuyó en una tercera parte. Sin embargo, los magueyes siguieron produciendo aguamiel y ya que tiene sus propios expendios de pulque, le van a producir buenos ingresos.
Para hacer frente a la disminución de los rendimientos del maíz, aprovechó las pencas u hojas residuales. Los magueyes pulqueros pesan más o menos una tonelada por planta y sus hojas quedan verdes y jugosos por más de dos semanas después de haber explotado los magueyes para producir aguamiel. Este empresario está muy pendiente de las novedades y acudió en 2019 a un taller en Guanajuato dónde les mostraron que las hojas picadas y fermentadas sirven como forraje. Ahora tiene un rebaño de 20 ovejas que engorda con las hojas picadas y con el pasto silvestre que crece entre los magueyes. De su venta podrá obtener el dinero que perdió por la disminución de las lluvias, pero como él mismo dijo, no necesitó hacer siembras ni gastar agua de riego para producir ese forraje. Sus cálculos le dicen que necesitará las hojas de tan solo cinco hectáreas de metepantle para alimentar su pequeño rebaño[2].
En ambos casos, los campesinos han decidido que van a seguir con sus metepantles como lo hicieron sus antepasados hace más de mil años. Pues así enfrentan el problema de la sequía y mantienen al menos un nivel mínimo de ingresos para sobrevivir cuando el clima no los favorece. Y si tienen condiciones favorables, pueden tener productos diversificados que vender.
Creo que debemos entender y apoyar a los campesinos que cultivan sus metepantles, pues heredaron una sabiduría milenaria para hacer frente al cambio climático y con sus productos pueden reducir o superar la pobreza.
[1] Los nahoas llamaron otomíes (flechadores de pájaros) a los que se llaman hñähñu
[2] Este productor complementa la alimentación del ensilaje de agave con el pastoreo libre en sus parcelas.