Una de las actividades que impulsaron las cuarentenas como respuesta a la pandemia de la covid-19 fue la participación en las redes sociales digitales. Las cuarentenas incrementaron la participación de las personas en las redes y el uso de los servicios de telecomunicación se incrementaron en muchas partes del mundo.
Tenemos ya varias semanas escribiendo sobre la participación en diferentes redes sociales y justamente la semana pasada la Gaceta de la UNAM le dedica varios artículos a reflexionar sobre cómo la participación en estas redes sociales ha adquirido un papel relevante en la vida de muchas personas, en particular de la juventud, tanto que en ocasiones se considera una actividad fundamental para ser considerado estar vivo en los entornos sociales [1].
La necesidad de manifestarse en estas redes redunda en la convivencia con nuestros grupos de la familia, escuela, trabajo, etc.
Al no participar en ellas, seremos excluidos de los grupos de amistades, familiares, trabajo y de esparcimiento.
Por estas razones, cada vez más personas usan plataformas de redes sociales y desde mi punto de vista es importante nuestra participación en ellas.
Entre las más usadas encontramos a Facebook (FB), Twitter, TikTok, Instagram y WhatsApp, todas ellas son plataformas diseñadas, codificadas y operadas por empresas que desean que pasemos el mayor tiempo posible en ellas.
Esta situación implica que no sabemos exactamente cómo operan o cómo filtran la información que recibimos, o cómo es usada la información que observan de nuestra conducta mientras las usamos. Dije que observan, porque eso hacen, observan lo que leemos o vemos en detalle para luego usarlo tanto para mostrar contenido como para vender nuestras preferencias.
Ya se ha dicho hasta el cansancio: estas plataformas no son gratis, usan la información de nuestras acciones y no siempre la forma en la que es usada nos conviene. No es fortuito el que FB haya comprado Instagram y WhatsApp hace apenas hace una década y con ello haya incrementado enormemente sus ganancias.
Desde nuestra conveniencia, debemos considerar que estas plataformas pueden cerrar y nuestra información, la información de nuestros recuerdos o nuestras actividades desaparecería. Podemos pensar qué pasaría si FB finaliza sus actividades o deja de brindar el servicio de microbloging o de posteo de fotos.
Recordemos que estas compañías operan para rendir beneficios económicos a sus accionistas. Esto está pasando en Twitter y ya pasó en otras redes sociales que dejaron de brindar servicios. Por ejemplo, Google+ nació como competidor declarado a FB y fue cerrado hace algunos años.
¿Qué pasaría si WhatsApp, el sistema de comunicación familiar o de negocios más usado en México deja de operar? Las actividades de muchas personas se trastocaría y también la de algunas compañías, por ejemplo algunos bancos. Las fotografías que se guardan en FB desaparecerían y quienes guardan ahí sus recuerdos se desvanecerían.
Quizás hemos sido indiferentes al permitir que las plataformas sociales estén en manos de empresas lucrativas sin reglas claras. Una opción es buscar la reglamentación del funcionamiento de esas plataformas y exigir que las autoridades las regulen [2].
Desde mi perspectiva esta opción es en parte pasiva y estaríamos a merced de que se regulara de una forma favorable para la población. En cambio, el asumir que nuestras acciones y actividades en las diversas plataformas sociales involucra un costo podríamos hacer contribuciones de manera comunitaria para financiar plataformas sociales alternas.
Por ejemplo, tenemos el caso de la TV y la radio, donde en algunos lugares coexisten alternativas privadas con ejercicios más cercanos a las comunidades. En algunos países existe un sistema público de televisión que, en algunos casos es manejado por el gobierno (BBC) y en otros por asociaciones civiles (PBS). Los primeros se financian mediante los impuestos y los segundos mediante campañas de donativos tanto de personas como de corporaciones.
Para esta última opción también existen redes sociales alternativas. La semana pasada informaba sobre las variadas opciones que ofrece el Fediverso, donde hay plataformas que podemos financiar con pequeñas aportaciones las personas que las usemos. De esta manera, podemos asegurarnos de su funcionamiento sin necesidad de que su comportamiento obedezca a intereses meramente comerciales.
Hay múltiples ventajas de fomentar estas alternativas de código abierto y administración desde las raíces de la sociedad para nuestra participación en plataformas de redes sociales.
Por supuesto, también hay limitaciones en cuanto a su limitado uso, pero podemos fomentar su adopción en nuestros entornos cercamos, como algunas personas hemos hecho con el uso de Signal, alternativa a WhatsApp, y ya contamos con interacción mediante otra aplicación de comunicación instantánea.
Recordemos que las opciones las podemos conformar desde nuestros entornos para disminuir la influencia de intereses que quizá no sean los nuestros. De esta manera, nuestra participación podría ser activa desde la conformación de las plataformas de redes sociales y no meramente de uso pasivo.
[1] https://www.gaceta.unam.mx/para-muchos-no-estar-en-las-redes-sociales-es-una-muerte-simbolica/
[2] https://www.gaceta.unam.mx/una-publicacion-en-las-plataformas-puede-destruir-la-vida-de-un-ser-humano/