En estos días nos aquejan problemas como la inflación, que disminuye sensiblemente nuestros ingresos y ahora podemos adquirir menos bienes y servicios con el esfuerzo de nuestro trabajo. También seguimos sufriendo de inseguridad en muchísimas regiones de nuestro país. La desigualdad económica continúa creciendo en la sociedad mexicana. La generación de conocimiento no está siendo considerada como una actividad prioritaria en este gobierno. Estos y muchos otros problemas los padecemos y parece que no se resolverán en un futuro cercano.
A pesar de esta situación, quiero insistir en que debemos poner atención en otros problemas que a primera vista pueden parecer secundarios, pero que pueden seguir atizando las desigualdades, la polarización de la sociedad y dificultar enormemente la construcción de sociedades equitativas y sustentables.
Este problema es el que las actuales redes sociales en Internet están siendo administradas por empresas privadas que tienen como fin el aumentar los rendimientos monetarios a sus accionistas.
En este sentido, en mi juventud, leí el libro “Como leer al Pato Donald” de Ariel Dorfman y Armand Mattelart [1], donde se nos alertaba de cómo desde la infancia, mediante las aparentemente inocentes películas de Disney se propagaba un estilo de vida consumista y con menosprecio a los valores culturales locales. Notemos que mediante aparentemente inocuos personajes se suprimían los lazos familiares que en Latino América todavía son valorados culturalmente. También promovían las visiones donde el dinero y el valor mercantilista de las cosas, lugares o relaciones son los elementos para aquilatar los beneficios para cada persona. La versión extremadamente simplista de los personajes donde son “buenos” o son “malos” propagaba el maniqueísmo que hoy vemos día a día en las mañanas. Estos son entre otros elementos propagandísticos de la cultura consumista y polarizante que nos permea actualmente y evita construir el bienestar social.
La situación actual con el uso masivo de las redes sociales, donde la información que vemos es seleccionada por algoritmos para maximizar nuestro tiempo en ellas, me recuerda al libro de Farenheit 451 de Ray Bradbury, donde la “Famila” era más importante que la familia. Me parece que debo aclarar esta frase que parece sin sentido. En el libro, la “Familia” la constituían entes virtuales que aparecen en las pantallas de todas las casas y que conversan con las personas reales construyendo un mundo virtual, inexistente en el entorno físico y natural. Estas personas virtuales conversaban diariamente con las personas reales y les preguntaban sobre sus actividades cotidianas; conversaciones muy parecidas a las actuales del ChatGPT [2]. Esta “Familia” virtual, entre comillas y mayúsculas, para Mildred, la esposa del protagonista del libro, era más importante que la familia real, que su propio esposo Guy Montag, el bombero que quemaba libros. La construcción de lo relevante en el entorno virtual de Mildred lo definía precisamente la “Familia”, como hoy nuestros entornos están construidos por algunas redes sociales.
Con estas alegorías quiero ilustrar que las acciones de los entramados socioeconómicos por parte de quienes buscan beneficios individuales a toda costa pasan por fases similares periódicamente. Estas fases fueron visualizadas por personas hace algunos años, pero cada vez se parecen más a lo que vivimos en la actualidad. No solo Mattelart, Dorfman y Bradbury entrevieron estas formas, ha habido muchas personas que nos han alertado sobre estas situaciones, pero hoy solo los uso como ejemplos.
Hoy se le pide a las películas de Disney la inclusión, la supresión de comportamientos estereotipados, entre otras características, pero el entretenimiento se ha extendido y, por ejemplo, los estereotipos abundan en los videojuegos. En muchos aspectos de nuestra vida esto continua y debemos estar alertas de este tipo de manipulaciones en el entretenimiento.
También en la información desplegada en las redes sociales se han observado manipulaciones que utilizan nuestras debilidades para mantener nuestra atención y sesgar nuestra opinión sobre múltiples temas. Por ejemplo, podemos ver las películas Nada es privado [3] Dilema Social [4] donde se ilustra con mayor detalle lo que menciono.
El pensar que las redes sociales son el medio más importante para informarnos o comunicarnos con otras personas puede ser precisamente el causante de no entender a quienes comparten nuestros entornos y mucho menos podamos construir sociedades con bienestar social.
La facilidad con la que encontramos información aparentemente relevante a nuestros intereses indica que se nos brinda lo que está más cerca de lo que pensamos, alineándonos cada vez más con pensamientos únicos que evitan la diversidad.
Las manipulaciones de la información por Facebook en las elecciones de algunos países, la desinformación propagada en Twitter, la expulsión de periodistas contrarios a las políticas de censura de Elon Musk, entre otras acciones, nos muestran que sus fines pueden no ser los más convenientes para nosotros o para otras personas. Estas redes administradas por organizaciones lucrativas buscan maximizar las ganancias.
Debemos reflexionar sobre nuestro papel en las redes sociales y ser críticos de la información que recibimos y compartimos. Sé que no es fácil apartarse y ser ermitaño digital, pero es esencial que nuestra participación la hagamos con conciencia de nuestros actos y alertemos a la niñez y a la juventud sobre su uso, así como alertábamos a la actual juventud sobre el maniqueísmo del entretenimiento tipo disneylandia.
[1] http://mastor.cl/blog/wp-content/uploads/2015/08/Libro-Mattelard-A.-Dorfman-A.-Para-leer-al-pato-Donald.pdf
[2] https://chat.openai.com
[3] https://www.netflix.com/gb/title/80117542
[4] https://www.thesocialdilemma.com/