Tenemos a nuestra disposición muchos tipos de dietas: vegana, vegetariana, paleolítica, keto y muchas otras. ¿Cuál es la más adecuada? ¿Cuál nos conviene? Claramente la respuesta a estas preguntas depende de cada persona; sin embargo, también existe una pregunta más genérica y que involucra no solo la salud de cada persona sino la del planeta. Así que también, entre las juventudes aparece más la pregunta ¿qué dieta debemos seguir para tener un planeta saludable? Esta pregunta indica una preocupación más allá de lo individual y enfatiza la importancia de una alimentación sostenible para lograr un futuro más justo y equitativo en términos de acceso a alimentos saludables y nutritivos.
Para conseguir esta alimentación saludable y nutritiva para toda la población del planeta nos enfrentamos a varios desafíos en la actualidad, como el cambio climático, que está afectando la producción de alimentos en el mundo. Las sequías, inundaciones, olas de calor y otros eventos climáticos extremos están dañando los cultivos y la producción de alimentos. Además, la agricultura y la producción de alimentos son responsables del 25 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero, lo que contribuye aún más al cambio climático. La producción de alimentos intensiva y el monocultivo han llevado a la pérdida de variedades de plantas y animales que son esenciales para mantener la biodiversidad y la resiliencia de los ecosistemas. A pesar de que se produce suficiente comida para alimentar a todas las personas en el mundo, todavía hay quienes padecen hambre y desnutrición.
La falta de acceso a alimentos saludables y nutritivos a menudo está relacionada con la pobreza y la desigualdad en el acceso a otros recursos. Por ejemplo, la cantidad de proteínas que una persona necesita consumir para estar saludable depende de diversos factores, como la edad, el sexo, el peso corporal, el nivel de actividad física y el estado de salud en general. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que las proteínas proporcionen entre el 10 y el 15 por ciento de la energía total diaria consumida. Se recomienda que los adultos consuman alrededor de 0.8 gramos de proteína por kilogramo de peso corporal al día para mantener una buena salud. De manera comparativa, si una persona pesa 70 kilogramos, necesitaría consumir aproximadamente 56 gramos de proteína al día y debemos saber que un huevo aporta unos 13 gramos de proteína y 100 gramos de nueces aportan 15 gramos. Tenemos que hacer cuentas. Aunque es muy importante tener en cuenta que las necesidades proteicas pueden variar según el estilo de vida y la etapa de la vida en la que se encuentre una persona.
Otro de los desafíos que más duele es que hay un gran desperdicio de alimentos. Se estima que un tercio de los alimentos producidos en el mundo se desperdician. Este desperdicio contribuye al cambio climático y a la ineficiencia en el uso de los recursos. Debemos reconocer que la producción de alimentos a menudo implica el uso intensivo de químicos y la sobreexplotación de los recursos naturales, lo que lleva a la degradación del suelo y el agua. Además, los sistemas alimentarios actuales a menudo son poco equitativos y explotan a los trabajadores agrícolas y a las comunidades locales.
En la discusión se suele argüir que en la antigüedad, las personas se alimentaban de una manera más saludable; ya que la forma en que se producían y consumían los alimentos variaba según la región, el clima, las condiciones sociales y culturales, entre otros factores. No podemos generalizar esta afirmación, aunque en algunos casos es posible que las personas se alimentaran de manera más sostenible que en la actualidad. Por ejemplo, en muchas comunidades indígenas y tradicionales de todo el mundo, la producción de alimentos se ha basado en prácticas agroecológicas y en el respeto por los ciclos naturales y la biodiversidad local. Aunque estas prácticas pueden incluir la agricultura de subsistencia que suele no ser muy nutritiva. Es importante reconocer que en muchos casos las prácticas agrícolas del pasado no eran sostenibles, y que la explotación de los recursos naturales y la sobreexplotación de los suelos y la fauna silvestre han llevado a la degradación ambiental y a la pérdida de biodiversidad en regiones, con la decadencia de la civilización de aquella época.
En este texto no voy a responder a las preguntas, pero quiero poner en discusión que para aportar posibles soluciones es necesario realizar mediciones y comparaciones. En este sentido, recientemente leí un artículo que propone un índice basado en los aportes de calorías, proteínas o las emisiones de CO2 del cultivo de plátano [1].
Me parece que la comparación de indicadores de diferentes alimentos disponibles puede ayudarnos a tomar mejores decisiones en cuanto a nuestra alimentación.
Así, el banana index compara el aporte de proteínas de diferentes alimentos con el aporte de proteínas de un plátano, el aporte de calorías y las emisiones de CO2 equivalente durante el cultivo de los plátanos. El argumento para proponer este índice es que puede ser fácilmente entendido y puesto en práctica.
Por ejemplo, un kilogramo de bistec de carne de res produce tanto CO2 equivalente como 109 kilogramos de plátano. Aunque una caloría obtenida de un bistec produce el mismo CO2 equivalente que 54 calorías obtenidas por ingerir plátano. En cambio, si consideramos la ingesta de proteínas, el bistec solamente es siete veces mayor en cuanto a las emisiones de CO2. Otro ejemplo es la carne de pollo, que en los mismos indicadores contribuye con 11 y 4 en peso y calorías y, para mí sorprendentemente, solo 3/5 en cuanto al aporte de proteínas. Es de resaltar que las almendras tienen indicadores de 0.7, 0.15 y .04 en peso, calorías y proteínas comparadas con los plátanos. Así con estos indicadores podemos comparar diferentes alimentos.
Por supuesto que estos números pueden variar en las diferentes regiones del planeta.
En mi opinión, la formulación de este tipo de indicadores nos ayuda a tomar mejores decisiones en cuanto a nuestra dieta tanto en aspectos de nuestra salud individual como para la salud del planeta.