La revolución industrial comenzó con el uso del carbón en la industria inglesa como la fuente primaria de energía para los diferentes sectores de su economía. En particular, hace casi 150 años las carboeléctricas comenzaron a calentar agua para producir vapor y generar electricidad en el Reino Unido. El pasado 30 de septiembre se anunció que la planta de Ratcliffe concluiría sus operaciones en este mes de octubre. Aunque la historia de las plantas de carboeléctricas en Inglaterra tiene casi siglo y medio la planta de Ratcliffe solo tiene 57 años de antigüedad. Desde el momento en que la primera central eléctrica a carbón de Reino Unido comenzó a generar energía en 1882 hasta el cierre de Ratcliffe, las centrales a carbón del Reino Unido quemaron aproximadamente 4,600 millones de toneladas de carbón y emitieron 10,400 millones de toneladas de dióxido de carbono [1]. El pico en el uso del carbón en ese país fue hace un siglo en la década de los 1920. Con esto lo que quiero enfatizar es que en casi dos milenios la economía inglesa utilizó el carbón como una fuente de energía y que solamente en los últimos 150 años ha emitido más de 10 mil millones de toneladas de carbón a la atmósfera. Desde el año 2013, con la planta de Tilbury, las principales plantas carboeléctricas empezaron a cerrar o a cambiar de combustible por uno menos contaminante y como mencioné en este mes cierra la planta de Ratcliffe finalizando la generación eléctrica con carbón en ese país. Por supuesto, los acuerdos internacionales y los compromisos para evitar la emisión de gases de efecto invernadero son unas de las razones para este cierre, pero el principal motivo es que las plantas de carbón han incrementado sus costos de operación y sus adecuaciones a las nuevas reglas de emisiones no son económicamente viables. Es síntesis, estas plantas cierran por caras y contaminantes.
Reconozco que la sociedad inglesa es muy apegada a sus tradiciones y me imagino lo que las personas que han trabajado por décadas en esa planta sienten al verla cerrar. De hecho, el gerente de la planta Peter O’Grady reconoce que “Este año ha sido una serie de momentos conmovedores. Estoy seguro de que habrá algunas lágrimas cuando todo termine y la gente se vaya.” [2] Por supuesto que esta acción es un paso esperado por la comunidad en respuesta a la emergencia climática que estamos enfrentando. Es también aceptado que estas acciones debieron haberse instrumentado con anterioridad.
Seguramente, usted que lee estas líneas se estará preguntando y qué pasa en México. En 2018 la generación eléctrica con carbón era de 29.03 TWh, en 2019 se incrementó a 32.68 TWh, en 2021 disminuyó a 13.55; esta fue una buena noticia; pero se debió al efecto de la pandemia. En 2021 la generación de electricidad en general fue menor que en los años previos. Para 2023 este tipo de generación eléctrica se incrementó a 33.91 TWh, es decir, en el sexenio pasado la generación eléctrica usando carbón creció en México [3].
Podemos resumir los inconvenientes del uso de las carboeléctricas. La combustión del carbón libera grandes cantidades de dióxido de carbono (CO2), uno de los principales gases responsables del calentamiento global y el cambio climático. Además del CO2, la quema de carbón produce otros contaminantes atmosféricos como óxidos de nitrógeno (NOx), óxidos de azufre (SOx), y partículas finas, que pueden causar problemas respiratorios, enfermedades cardiovasculares y otros problemas de salud. Los óxidos de azufre y nitrógeno emitidos por las centrales eléctricas de carbón reaccionan con el agua en la atmósfera para formar ácidos que caen en forma de lluvia, dañando los ecosistemas acuáticos, los bosques y los cultivos. La combustión del carbón genera grandes cantidades de cenizas, que contienen sustancias tóxicas como metales pesados y compuestos orgánicos que puede tienen efectos negativos en la biodiversidad, afectando a los ecosistemas terrestres y acuáticos.
El proceso minero del carbón puede contaminar las fuentes de agua subterránea y superficial con sustancias químicas tóxicas, como metales pesados y sedimentos destruyendo hábitats naturales, afectando a la flora y fauna local. Las personas trabajadoras en las minas están expuestas a numerosos riesgos para la salud, como enfermedades respiratorias, silicosis y accidentes laborales. Además, las comunidades cercanas a las minas pueden sufrir problemas de salud debido a la contaminación del aire y del agua. La economía de las regiones mineras suele estar fuertemente ligada a la actividad extractiva, lo que las vuelve vulnerables a las fluctuaciones de los precios del carbón y a la disminución de la demanda.
Todos estos inconvenientes y el hecho de que la electricidad generada con carbón es más cara y contaminante deberían conducir a políticas energéticas que promuevan la transición a las fuentes renovables. Un país con tradiciones deja el carbón, México un país también con tradiciones podría dejar el carbón y renovarse.
En este sexenio que comienza, la Secretaría de Energía regresó a la estructura de principios de siglo con tres subsecretarías: Electricidad, Hidrocarburos y Transición energética. Deseo fervientemente que esta última subsecretaría sea la más importante e impulse primero las renovables.
Ya estamos viendo los ejemplos de Alemania, con el cierre de las nucleares y del Reino Unido, con el cierre de las carboeléctricas. Podemos en México convertirnos en un México 100 % de energía renovable, empezando por un 45 % en el 2030 como lo advirtió la actual presidenta.
[1] https://www.theguardian.com/business/2024/sep/30/the-deep-history-of-british-coal-from-the-romans-to-the-ratcliffe-shutdown
[2] https://www.theguardian.com/science/audio/2024/sep/30/end-of-an-era-britain-finally-says-goodbye-to-coal-podcast
[3] https://ourworldindata.org/grapher/electricity-prod-source-stacked?tab=chart&country=~MEX