En el ámbito del desarrollo sustentable existe la duda sobre cuál es la palabra correcta sostenible o sustentable. La palabra sostenible en el diccionario de la Real Academia Española se define como un adjetivo que se refiere a “Dicho de un proceso: Que puede mantenerse por sí mismo, como lo hace, p. ej., un desarrollo económico sin ayuda exterior ni merma de los recursos existentes”. Una revisión rápida de esta definición pudiera parecer suficiente para el propósito descrito. De hecho, yo mismo, por muchos años, usé la frase desarrollo económico sostenible, sin embargo después de amigables discusiones con Manuel Martínez Fernández me convenció que la definición de sostenible no basta para buscar el bienestar de todos. En esas discusiones me comentó que ya desde la década de los setentas del siglo pasado en la Comisión Brundtland de Naciones Unidas se discutían estos aspectos. Aunque fue hasta 1992 que en la Cumbre de Río que se determinó el uso del término sustentable para designar un desarrollo económico diferente. Durante todo este proceso Víctor de Urquidi participó activamente en estas discusiones, que concluyeron en la necesidad de incorporar el aspecto de equidad entre las generaciones actuales y futuras en la conceptualización de un desarrollo de largo plazo. La frase: “Las oportunidades y los derechos de las generaciones futuras deben ir acompañados de equidad, de disminución de la desigualdad social,” implica que el considerar los aspectos de equidad social en todo momento es fundamental para conseguir la sustentabilidad. La equidad social es un aspecto olvidado por las personas que habitan en regiones desarrolladas; ya sea en Europa, Asia y por supuesto México, el olvido hace que se enfaticen los problemas del ambiente y que se sobrepongan al social. En la actualidad, en todo el mundo hay personas que no gozan de bienestar, e implantar acciones de protección al ambiente que no contemple la satisfacción de sus necesidades es también causa de marginación que no puede encaminarnos al desarrollo económico que contemple el uso racional de los recursos naturales y la equidad entre las personas de la generación actual y de generaciones futuras. De esta manera, el desarrollo económico que contemple preservar recursos para las futuras generaciones y que además contemple la equidad entre las personas que viven en una misma generación, podrá ser llamado desarrollo sustentable. Víctor de Urquidi lanzó una frase lapidaria al comentar que “El desarrollo sustentable se vuelve así todo lo contrario de lo que ha sido el desarrollo económico hasta ahora...”[1]. En mi opinión, la ausencia de los aspectos de equidad social en la definición de desarrollo sostenible hacen que se requiera enfatizar su importancia y, por ello, el uso del concepto de desarrollo económico sustentable es necesario. Esto ha sido enfatizado por muchos académicos, entre ellos Enrique Leff, Gemma Cervantes y Gian Carlo Delgado.
También quiero dejar claro que en estos momentos cuando la desigualdad social lacera el mundo y en particular a nuestro México, las posibilidades de tomar acciones que contemplen plenamente los tres ámbitos de la sustentabilidad (economía, ambiente y sociedad) puede ser muy difícil. Es más, como lo ha mencionado Manuel Martínez Fernández, hoy es imperioso involucrar el ámbito institucional en estas relaciones para poder construir el nuevo paradigma de la sustentabilidad [2]. Claramente, las instituciones son las encargadas de resolver los conflictos entre los otros tres ámbitos, que por sí mismos compiten reclamando la implantación de acciones específicas de promoción a la inversión, de preservación del ambiente y de bienestar social. Necesitamos instituciones que promuevan la información, el uso del conocimiento técnico y científico y la participación ciudadana en la toma de decisiones. En estos momentos necesitamos instituciones que fomenten la participación y ciudadanos responsables que asumamos nuestro papel para construir e implantar planes de largo aliento, sin olvidar la equidad social en todo momento.
Convencido estoy que el conocimiento científico y la información detallada de las acciones a llevar a cabo y sus consecuencias, son fundamentales para lograr que todos los involucrados puedan tomar decisiones que finalmente redundarán en el tránsito hacia la sustentabilidad.
[1]Víctor de Urquidi http://bit.ly/SWfZwc
[2] Manuel Martínez Fernándezhttp://bit.ly/WdHUdu