Estábamos platicando sobre las vicisitudes de los aparatos electrodomésticos. Estaba comentando el hecho de que de repente empezó a fallar mi horno de microondas y tuve que llevarlo a revisar. En el taller me dijeron que todo estaba bien con el horno y que seguramente tenía bajo voltaje en casa. Esto era algo común hace unos 25 años, pero desde hace varios años, debo decir que la calidad del fluido eléctrico ha sido adecuada. Regresé con mi horno a casa, cabizbajo, ya que decía para mis adentros: ¿por qué no checaste primero el voltaje? en lugar de pensar que los aparatos ya no tienen la vida de antes. Debo confesar que el anterior horno de microondas que acabo de jubilar, nos dio excelente servicio por más de 20 años y ahora el nuevo tiene menos de 3. Así que llegué a casa y saqué mi multímetro para medir el voltaje. El voltaje era el adecuado antes de poner a funcionar el horno y cuando empezaba a funcionar caía a menos de 100 Volts (el voltaje adecuado es 120 V) evitando que el horno funcione bien. Esta falla generalmente se debe a que el neutro que proviene de la CFE y entra a las instalaciones se desconecta o tiene un falso contacto. Lo demás funcionaba, dado que tengo una tierra eléctrica adecuada. Efectivamente salí a la calle y pude observar que el cable que llegaba a mi casa tenía el otro extremo flotando en el aire.
Por supuesto llamé a la CFE, me atendieron amablemente y coincidieron en que mi explicación podría ser la causa de la falla de mi horno de microondas. Me dieron varios números y me comentaron que en menos de 48 horas debería estar arreglado el problema. Para mi sorpresa, el cable suelto fue arreglado por la CFE en menos de 4 horas.
Sirva todo este preámbulo para continuar con la pregunta inicial (que para estos momentos el lector quizá habrá olvidado, al menos el escritor tuvo que volver a leerla). Estaba comentando lo del horno cuando de repente saltamos al tema de que últimamente entre los conversadores habíamos mandado a reparar cuatro teléfonos celulares o aparatos electrónicos pequeños para oír música y que la respuesta común de los técnicos de los diferentes servicios era que costaba más repararlo o que no tenían las partes para reparar el aparato.
En este contexto surgió la pregunta, ¿estamos perdiendo la capacidad de reparación en nuestro país?
La respuesta es que sí, sin embargo no es algo exclusivo de nuestro país. Esta capacidad se está perdiendo en todo el mundo, dado que nos encontramos en una estrategia de maximización del consumismo. Los cuatro aparatos fueron diagnosticados y la respuesta que se obtuvo fue que la refacción ya no se encontraba; pero en todos los casos tenían menos de cuatro años de uso, surgen muchas preguntas. Uno tenía el display estrellado, pero lo demás funcionaba, otro, la conexión para cargarlo estaba rota, otro más, que el sector de arranque se había dañado, etc. Todas estas explicaciones indican que se tiene la capacidad de diagnosticar las fallas, pero no la de reparar los aparatos. En la actualidad los fabricantes de aparatos electrónicos no tienen la obligación de fabricar refacciones para poder repararlos en caso de falla. Recuerdo que hace algunos años un fabricante de automóviles adquiría el compromiso de fabricar las refacciones por al menos diez años. En el caso de los electrónicos no es así.
La situación todavía es más alarmante, en la actualidad contamos con dispositivos electrónicos que están programados para ya no trabajar después de una corta vida de uso. Sí, aunque el lector no lo crea, hay fabricantes que programan sus productos para morir sin motivo alguno, solamente propiciando la compra de un nuevo producto. Es más, en la actualidad varios celulares que electrónicamente funcionan, ya no pueden ser utilizados debido a que el nuevo software no puede correr en ellos. De esta manera, si uno desea contar con nuevos servicios, necesita de comprar un nuevo celular.
Este fenómeno es conocido como obsolescencia programada y tiene aspectos que deben ser considerados en su análisis. Un argumento a favor de esta programación para la salida de circulación de los productos es que con ello se generan empleos y las personas pueden vivir. Claramente, este argumento puede ser rebatido fácilmente, ya que la fabricación de las refacciones también puede generar los empleos suficientes.
Les recomiendo ver la película “Comprar, Tirar, Comprar” (http://bit.ly/1iWZQof ). Yo la vi por primera vez en el festival Cinemaplaneta hace algunos años y todavía la recuerdo. La verdad es que el comportamiento consumista actual hace que la recuerde vívidamente.
Hoy en día estamos enfrentado una problemática compleja con múltiples aspectos a considerar. Algunos estamos convencidos que el desarrollo sustentable es una alternativa, pero se requiere que todos contemos con información y podamos decidir con conocimiento.