Y con buena razón, si la correlacionamos con la creciente desigualdad económica y de culturas en el mundo, y la que aquí se vive con salsa de corrupción. Subsisten pueblos originarios que se rigen por usos y costumbres, cuyos recursos naturales y territorios son crecientemente requeridos por las necesidades de agua, energía y comunicación de las ciudades, aglomeraciones humanas con su propia y muy diversa cultura contemporánea.
Redondeando datos del INEGI (censo 2010) [1], y arriesgando la extrapolación a un lustro, resulta que en Morelos, de la población total de dos millones, las diez mayores ciudades concentran poco más de la mitad –yo diría un 60%; el restante vive en lo que podrían llamarse pueblos, algunos originarios pero mayormente conurbaciones. Según la misma fuente [1], en 2009 la aportación al producto interno bruto en Morelos de las actividades primarias como agricultura, ganadería y aprovechamiento forestal, típicamente realizadas en los pueblos, fue del 3.22%. Mientras que los oficios de actividades secundarias y terciarias, mayormente urbanas, aportaron el 34.75% y 62.03% del producto respectivamente. Sin embargo, debe contarse a favor de los pueblos su importancia para la autosuficiencia alimentaria del Estado, de la preservación del medio ambiente y del valor intangible de su cultura.
En este marco, vienen a la mente tres conflictos irresueltos: la autopista Siglo XXI, la termoeléctrica de Huexca, y los cuatro carriles de la vía por Tepoztlán. Mientras, la Universidad Autónoma del Estado de Morelos ha puesto a disposición de los pueblos asesoría para detener estos tres proyectos. No abundó en otros proyectos durmientes, pero no muertos, como el maléfico libramiento oeste en Cuernavaca o la demencial mina de oro a tajo abierto en Xochicalco, porque allí el veredicto es un sonoro “¡jamás!”. Claramente aparte, cada uno de los tres proyectos anteriores se inscribe en la disyuntiva entre pueblos y ciudades que el lector resuelva. Propugnar una revolución por alguno de ellos, o los tres, o más de ellos, pidiendo “que se vayan todos” solamente es una hipérbole poética. Porque después que se “fueron todos”, ¿qué?
La autopista que conectará Jantetelco a la del Sol será la ruta natural para tránsito de carga entre Veracruz o Puebla y el Pacífico Sur; evitará su paso actual vía Tepoztlán y Cuernavaca. Pero importa mucho que el trazo afecte lo menos posible las tierras de cultivo.
La termoeléctrica de Huexca usa gas en vez de combustóleo; dos tercios mejor para el ambiente, pero lástima por haber perdido la oportunidad de construirla eólica o fotovoltaica, aprovechando los puertos con mayor viento y nuestro buen sol. Está planeada para proveer mayormente a la Ciudad de México, por ser una instalación más cercana que Chicoasén, Infiernillo o Necaxa, pero que también podría volver a Morelos autosuficiente; ahora no lo es. Sobre su gasto estimado de agua, no he leído, ni parece conocido su consumo neto; supone sanear el drenaje de Cuautla y tomar también agua de su río. El agua evaporada por enfriar las turbinas puede mayormente condensarse, regresando al caudal del río Cuautla. ¿Cuánto es lo neto? Además, el saneamiento del flujo total del río, eliminado el drenaje de la ciudad, tampoco es mala idea, sobre todo para los agricultores y pescadores río abajo.
Como todos sabemos, viajar de Cuautla vía Tepoztlán a Cuernavaca toma una eternidad, si vamos detrás de un doble-remolque cargado de piedras. Cada día del año, miles de urbanos están atrapados en sus colas. La alternativa enunciada como “devastación y muerte” me parece exagerada y curiosa, dado que la carretera actual prácticamente no se ve, ni se escucha en el pueblo. ¿Y si entre la caseta y “árbol colorado” el tránsito local de Tepoztlán fuese abierto? Esto libraría de muchos coches su avenida Revolución y sus famosamente empinadas cuestas empedradas. Cuestión para estudiar.
Contar con asesores universitarios es un apoyo de doble filo, porque el análisis técnico puede doblarse por voto popular en asambleas de creyentes decididos. Los que alguna vez participamos en asambleas (estudiantiles) sabemos que, por la selección de energía sobre cansancio, se terminan aprobando las soluciones más radicales. Es una dinámica social muy interesante.
[1] Ver: http://cuentame.inegi.org.mx/