Evidentemente, no es posible seguir utilizando las prácticas agrícolas convencionales y no debemos olvidar que la innovación debe ser permanente. En el sector agrícola, el desafío va mucho más allá, ya que la innovación no es una necesidad, es una cuestión de sobrevivencia.
Comparar la producción de alimentos a campo abierto contra un sistema bajo Agricultura Protegida (AP) implica, en algunos casos, incrementar más de 20 veces la producción por unidad de superficie. En el caso de campo abierto, se reportan rendimientos de jitomate de unas 30 ton/ha, mientras que puede llegar a 800 ton/ha bajo invernaderos. En Holanda, por ejemplo, se han llegado a obtener 1,000 ton/Ha. Desde luego, para alcanzar dichas productividades se requiere un delicado balance entre la parte biótica, la pericia productiva y la tecnología asociada. En el mundo de los cultivos y sus variedades, se argumenta, que cada semilla tiene un determinado potencial, que para alcanzarse, se requieren condiciones ambientales idóneas, buenas prácticas agrícolas y la mejor tecnología que agrupe facilidad de operación, una relación amigable con el ambiente y la exigencia de operar al menor costo.
El sistema de producción bajo AP resuelve algunos inconvenientes de la producción a campo abierto, incluso en aquellas zonas del país donde se tiene tecnología y riego durante todo el año:
- Se pueden controlar las variables medioambientales disminuyendo la dependencia con las condiciones climáticas
- Se puede monitorizar, detectar y controlar problemas fitosanitarios (plagas y enfermedades) más eficientemente
- Es posible disminuir en 10 veces los requerimientos de agua y producir en regiones con baja disponibilidad de agua
- Los rendimientos pueden programarse y asegurar un abastecimiento de los productos que demande el mercado durante todo el año
La implementación de alta tecnología para lograr la productividad más elevada por unidad de superficie, conlleva la disponibilidad de recursos económicos, materiales y humanos. Los dos primeros pueden sustentarse por modelos de proyectos rentables asociados con estrategias eficientes de comercialización (como se mencionó en la entrega anterior); pero queda pendiente el factor humano. Parte del problema se resuelve con la implementación de sistemas, controles y sensores inteligentes que permiten controlar variables medioambientales, nutricionales y uso eficiente de agua. Estos modelos inteligentes de Agricultura Protegida, abren el espacio para formar recursos humanos que permitan lograr dicha productividad.
Para lograr estos modelos inteligentes de AP, es indispensable que en nuestro país surjan equipos multidisciplinarios de investigación y desarrollo que integren especialistas en agronomía, biotecnología, ingeniería, fitopatología, microbiología, inteligencia artificial, análisis de datos complejos, entre otros. Esto permitiría generar tecnología propia y recursos humanos adaptados a nuestro entorno ecológico, climático, cultural y social; un “traje a la medida” que nunca obtendremos importando tecnología. En Morelos se ha conformado un grupo de tecnólogos e investigadores de diversas disciplinas con la visión de desarrollar tecnologías integrales para la producción sustentable, inocua y eficiente de hortalizas en invernaderos inteligentes. El reto es muy grande…pero hay que recordar que es una cuestión de sobrevivencia.