Tuvo que llegar la Gran Depresión de 1930 para que finalmente este partido obtuviera la mayoría relativa del 30% de los votos entre los muchos partidos en que se dividía el Reichstag, y que Adolf Hitler, considerado un extremista popular, bufón e ignorante, fuese nombrado canciller del Reich, renuentemente, por el presidente Paul von Hindenburg; el Canciller saliente, Franz von Papen, lo convenció con el argumento que sería fácilmente manipulable. ¡Craso error!
Este año, Donald J. Trump está contendiendo por la presidencia de los Estados Unidos de América (EUA) por el Partido Republicano. Bufón e ignorante, ha alcanzado sorprendente popularidad entre los machos blancos (sí, uso el término “machos”) con baja escolaridad y empobrecidos, que lo sitúan entre 30 y 40% de la intención de voto. Ya hemos oído de sus diatribas contra los musulmanes, mexicanos, mujeres, veteranos, discapacitados y cuantos se le paran enfrente. Y sin embargo, por eso mismo, ha crecido su popularidad y ha recibido gran cobertura gratis por la prensa y la televisión. Su propio partido, cuyas tácticas de obstrucción a toda iniciativa de Barack Obama le dieron pie, parece ser ahora un venado encandilado incapaz de moverse de la carretera [2]. La prensa internacional se ha preguntado sobre su salud mental, comparando su comportamiento discursivo con el de Benito Mussolini. Su lema de hacer “América (es decir, EUA) otra vez grande” refleja lo que Hitler peroraba contra el Tratado de Versalles, contra los judíos y contra toda la rica manifestación cultural en la débil democracia de la República de Weimar.
Confiamos en que Trump perderá las elecciones de noviembre próximo, pero ¿quiénes son y qué harán sus seguidores en adelante? La serpiente del nacionalismo estadounidense ha puesto su huevo. Los EUA tienen los más numerosos centros de cultura y ciencia del planeta, una población cada vez más diversa, tradiciones indiscutiblemente democráticas, un presidente cuerdo y muy inteligente, poca corrupción y un nivel de vida que, aunque envidiable, no alcanza a todos. Las legiones de nacos estadounidenses no son tan distintas de sus análogas mexicanas –y son más numerosas y seguras de sí mismas con sus pistolas y rifles de asalto. ¿Podrá caer EUA en la espiral en que cayó la Alemania Nazi? Por supuesto que la historia será distinta, aunque podría tener paralelismos si los machos prevalecen, con Trump y acaso sin él.
¿Cuáles son las tácticas discursivas de este personaje? Aquí hay algunas: (A) Desprecio por el gobierno actuante. (B) Lenguaje ajeno a toda corrección política y ética. (C) Repetición de mentiras estadísticas, históricas y de sentido común hasta hacerlas parecer verdades evidentes. (D) Nunca aceptar errores ni ignorancias. (E) Inventar conspiraciones y señalar a sus culpables. (F) Dar voz a los prejuicios más soterrados contra minorías étnicas o económicas. (G) Jamás dar un paso atrás. (H) Ser maximalista: “queremos todo y lo queremos ahora”. Éstas y otras tácticas no son privativas sólo de Trump. Las vemos reproducidas en mayor o menor grado en otros países, personajes y movimientos populares, también en los que se auto-nombran “democráticos” y que no tienen un líder único sino asambleas incuestionadas, cuyas decisiones inflexibles inevitablemente causan daños a terceros. Con riesgo de incomprensión pienso en algunos movimientos estudiantiles, maestros disidentes, gobernadores autoritarios y/o corruptos, líderes partidistas y ciertos jerarcas religiosos que no requieren nombrarse, quienes adoptan una o más de las tácticas (A)—(H) enumeradas arriba.
En última instancia ¿qué podemos hacer los que apreciamos la vida tranquila, productiva, feliz e ilustrada, bien pensada y moderada? Eso se preguntaban los intelectuales de la década de los treintas mientras Józef Pilsudsky formaba Polonia, Ion Antonescu dictaba en Rumanía, Miklós Horthy regenteaba Hungría, Stalin arrestaba cientos de miles en la Unión Soviética, Mussolini se pavoneaba en Italia, Franco vencía en España y ese Adolf arruinaba Alemania.
La historia nos enseña muchas cosas. La democracia es una flor relativamente resistente pero delicada. Pedir la renuncia de un jefe de gobierno por motivos personales, gremiales, ideológicos o políticos del momento sin tener un plan alternativo, viable y bien pensado para la “mañana después” es una irresponsabilidad que pocas veces se perdona en la historia. Tal vez, como sugiere la película, no queda más que adoptar un perfil bajo y no alzar la voz.
[1] https://es.wikipedia.org/wiki/El_huevo_de_la_serpiente. La película (The Serpent’s Egg, 1977, 2 horas) puede verse completa en: http://www.veoh.com/watch/v16300285Edc43ZSr
[2] Ver por ejemplo: http://www.haaretz.com/world-news/u-s-election-2016/1.734998