Esta plática estaba motivada porque durante muchos años, la objeción a la implementación de diversas fuentes renovables de energía era su costo. Se argumentaba que la energía solar y la energía eólica eran caras. Primero la energía eólica rompió con ese mito y ahora en este año la energía eléctrica fotovoltaica ha mostrado ser realmente competitiva. Como ya he mencionado anteriormente, el precio que alcanzó la energía eléctrica generada mediante sistemas fotovoltaicos en la segunda subasta de este año en nuestro país, fue de 33 USD/MWh; precio menor al de la tarifa de uso doméstico con aportación gubernamental.
Estos hechos muestran que ya no se puede argumentar el aspecto del costo de las renovables y ahora tenemos que reforzar su divulgación.
También es importante mencionar que, como mencionó la Doctora Lechón, en el pasado se desarrollaron metodologías muy complejas para poder calcular lo que los economistas llaman externalidades de los costos de producción de energía con hidrocarburos. Es importante aclarar el concepto de externalidades, así en este ámbito se consideran externalidades toda aquella consecuencia en la sociedad y en el medio ambiente causadas por un proceso de producción que no es tenida en cuenta en el precio del producto. Por ejemplo, el costo de usar automóviles de gasolina en la Ciudad de México, tiene una externalidad al producir enfermedades respiratorias en su población y al precio de venta de la gasolina se le debe aumentar el costo que cuesta el atender a los enfermos. Es más, también se debería considerar el costo de tener el programa un día no circula. Otro caso sería que al costo de generar energía eléctrica con hidrocarburos, se le debería aumentar todos los costos de mitigar y combatir el cambio climático antropogénico. Para todos los científicos es claro que el cambio climático inició en la época de la revolución industrial con el uso masivo de la máquina de vapor (carbón) y después se agudizó con el uso de la máquina de combustión interna (gasolina, gas, diesel). No debemos confundir con el uso de la leña, que si bien tiene problemas para la salud cuando no se cuida la correcta emisión de los gases de combustión, puede ser de balance cero de carbón emitido a la atmósfera si se hace de manera adecuada. La emisión de gases de efecto invernadero es algo intrínseco de la tecnología de los hidrocarburos, a menos que se capturen y secuestren estos gases y se evite que sean emitidos a la atmósfera; es decir, tendríamos que cambiarla sustancialmente y en este cambio considerar que la persona que usa los hidrocarburos para producir energía, debe ser responsable de evitar las emisiones de gases de efecto invernadero.
Así, el uso masivo de la energía que proviene de los hidrocarburos posibilitó en inmenso desarrollo del sistema económico basado en el consumismo, que fomenta maximizar el flujo del dinero provocando distribuciones paretianas de la riqueza totalmente inequitativas y cambiando la composición química de nuestra atmósfera.
Así en una rápida mirada al problema podemos pensar que solamente el uso de los hidrocarburos como fuente de energía tiene estas llamadas externalidades; pero no es así, muchísimas de las cosas que usamos hoy en tienen efectos negativos que no son contemplados en sus costos y que deberíamos incorporarlos.
De aquí la necesidad de incorporar a todas nuestras actividades el llamado análisis de ciclo de vida, donde a toda mercancía o proceso se le hace un análisis de cómo se fabrica, dónde y cómo se usa y a dónde y cómo se desecha. En palabras cotidianas: un estudio desde la cuna hasta la tumba de cada uno de las cosas que usamos. Solamente con este tipo de análisis de largo plazo, podemos estar seguros de no estar haciendo pagar por lo que nosotros usamos a otras personas, a otras especies y a las generaciones que vienen.