Todo ello, sin embargo, se enmarca dentro de lo que la justicia civil tipifica como privación ilegal de la libertad, encubrimiento por favorecimiento, abuso de autoridad, tortura, homicidio y obstrucción de la justicia. Ni más, ni menos. Me faltaría el delito de delincuencia organizada.
Es así como empiezan a trascender “detalles” respecto a lo declarado ante la Procuraduría General de Justicia Militar por los oficiales Edwin Raziel Aguilar Guerrero, subteniente de Infantería, y José Guadalupe Orizaga y Guerra, teniente de Infantería, ambos enclavados en el 21 Batallón de Infantería, y por lo cual les fue dictado el pasado domingo un auto de formal prisión por los delitos de tortura, homicidio e inhumación clandestina. En resumidas cuentas: alegan que Jethro Ramsés Sánchez Santana no fue torturado ni golpeado por ellos, aunque “sí murió al interior de las instalaciones de la base militar”. ¿Te cae?
El expediente sobre el lamentable hecho consta de varios miles de hojas, y de él han circulado varias copias gracias a avezados periodistas morelenses interesados en conocer el fondo del asunto. En resumidas cuentas, la documentación y las declaraciones de los principales inculpados describen el momento del aseguramiento de Jethro Ramsés, su traslado desde el recinto ferial a las instalaciones del 21 Batallón de Infantería y la extraña forma en que perdió la vida, pero confirma además que la orden de desaparecer el cuerpo fue emitida por el coronel de Infantería José Guadalupe Arias Agredano, al parecer comandante del multicitado Batallón y hoy prófugo de la justicia.
En la hoja 1670 del expediente, el subteniente Aguilar Guerrero advierte que el teniente Orizaga y Guerra recibió la noche del primero de mayo una llamada de la Policía Federal en el sentido de que, fuera de la Feria Cuernavaca, se había detenido a integrantes del Cartel de la Familia Michoacana, y por lo tanto se solicitaba el apoyo de la milicia para prevenir alguna eventualidad. El expediente cita textual: “Posteriormente asistimos a la Feria. Al arribar nos estacionamos cerca de los vehículos de la Policía Federal y cuando llegamos personal de esa dependencia tenía a dos personas detenidas, las cuales estaban prácticamente arrodilladas, golpeadas y ambas en completo estado de ebriedad”.
La narración del oficial Aguilar Guerrero añade que “ambos muchachos (Jethro Ramsés y Horacio) fueron trasladados en camionetas oficiales del lugar de su aseguramiento, al 21 Batallón, traslado que duró cerca de 40 minutos. Ya ahí, les ayudaron a bajar de las camionetas por el notable estado de embriaguez”.
Posteriormente, según narra el expediente, se les condujo al área de herrerías para interrogarlos, pero cita el documento la declaración del teniente Orizaga y Guerra: “Bajé a uno de los detenidos para preguntarle sus datos generales en el cuarto de la herrería, sentándolo en una silla, procediendo yo a preguntarle cómo se llamaba a lo que únicamente balbuceaba…, le pregunté si tenían casas de seguridad a lo que respondía que sí moviendo la cabeza”. Ese joven que no podía hablar era Jethro, de quien señala el expediente que fue sacado del cuarto para que ingresara Horacio. En determinado momento del interrogatorio, el teniente Orizaga y Guerra se dispuso a comprar alimentos en el área de Casino, ya que no había comido durante la jornada (señala el expediente); pero fue en ese espacio cuando un soldado del pelotón de sanidad se le acercó para decirle que uno de los civiles estaba mal.
Y continúa la narración del mismo oficial: “Me acerqué al civil, que se encontraba acostado en el piso; el personal de la vigilancia lo movió a un área más despejada, observé que le daban los primeros auxilios, pero una persona de sanidad me informó que ya no tenía pulso, por lo cual ordené al personal que subieran al civil a la camioneta y se retiraran de ahí. Después me alejé para darle parte al coronel Arias, diciéndole que ya no tenía pulso el civil, por lo cual movió la cabeza en sentido negativo y se fue caminando rumbo a la comandancia, diciéndome ‘tíralo’”.
Esta parte del relato confirma cómo se giró la orden para esconder el cadáver de Jethro, mismo que fue trasladado hasta un paraje de Atlixco, Puebla, donde fue desvestido y enterrado. De acuerdo a lo que se encuentra asentado en la declaración, la inhumación ocurrió en un hoyo de no más de metro y medio, cavado durante hora y media por los oficiales de Infantería antes referidos, quienes al final de su declaración insisten en no haber sido ellos quienes golpearon y dieron muerte al joven.
¿Cómo la ven ustedes, amables lectores? ¿Les creemos? ¿No se tratará de una argucia legaloide para evadir la acción de la justicia y desviar la atención del juzgador respectivo hacia elementos de otras corporaciones? ¿Cuál habrá sido el pecado del comandante del 21 Batallón de Infantería que prefirió huir? Y mientras este asunto “avanza” ante las autoridades judiciales castrenses (debería ser ventilado en los tribunales civiles, a juzgar por la impunidad que viene), la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Morelos presentó el caso Jethro ante la Alta Comisionada de la ONU, Navi Pillay. A pesar de todo lo ocurrido, se acerca la nueva Ley de Seguridad Nacional.
2 comentarios
Hey
Tu que mugrosa o mugroso.... claro que ahi andaba pero me sali,… Compartelo!
Estamos hasta la madre!!!!
David Mendoza
Cualquier duda o sugerencia: mendoza.david32@yahoo.com.mx
Hey
Claro que el teniente guerra tiene toda la culpa de lo que… Compartelo!